Ayer, y por primera vez en dos meses, tomé
la decisión de dejar el confort del pueblo y adentrarme en la “selva” de una
ciudad tipo medio como es Manresa para comprar algunas medicinas.
Aprecié varias cosas que me sorprendieron,
ya que no es lo mismo experimentarlo en primera persona que verlo por los
medios informativos. Respeto, sí respeto. El 80 % de la gente andaban con
mascarillas, solo algunos jóvenes iban sin ellas. Era curioso observar que los
que llevaban mascarillas andaban lento y los que no la llevaban su ritmo era
rápido, no se si porque eran jóvenes o huían de algo. Para comprar algo en
cualquier pequeño comercio, colas en la calle y con distancia de seguridad.
Y lo que más me impactó fue al entrar en el
mercado, con la mayoría de las paradas abiertas. En otras ocasiones me acuerdo
del batiburrillo sonoro, rumores variopintos
de voces encontradas en tonos medio altos, y algún que otro “alarido” de algún
vendedor que daba ritmo al entorno. Pero esta vez, silencio y murmullos. La
gente hablaba en voz baja y con pausa. Bien parecía un mercado del norte de
Europa donde el silencio es más normal.
Respeto, sí respeto más que miedo, y eso no
es malo. Claro que es inevitable una reflexión. Lo que no suelen tener el
respeto que merece esta pandemia, suelen hacer mucho ruido, demasiado. En las
ciudades grandes, donde la masificación es inevitable, “doscientas” personas
irresponsables pueden adormecer la sensación de respeto, y dejar en evidencia a
una gran mayoría que creo que si que es respetuosa. Pero es que además estos
“doscientos” pueden provocar lo que nadie desea, el rebrote.
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