NOTA EXPLICATIVA
Hoy en día las editoriales se encuentran ocupadas en subsistir unas ( si no es que han desaparecido ya, o han sido absorbidas ), y las otras preocupadas en editar solo temas de alcance comercial ( sin importar, a veces, la calidad temática ). En consecuencia, los escritores neófitos, noveles o desconocidos, lo tenemos realmente crudo.
Lo que más desea un escritor es que su obra sea leída, son pocos los que escriben para sí. Gracias a la difusión a través de las redes es posible que las obras vean la luz.
Me gustaría compartir con ustedes una idea... Cada tres días ofreceré una parte correlativa de una de mis novelas. De esta manera es fácil coger el hilo en caso de interesarles la lectura, y no resultar pesado en caso de que no les atraiga el contenido. (Sean clementes, son novelas en "bruto" sin editing ni galeradas)
Las primeras páginas de mi novela: "Pueblo de Ramu", las encontrarán en las entradas de Junio pasado.
Un cordial saludo a todos.
PARTE (2)
... De
momento todo iba bien, hasta que… una sombra pareció moverse tras un portal.
Estaban seguros que era una sombra humana, porque hacía tiempo que perros y
gatos habían desaparecido. Todos la percibieron y quedaron un tanto paralizados
por ello, hasta que Sejo conminó a su hijo:
— ¡Sigue,
sigue no te detengas!
Dejaron atrás esa posible amenaza,
continuaron adelante sin pensar en nada
más que alejarse de ahí. De repente, tras la relativa tranquilidad de la
salida, el miedo se había instalado en sus corazones. Continuaron sin más
incidencias un buen número de calles. Entonces Bruno le dijo a su padre:
— A partir de aquí no se lo que nos vamos a encontrar.
Era
el límite del terreno conocido y todavía quedaba mucho para llegar a la
autopista. No obstante pudieron seguir un trecho más hasta que un bloqueo de
coches y basura les cerró el paso. Pese a esperar algo así aquello fue como un
mazazo en sus expectativas, pero no quedaba otra opción que tirar marcha atrás
y encontrar otra salida. Lo intentaron una docena de veces pero siempre se
topaban con obstáculos que se lo impedían. Llegó el momento en que se vieron
envueltos en la sensación de encontrarse en una especie de laberinto imposible
de burlar. Detuvieron el coche y
meditaron que hacer:
— Por
aquí andamos perdidos, creo que lo
mejor será llegar a las calles que conocemos
y variar la ruta.
Así
lo hicieron, volvieron a encontrar el camino despejado y continuaron sin
incidencias, hasta que al doblar un recodo reconocieron la calle en donde la
sombra apareció tras un portal. El miedo y un vago presentimiento provocaron
que el ánimo se les encogiera. No hacía falta comunicar nada, todos detectaron
que la amenaza era cierta. Tan solo a unos cuantos metros, un par de figuras
oscuras y tenebrosas les estaban cerrando el paso. Blandían algo largo y
consistente en sus manos que movían de forma amenazante. Tamara abrazó con
fuerza a su hija aún dormida y exclamó:
— ¡Dios Mio!
Bruno
detuvo el coche dudando que hacer, entonces Sejo lanzó un grito lleno de
decisión hacia su hijo:
— ¡Arranca, vamos
arranca, ya!
Bruno
pisó el acelerador a la vez que expresaba:
— ¡Los voy a atropellar!
Su
padre le quitó la duda de un plumazo:
— ¡Acaso crees que nos están dando un buen
recibimiento!
El
coche adquirió velocidad, por primera vez en todo el trayecto sonaron ruidosas
las revoluciones del motor. Las dos sombras temiéndose ver arrolladas se
apartaron lo justo para esquivar al coche, aun así alcanzaron a golpear el
cristal frontal y una de las ventanillas que se quebraron por el impacto. En
ese momento Maia se despertó asustada
explotando en un lloro. Por un momento el desconcierto se apoderó de ellos. Bruno tuvo
que sacar la cabeza por la ventanilla para poder ver el recorrido y Sejo se
giro hacia su mujer e hija para intentar calmarlas. Recorrieron a bastante
velocidad unas cuantas calles, hasta que se dieron cuenta que habían llegado a
las puertas del garaje, justo donde habían salido. El muchacho paró el coche y se
derrumbó sobre el volante. Sejo permaneció entero y con la cabeza alzada en
todo momento. Animó a su hijo tras palmearle breve-mente la espalda a la vez que le
decía:
— Vamos, vamos arriba, ahora no nos podemos
rendir.
