lunes, 29 de septiembre de 2014

Novela: "Pueblo de Ramu" (Parte 10)


Nota: Parte 1 (Junio) - Partes 2/9 (Septiembre)

...  -  He visto estas barracas un montón de veces pero jamás había entrado en una… Bien, si os parece, esta será nuestra base, no podemos bajar hasta el pueblo sin antes ver lo que ocurre ahí.

    Es buena idea papá… iré yo.

    Espera hijo, espera, no hay prisa. Calma… primero comamos algo y descansemos. La caminata ha sido larga y dificultosa. Creo que lo mejor es hacerlo de noche y con ropa oscura. Pueden vernos bajar por cualquiera de las sendas, acuérdate como desde casa veíamos a los excursionistas.

    De acuerdo, pero dejarme que eche un vistazo por aquí cerca.

    No… hemos visto lo suficiente, ahora descansemos. 

Dejaron pasar las horas hasta que la noche se cernió sobre ellos. Bruno no esperó más, empezó a prepararse para salir en dirección al pueblo. Pero esta vez Sejo tenía otra idea y se lo impidió.

    No hijo, esta vez seré yo el que vaya a explorar. Tú quédate aquí con tu madre y tu hermana.

    Pero papa… ¿no es mejor que…?

    No, iré yo.

    Está bien, pero llévate la pistola.

    No la necesito… y espero que tú no la tengas que necesitar. No os preocupéis, volveré a media noche.

Sejo buscó entre las pertenencias de su mochila ropa oscura, se manchó la cara con tierra y hierba y salió en pos del pueblo, lo cual le llevaría cerca de una hora. Tras la maraña de hierbas acumuladas que tapaban una de las sendas logró encontrar el camino que ya conocía. Prefirió dar un rodeo adentrándose en un bosque de encinas y robles y fue  descendiendo de nivel para acercarse al pueblo. De vez en cuando se paraba a escuchar posibles sonidos, todo parecía en silencio, solo el ulular armónico y cadencioso de la lechuza se destacaba entre la aparente calma.

 Por fin llegó a un punto desde donde teóricamente se podían divisar las primeras casas de Ramu. Todo estaba muy oscuro y no vio luz alguna que delatara vida o movimiento. Decidió seguir bajando. Justo en un cruce de caminos, en un promontorio y en la vertical del pueblo vio algo que le asombró, era una pequeña bandera ondeando levemente al compás de la brisa. Se acercó a ella extremando las precauciones, a un par de metros de distancia pudo apreciar lo que parecía un color azul de fondo y en su centro… tuvo que agudizar la mirada para entender que aquel símbolo era un mapamundi. Aquello le alertó en grado sumo, máxime cuando encontró huellas recientes de pisadas sobre el camino. Fijó la mirada en dirección al pueblo, esperando ver alguna señal que delatara la existencia de personas allí abajo. Justo entonces escuchó el maullido lejano de un gato y no solo eso, sino que además le pareció percibir ciertas líneas de luz muy tenues que posiblemente dejaban escapar las rendijas de alguna ventana. No se atrevió a seguir bajando, prefirió desandar el camino y llegar hasta su familia.  

Medio adormilados, unos sonidos alertaron tanto a Bruno como a su madre. Tamara puso la mano sobre el hombro de su hijo para decirle:

  — No te preocupes es él, conozco el ritmo de sus pasos.

 Algo jadeante, Sejo entró por la abertura de la barraca, vio a la niña durmiendo a su mujer medio incorporada y a Bruno de rodillas con intención de recibirle. Se sentó disponiéndose a contarles todo lo que había observado. Escucharon atentamente las palabras de Sejo y fue Bruno el primero que se dispuso a hacer una reflexión.

-          Un mapamundi, ¿estás seguro?

-         Juraría que sí, la bandera no estaba totalmente desplegada pero toda la apariencia es de que aquello lo era.

