Nota: Parte 1 (junio) Partes 2/6 (Septiembre)
...— Se que Lebrid está muy mal. ¿Cuánto calculas que le queda de
vida?
Se dirigió a
Tamara… Ella vaciló un instante, pero enseguida entendió que no era necesario
evitar la realidad.
— Muy poco querida Aura, muy poco. Tiene el pulso muy débil y
respira con mucha dificultad... Le he suministrado un sedante, ahora está tranquilo pero...
— Antes de que llegarais tenía la intención de no verlo sufrir
más y de irme con él… lo entendéis.
Sejo resopló
intentando sacarse la congoja de encima, Tamara tomó la mano de Aura para que
no se sintiera sola, lo entendían.
— ? Que podemos hacer querida¿
— Tu mucho Tamara… ayudarnos ha hacer la transición sin dolor.
Ya hemos cumplido el ciclo, aquí nada nos retiene. Tenemos el premio de haberos
conocido y de saber que aún todo es posible. La esperanza es lo último
¿verdad?, pues la hemos encontrado antes de salir de este Mundo. No tenemos
miedo… Con Legrib hemos tocado mucho este tema. Siempre decíamos que iremos
justo al lugar donde estábamos antes de nacer, pero habiendo aprendido un poco
más. Nada es casual… ¿verdad?
— Verdad querida…
Unas lágrimas
de emoción resbalaron por las mejillas tanto de Sejo como de Tamara. Aura en
cambio se mantenía serena, como si se hubiera quitado un gran peso de encima y
se sintiera recompensada. Tamara, abrazó a la anciana y Sejo no pudo
evitar hacer lo mismo. En ese preciso instante, oyeron la explosión de un motor
al arrancar y un pequeño acelerón que se cortó en seguida. Aquel detalle les
volvió a la realidad de la lucha por la vida. Aura aprovechó el momento para
animarlos.
— Lo veis, lo veis… ya todos estamos dispuestos para realizar
el viaje. Vosotros a Ramu y nosotros… a encontrarnos con el gran misterio de la
existencia, a lo que es imposible renunciar, la transición, el puente que todos un día deberemos de atravesar.
Tamara sonrió, no podía hacer otra cosa. Sejo en cambio reflexionó: — que
manera más hermosa de burlar a la muerte, claro que eso solo se puede hacer si
has cumplido con la vida — ... Vieron llegar
a Bruno con rostro de satisfacción. Éste alzó el pulgar en claro signo de que
todo iba bien. Una vez se hubo serenado,
el muchacho percibió al instante que allí se había hablado sobre algo trascendente,
miró a sus padres luego a Aura como pidiendo una explicación. La anciana
comprendió la expresión del muchacho y se dirigió a él con la intención de ayudarle
a tomar una decisión.
— Bien Bruno, solo queda acabar de quitar las brozas para dar
paso al vehículo. Tenéis que hacerlo rápido y salir de aquí cuanto antes,
pronto anochecerá. Los sonidos por muy leves que sean se propagan con suma facilidad en el silencio.
Alguien puede haber percibido algo y no sería bueno para nadie que nos
encontraran.
Bruno la miró
de soslayo, bajó la mirada y le preguntó.
— y ustedes… ¿Qué va a ser de ustedes?
— Nosotros ya somos felices por haberos encontrado. Y lo
seremos aún más si lográis vuestro propósito de llegar a Ramu. No te preocupes
más… estaremos bien.
— No… no me gusta la idea de dejarlos solos.
— No hijo… no estamos solos. Es difícil de entender para un
joven con toda la vida por delante… pero nunca estamos solos ni en lo físico ni
en lo más sutil. Anda, no perdamos más tiempo, ve con tu padre a despejar la
salida.
Sejo tomó del
brazo a su hijo y lo animó a seguir las instrucciones de la anciana. Ambos se
dirigieron al exterior para acabar de desbrozar el ancho necesario con el fin de dejar paso al vehículo. Mientras se afanaban en la tarea, Bruno habló a su padre.
— Papá, que quería decir en realidad Aura con lo de que nunca
estamos solos.
— No lo sé hijo, no lo sé. Solo entiendo dos cosas: que ella
tiene el firme propósito de quedarse junto a Lebrid y eso debemos respetarlo; y
la segunda que posiblemente el ser humano perciba al estar más cerca del final,
muchas más cosas de las que suponemos.
— Pero nuestra obligación es ayudar papá, no podemos dejarlos
solos.