Miró a su padre con expresión más que preocupada e hizo un gesto que indicaba bien claro,
que todos sus esfuerzos por encontrar una ruta de salida no habían servido para
nada. Tamara cuidaba de su hija, pero de tanto en tanto dirigía su mirada a los
dos hombres, procuraba mantenerse serena. Tras un minuto escaso de
incertidumbre, todos se dieron cuenta que no podían continuar allí durante
mucho tiempo, Sejo les apremió a tomar una decisión:
— Solo tenemos dos opciones, y ambas son
peligrosas. Una es volver arriba al refugio, otra continuar hasta encontrar una
ruta que nos saque de aquí.
Bruno se recuperó pronto de su turbación y
habló decidido a su familia:
— No tenemos otra opción que continuar, subir
es poco menos que suicidarse.
Entonces
Tamara les conminó a continuar,diciéndoles:
— Si esto ha de acabar que no sea en un sitio encerrados,
sigamos adelante.
Bruno
tomó raudo la iniciativa, no podían perder mucho tiempo. De un golpe hizo
saltar el cristal delantero del auto que estaba totalmente quebrado y limitaba
la visión.
— ¡Esta
bien, salgamos ya de aquí! Veréis, según yo entiendo no tiene sentido volver
hacia la autopista, iremos hacia el norte de la ciudad, nada más salir están
los túneles que atraviesan la
Sierra de La
Rossell.
Con
sumo sigilo fueron bordeando los obstáculos sin excesivos problemas, poco a
poco, calle a calle consiguieron llegar hasta las estribaciones de los túneles.
Pararon el coche ante la entrada oscura y tenebrosa que se presentaba ante
ellos. El túnel en su inicio parecía despejado, solo algún vehículo desordenado
en la entrada pero sin que impidiera el paso. No obstante, el túnel tenía tres
kilómetros de largo lo que les hizo meditar.
— Entrar
ahí, a saco es una locura, dejarme que vaya a echar un vistazo.
Sejo
adoptó una expresión preocupada pero entendió que no había otra opción, su hijo
tenía razón. Tamara solo pudo decir:
— Ten
cuidado hijo.
Abrió
el maletero, se acercó a su mochila y disimuladamente tomó el revolver que
había guardado, lo colocó en la cintura debajo de la camiseta y se orientó
hacia la entrada del túnel. Les hizo un gesto para indicarles que no se inquietaran
y se introdujo en la penumbra hasta alcanzar la zona oscura. Iba con sumo
sigilo palpando la pared, intentando apreciar si el camino para un coche estaba
despejado. Por suerte encontró los primeros metros libres de obstáculos, solo el silencio y el polvo cubrían el asfalto.
Agudizó el oído, ya había avanzado quizás unos quinientos metros. De pronto le
pareció oír extraños sonidos a lo lejos, llegaban a él desde cierta distancia y
un tanto amortiguados por el eco. Se paró, incluso decidió tumbarse al suelo
para intentar escuchar pero no logró precisar que podía ser. Continuó avanzando
a oscuras, totalmente a tientas. Notó como le estaba embargando la ansiedad,
empezó a sentirse inseguro. El miedo le tentaba. Los sonidos, en forma
esporádica seguían allí pero cada vez más cerca. Apreció como el túnel llegaba
a un recodo, al pasarlo descubrió unos reflejos y se percató de un hedor que se
iba convirtiendo en insoportable. Se detuvo, quizás sus pasos habían recorrido
un kilómetro. Dejó que sus pupilas le dieran una pista, esos reflejos solo
podían llegar de algún punto de luz. De repente escuchó un sonido que sin duda
provenía de una garganta humana. Era una voz quebrada, áspera, deformada y
totalmente incoherente. Descubrió que esos reflejos los provocaban unas
antorchas adosadas a las paredes. Ante él, una barricada formada por multitud
de coches y un par de cadáveres tumbados de mala manera sobre el asfalto.
Mentalmente pronunció:
— ¡Dios
mío, esto es una trampa!
Se
acurrucó, respiró hondo intentando despejar el susto y cuidando no tropezar ni
provocar sonido alguno empezó a retroceder. Llegó hasta la salida del túnel, se
alivió al comprobar que su familia seguía allí. Resopló al tocar el antebrazo
de su padre, y solo pudo decir:
— ¡Salgamos de aquí rápido, ese túnel es una ratonera!
El gesto de
contrariedad en toda la familia era bien manifiesto, solo Maia fiel a su corta
edad sonreía sin entender bien lo que estaba ocurriendo. No obstante, el halo
de la desesperación también parecía alcanzarle porque no se separaba ni un
milímetro del abrazo de su madre. Bruno se rascó sus cabellos negros y rizados
como buscando una solución inmediata, era sumamente peligroso permanecer allí.
Sejo también lo entendía así. Pero como casi siempre en situaciones complicadas
o al límite de lo imposible, era Tamara la que solía dar el impulso definitivo
hacia la esperanza:
— Ya nunca vamos a ir hacia atrás, solo hay un camino y lo
vamos a tomar...
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