viernes, 5 de septiembre de 2014

Novela: "Pueblo de Ramu" Parte (2)

NOTA EXPLICATIVA

Hoy en día las editoriales se encuentran ocupadas en subsistir unas ( si no es que han desaparecido ya, o han sido absorbidas ), y las otras preocupadas en editar solo temas de alcance comercial ( sin importar, a veces, la calidad temática ). En consecuencia, los escritores neófitos, noveles o desconocidos, lo tenemos realmente crudo.

Lo que más desea un escritor es que su obra sea leída, son pocos los que escriben para sí. Gracias a la difusión a través de las redes es posible que las obras vean la luz.

Me gustaría compartir con ustedes una idea... Cada tres días ofreceré una parte correlativa de una de mis novelas. De esta manera es fácil coger el hilo en caso de interesarles la lectura, y no resultar pesado en caso de que no les atraiga el contenido.  (Sean clementes, son novelas en "bruto" sin editing ni galeradas)

Las primeras páginas de mi novela: "Pueblo de Ramu", las encontrarán en las entradas de Junio pasado.

Un cordial saludo a todos.



                                                                PARTE (2)
... De momento todo iba bien, hasta que… una sombra pareció moverse tras un portal. Estaban seguros que era una sombra humana, porque hacía tiempo que perros y gatos habían desaparecido. Todos la percibieron y quedaron un tanto paralizados por ello, hasta que Sejo conminó a su hijo:

 — ¡Sigue, sigue no te detengas!

 Dejaron atrás esa posible amenaza, continuaron  adelante sin pensar en nada más que alejarse de ahí. De repente, tras la relativa tranquilidad de la salida, el miedo se había instalado en sus corazones. Continuaron sin más incidencias un buen número de calles. Entonces Bruno le dijo a su padre:

— A partir de aquí no se lo que nos vamos a encontrar.

Era el límite del terreno conocido y todavía quedaba mucho para llegar a la autopista. No obstante pudieron seguir un trecho más hasta que un bloqueo de coches y basura les cerró el paso. Pese a esperar algo así aquello fue como un mazazo en sus expectativas, pero no quedaba otra opción que tirar marcha atrás y encontrar otra salida. Lo intentaron una docena de veces pero siempre se topaban con obstáculos que se lo impedían. Llegó el momento en que se vieron envueltos en la sensación de encontrarse en una especie de laberinto imposible de burlar.  Detuvieron el coche y meditaron que hacer:

 — Por aquí andamos perdidos, creo que lo mejor será llegar a las calles que conocemos y variar la ruta.

Así lo hicieron, volvieron a encontrar el camino despejado y continuaron sin incidencias, hasta que al doblar un recodo reconocieron la calle en donde la sombra apareció tras un portal. El miedo y un vago presentimiento provocaron que el ánimo se les encogiera. No hacía falta comunicar nada, todos detectaron que la amenaza era cierta. Tan solo a unos cuantos metros, un par de figuras oscuras y tenebrosas les estaban cerrando el paso. Blandían algo largo y consistente en sus manos que movían de forma amenazante. Tamara abrazó con fuerza a su hija aún dormida y exclamó:

¡Dios Mio!

Bruno detuvo el coche dudando que hacer, entonces Sejo lanzó un grito lleno de decisión hacia su hijo:

— ¡Arranca, vamos arranca, ya!           

Bruno pisó el acelerador a la vez que expresaba:

¡Los voy a atropellar!

Su padre le quitó la duda de un plumazo:

¡Acaso crees que nos están dando un buen recibimiento!

El coche adquirió velocidad, por primera vez en todo el trayecto sonaron ruidosas las revoluciones del motor. Las dos sombras temiéndose ver arrolladas se apartaron lo justo para esquivar al coche, aun así alcanzaron a golpear el cristal frontal y una de las ventanillas que se quebraron por el impacto. En ese momento Maia se despertó asustada  explotando en un lloro. Por un momento el desconcierto se apoderó de ellos. Bruno tuvo que sacar la cabeza por la ventanilla para poder ver el recorrido y Sejo se giro hacia su mujer e hija para intentar calmarlas. Recorrieron a bastante velocidad unas cuantas calles, hasta que se dieron cuenta que habían llegado a las puertas del garaje, justo donde habían salido. El muchacho paró el coche y se derrumbó sobre el volante. Sejo permaneció entero y con la cabeza alzada en todo momento. Animó a su hijo tras palmearle breve-mente la espalda a la vez que le decía:

Vamos, vamos arriba, ahora no nos podemos rendir.