— Nuestra obligación es sobrevivir hijo… y respetar la
voluntad de ellos dos.
Sejo no habló
más, siguió despejando el camino. Bruno le secundó con algo más de genio, como
queriéndose sacudir ciertas incomprensiones. Cuando lo hubieron conseguido, se
dirigieron a la casa a tomar las mochilas y depositarlas en el maletero del
vehículo. Mientras tanto, Tamara dejó algo en las manos de Aura y estuvo hablando sobre lo que debía
acontecer en un próximo intervalo de tiempo. Con todo preparado, ya solo
quedaba la despedida que la anciana intentó por todos los medios que no fuera amarga.
— Tengo la agradable sensación, que cuando salgáis de aquí se
os abrirá una especie de brecha que os facilitara el rumbo. Esa brecha está
llena de luz y de esperanza… No paréis hijos, no paréis hasta alcanzar Ramu.
Todos
quisieron subir a dar un beso a Lebrid, que en un instante de lucidez aún pudo
abrir los ojos y sonreír. Aquella sonrisa, era como un síntoma de que él nunca
estuvo al margen de lo acontecido. Era como si pese a su inconsciencia, fuera
capaz de percibir lo que estaba ocurriendo las últimas horas en la casa. Luego
bajaron por la escalera de caracol y allí en la sala se abrazaron.
Descendieron por las escaleras que daban al piso inferior, Sejo no quiso mirar
atrás, Bruno aún parecía resistirse pero su padre le empujó levemente la
espalda para que continuara. La última en bajar fue Tamara con Maia en sus
brazos. La niña entendiendo que aquello era una despedida, saludó con la mano a
la anciana. En un momento determinado, Tamara se detuvo, orientó su vista y
tropezó con la mirada de Aura. Ambas sonrieron, su sonrisa era una mezcla de
complicidad, afecto y sobre todo agradecimiento. Tamara continuó bajando,
cambió la sonrisa por un suspiro y llegó hasta la altura de los dos hombres.
Aura subió con parsimonia la escalera de caracol, cerró la trampilla y tras
entrar en la estancia donde estaba su
marido, le tomó la mano y se dejó caer en el camastro.
RAMU
La noche ya se
cernía sobre el lugar, una noche oscura sin reflejos con las estrellas
brillando nítidas en el cielo, y sin la clásica contaminación lumínica de
antaño que provocaba la vida en los pueblos y ciudades. Una noche silenciosa,
llena de misterio y de dolor. Solo el viento susurraba por entre la vegetación
cercana. Miraron en lontananza y la sensación de soledad pareció desbordarse,
pero pronto entendieron que ya no existía el futuro ni las distancias, solo
cabía avanzar metro a metro, con la mente muy consciente en cada momento para
lograr el objetivo de llegar a Ramu.
Todos estaban
silenciosos, Maia volvió a dormirse. El coche al arrancar rompió el decorado
del vacío. Con las luces apagadas y bajo el brillo de las estrellas avanzaron
despacio por el camino de tierra ya descuidado y absorbido por bastante
vegetación. Solo escuchaban el rodar de los neumáticos al rozar con la tierra.
Llevaban las ventanillas abiertas para mirar de soslayo y estar atentos al
recorrido. En ocasiones, las sombras conformaban misteriosas formas que les hacían dudar. Percibían una extraña
sensación, era como si fueran animales en época de caza siendo plenamente
conscientes de ello. Los depredadores humanos eran pocos pero existían y podían
estar en cualquier lugar. Los tres estaban en tensión, esperando el momento de
encontrarse a la altura de la autopista que ya estaban divisando. Tanto Bruno
que conducía como su padre en el asiento delantero se habían olvidado del
respaldo y mantenían la espalda erguida y hacia delante para ver mejor. En un
momento dado, Sejo señaló a su hijo un lugar que parecía el indicado para
acceder a la autopista. Estaban a la misma altura y solo les separaba una valla
y los tornillos que sujetaban una de las protecciones. Bajaron del vehículo, se
dirigieron a la parte de atrás para coger las herramientas y empezaron a cortar
los gruesos alambres. Mientras tanto, Tamara permanecía en el coche cuidando a
su hija que dormía ajena a todo. De repente… algo cortó en seco sus quehaceres
y les hizo girar la vista en una única dirección. Eran ramas quebrándose por
algo que poseía cierto peso, quizás un animal… pronto salieron de dudas...
No hay comentarios:
Publicar un comentario