Ocurrió hace unos años. Justo llegar al hogar después de haber estado un
par de días fuera, al entrar en el estudio observamos a un gorrión volando por
el espacio de la habitación. Abrimos la ventana y después de pensárselo, el
gorrión salió al exterior. Todo hacía suponer que en ese espacio de tiempo el
pajarillo había sido el dueño y señor de la casa.
La sorpresa fue comprobar como al día siguiente, al abrir la ventana del
comedor, el gorrión entró descaradamente, se colocó encima de la mesa y empezó
a picotear la primera miga de pan que encontró. Desde ese día, transcurrieron
siete años en que el gorrión asumió el rol de entender que nuestro hogar,
también era su hogar. Lo encontrábamos a todas horas, entraba por una ventana,
merodeaba, salía por otra ventana. Era un compañero habitual de nuestras
comidas, inclusive cuando llegábamos con el coche, nos estaba esperando fuera y
empezaba a revolotear alrededor como si estuviera alegre de vernos de nuevo.
Le pusimos un nombre “Jacovichi”. Un día el gorrión dejó de venir, es de
suponer que cumplió su ciclo vital. Creo que aquel gorrión tendría el nido muy
cerca de casa y que a su vez entendió que en nuestro nido también era muy bien
acogido.
Esta historia me da pie a pensar la importancia del hogar, del que tanto
hemos “disfrutado” estas últimas semanas. Y a la vez no puedo dejar de pensar
en todos aquellos que no lo tienen y están pasando esta cuarentena con
tremendas dificultades, y esto está ocurriendo en cualquier parte del Mundo.
Por lo tanto, considerémonos afortunados todos aquellos que entendamos, lo que
es un hogar.
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