-         El mundo sobre una bandera azul… en Ramu. Y las pisadas y la rendija de luz junto al maullar de un gato. Yo no lo pensaría más papa, deberíamos bajar.

-         Calma hijo, calma. Necesitamos más detalles para entender que no existe peligro allá abajo. Esperaremos a la luz del día y buscaremos un lugar adecuado para observar al pueblo en la distancia.

-         Me parece una buena idea.

-         Pues entonces descansemos, aún le quedan horas a la noche.

Descansaron lo justo hasta el amanecer, había cierta impaciencia en los dos hombres por averiguar qué ocurría allá abajo en el pueblo. Decidieron que se acercarían  dejando a Maia junto a su madre en la barraca. Antes prometieron a Tamara que no arriesgarían su posición, solo querían ver desde un lugar estratégico que conocían el movimiento del pueblo.

Se olvidaron de las sendas y se adentraron en el bosque hasta llegar a una roca que tenía su propio nombre, el caracol, por su forma redonda y girada. Subieron a ella y se tumbaron procurando no perfilar su figura en el fondo azul del cielo. Aunque se encontraban algo desplazados del centro del pueblo, desde su posición podían divisar una parte importante de él. Lo primero que observaron les dejó anonadados, en la periferia huertos bien cuidados y con gente trabajando en ellos. Eran las estrechas franjas en la ladera de la montaña, antaño abandonadas y presas de la vegetación. Vieron también algo que parecían invernaderos y varias balsas de agua que no estaban registradas en su memoria. Luego dirigieron su mirada al sector este del pueblo, el más próximo a su posición, y observaron mucho movimiento. Hacía tres años que no pisaban Ramu, producto de las vicisitudes que tuvieron que atravesar en Nalocebar. En invierno estaba escasamente habitado y en verano como mucho serían unas quinientas personas, ahora seguro que había muchas más. Quedaron en silencio para apreciar sonidos y escucharon los que emitían las aves de corral, ladridos de perro y voces humanas distendidas que el viento acercaba a sus oídos.

    Papá, no entiendo nada. ¿Qué demonios pasa allá abajo?, no parece el Ramu que conocemos.

    No, no parece lo mismo. Han pasado tres años… muchas cosas han debido de cambiar… Es como si se hubiera dado un salto en el tiempo pero hacia un siglo pasado.

    ¿Por qué lo dices?

    Antaño todas esas franjas estaban cultivadas, la gente vivía de eso, luego se abandonaron y ahora…

    Pero estamos en el año que estamos y las casas son las que conocemos. ¿Ves? Esa es la de Crisan, el carpintero, y aquella otra la de Tásiro.

    Es cierto… Que curioso, no hay antenas.

    ¿Qué?

    No hay antenas de T.V. sobre ningún tejado.

    Es verdad, no había reparado en eso… Tampoco veo movimiento de vehículos.

    Como que no… Mira ese.

    Parece un motocarro… pero no emite ruido alguno.

    Y sobre aquel  tejado… ¿no es una especie de antena parabólica?

    Puede ser. Hay más… fíjate. 

    … Me fijo que todas están orientadas hacia el cielo, en posición de recorrido solar.

    Creo que ya hemos visto suficiente papá, ¿que hacemos?

    De momento volver junto ellas. Luego decidiremos.

Los dos hombres bajaron de la roca procurando no quedar a la vista del pueblo. Se adentraron en el bosque para dirigirse hacia la barraca. Habían recorrido la mitad del camino, cuando oyeron pasos y voces que provenían de una de las sendas. Se agacharon y quedaron a la expectativa. Bruno alzó la cabeza por entre unas ramas para observar a cierta distancia. Lo que vio le alertó sobremanera. Volvió a agacharse para pronunciar muy bajo.

    Son cuatro hombres y van armados.


    Dios mío van en dirección a la cruz donde está la barraca. ¿Qué hacemos hijo?...

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