martes, 19 de mayo de 2020

De banderas y cacerolas


   No se tiene constancia de que los pueblos primitivos que habitaron la península ibérica usaran este tipo de enseñas. De los romanos y visigodos se sabe que usaban estandartes o insignias. Fueron los árabes los primeros que usaron telas sujetas a palos para significar sus distintas dinastías. Durante la reconquista, los cristianos enarbolaban colores y emblemas según de que reino procedieran, empezaron a aparecer cadenas, barras, castillos, leones. En el siglo XIII Alfonso X el sabio decidió unificar algo este galimatías, la banda sería signo de monarcas y castillos y leones de reinos. Posteriormente los reyes católicos introdujeron  yugos y flechas. Felipe el hermoso, la cruz de borgoña. A partir del 1700 los Borbones introdujeron el fondo blanco. Hasta que en el 1785 Carlos III, con el fin de que los barcos en alta mar no sufrieran confusión, decidió unificar la bandera con colores de fondo a franjas rojas y amarillas.

En la primera república se mantuvieron las franjas, pero se suprimió la corona del escudo. Año 1931, segunda república se introdujo el color morado en la franja inferior para alejarse del símbolo de la monarquía. Año 1936, los sublevados recuperan la bicolor y se la apropian tras su victoria en el 1939, con la introducción de un aguilucho. Tras la transición hubo que esperar hasta el año 1981 para que se hiciera oficial el actual escudo, manteniéndose las dos franjas rojas y el amarillo

¿Que es la bandera? ¿A quien representa?... En todo caso, a un País digo yo. Nadie tiene derecho a hacerla suya de una forma particular e interesada. ¿Es que acaso solo los que la enarbolan son los verdaderos patriotas? ¿Hacer patria es mover un trapo, o acaso es otra cosa?


En cuanto a las cacerolas, pues bueno, todo el mundo las tiene. Unos las emplean directamente y otros se las quitan a sus “chachas” para montar el numerito. El caso es que cuando una pandemia viene para acorralarnos, deberíamos estar unidos, pasando de banderas y cacerolas. Unas deberían estar sujetas a las astas y las otras en la cocina. Cuando nos daremos cuenta, que la salud no distingue de colores ni de ideas.


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