No lo se si va a ser esto posible, abrazar a
dos metros, besar a dos metros, acariciar a dos metros, a todos aquellos que
han estado lejos de nosotros durante estas semanas.
No se si va a ser posible, chocar la mano a
los amigos a dos metros, tomar cerveza juntos a dos metros, jugar a dos metros,
hablar a dos metros, sin un roce, sin un amago tonto de confraternización.
En el espacio de esos dos metros, puede
esconderse algo invisible y molesto, una amenaza de la que se va conociendo
poco a poco más cosas, pero que sigue siendo teóricamente peligrosa.
Menos mal, entiendo, que los afectos, los
verdaderos afectos no entienden de tiempo espacio, siempre están ahí,
sonriendo, esperando pacientes el reencuentro con el tacto, no importa las
circunstancias que los separen.
Pero insisto, va a ser difícil, muy difícil
cumplir las normas establecidas, como puedo evitar abrazar a un nieto, a un
hijo, a unos padres, a cualquier amigo o familiar que haya estado lejos de
nosotros en este tiempo. No se me ocurre más que aplicar algo que nos debieron
enseñar en la escuela de pequeños, las
reglas del sentido común y del civismo, para poder atravesar con dignidad todas
las fases de una pandemia todavía no extinguida del todo.
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