Miró a su padre con expresión más que preocupada e hizo un gesto que indicaba bien claro, que todos sus esfuerzos por encontrar una ruta de salida no habían servido para nada. Tamara cuidaba de su hija, pero de tanto en tanto dirigía su mirada a los dos hombres, procuraba mantenerse serena. Tras un minuto escaso de incertidumbre, todos se dieron cuenta que no podían continuar allí durante mucho tiempo, Sejo les apremió a tomar una decisión:

Solo tenemos dos opciones, y ambas son peligrosas. Una es volver arriba al refugio, otra continuar hasta encontrar una ruta que nos saque de aquí.

 Bruno se recuperó pronto de su turbación y habló decidido a su familia:

No tenemos otra opción que continuar, subir es poco menos que suicidarse.

Entonces Tamara les conminó a continuar,diciéndoles:

    Si esto ha de acabar que no sea en un sitio encerrados, sigamos adelante.

Bruno tomó raudo la iniciativa, no podían perder mucho tiempo. De un golpe hizo saltar el cristal delantero del auto que estaba totalmente quebrado y limitaba la visión.

 — ¡Esta bien, salgamos ya de aquí! Veréis, según yo entiendo no tiene sentido volver hacia la autopista, iremos hacia el norte de la ciudad, nada más salir están los túneles que atraviesan la Sierra de La Rossell.

Con sumo sigilo fueron bordeando los obstáculos sin excesivos problemas, poco a poco, calle a calle consiguieron llegar hasta las estribaciones de los túneles. Pararon el coche ante la entrada oscura y tenebrosa que se presentaba ante ellos. El túnel en su inicio parecía despejado, solo algún vehículo desordenado en la entrada pero sin que impidiera el paso. No obstante, el túnel tenía tres kilómetros de largo lo que les hizo meditar.

 — Entrar ahí, a saco es una locura, dejarme que vaya a echar un vistazo.

Sejo adoptó una expresión preocupada pero entendió que no había otra opción, su hijo tenía razón. Tamara solo pudo decir:

 — Ten cuidado hijo.

Abrió el maletero, se acercó a su mochila y disimuladamente tomó el revolver que había guardado, lo colocó en la cintura debajo de la camiseta y se orientó hacia la entrada del túnel. Les hizo un gesto para indicarles que no se inquietaran y se introdujo en la penumbra hasta alcanzar la zona oscura. Iba con sumo sigilo palpando la pared, intentando apreciar si el camino para un coche estaba despejado. Por suerte encontró los primeros metros libres de obstáculos, solo  el silencio y el polvo cubrían el asfalto. Agudizó el oído, ya había avanzado quizás unos quinientos metros. De pronto le pareció oír extraños sonidos a lo lejos, llegaban a él desde cierta distancia y un tanto amortiguados por el eco. Se paró, incluso decidió tumbarse al suelo para intentar escuchar pero no logró precisar que podía ser. Continuó avanzando a oscuras, totalmente a tientas. Notó como le estaba embargando la ansiedad, empezó a sentirse inseguro. El miedo le tentaba. Los sonidos, en forma esporádica seguían allí pero cada vez más cerca. Apreció como el túnel llegaba a un recodo, al pasarlo descubrió unos reflejos y se percató de un hedor que se iba convirtiendo en insoportable. Se detuvo, quizás sus pasos habían recorrido un kilómetro. Dejó que sus pupilas le dieran una pista, esos reflejos solo podían llegar de algún punto de luz. De repente escuchó un sonido que sin duda provenía de una garganta humana. Era una voz quebrada, áspera, deformada y totalmente incoherente. Descubrió que esos reflejos los provocaban unas antorchas adosadas a las paredes. Ante él, una barricada formada por multitud de coches y un par de cadáveres tumbados de mala manera sobre el asfalto. Mentalmente pronunció:

 — ¡Dios mío, esto es una trampa!

Se acurrucó, respiró hondo intentando despejar el susto y cuidando no tropezar ni provocar sonido alguno empezó a retroceder. Llegó hasta la salida del túnel, se alivió al comprobar que su familia seguía allí. Resopló al tocar el antebrazo de su padre, y solo pudo decir:

    ¡Salgamos de aquí rápido, ese túnel  es una ratonera!

El gesto de contrariedad en toda la familia era bien manifiesto, solo Maia fiel a su corta edad sonreía sin entender bien lo que estaba ocurriendo. No obstante, el halo de la desesperación también parecía alcanzarle porque no se separaba ni un milímetro del abrazo de su madre. Bruno se rascó sus cabellos negros y rizados como buscando una solución inmediata, era sumamente peligroso permanecer allí. Sejo también lo entendía así. Pero como casi siempre en situaciones complicadas o al límite de lo imposible, era Tamara la que solía dar el impulso definitivo hacia la esperanza:

    Ya nunca vamos a ir hacia atrás, solo hay un camino y lo vamos a tomar...


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