martes, 12 de mayo de 2020

¿Premonición? (Fase 1, pandemia)

   Cuantas veces habremos oído hablar de premoniciones, más en fase de preocupación. Y es lógico porque las premoniciones suelen ser advertencias previas para el futuro. Antes de que nada se produzca, se advierte, aconseja, se recuerda algo, incluso se amonesta sobre situaciones que pueden orientarnos hacia cierto desenlace nada grato.
Me atrevo a contar una anécdota: Escribo desde hace tiempo, lo cual provoca que ya lleve varias novelas concluidas. Los editores y yo debemos andar en ondas distintas, por lo cual cuando una novela no es aceptada, suelo encuadernar dos o tres unidades, y sigo escribiendo que es lo que más me gusta.
Ocurre que uno de estos días abrí una de mis novelas por las primeras páginas y me encontré con lo que a continuación podéis leer, si os apetece. (Novela: “Pueblo de Ramu”, escrita hará unos diez años).


…Llevaban tres largos meses en esa situación, sin salir del piso mas que de forma esporádica en busca de algo que les fuera útil. Exponían su integridad física lo justo y necesario, porque en cualquier instante podían encontrar la perdición.  Tamara, la madre, era médico. Trabajó arduamente junto con su equipo para contrarrestar las  epidemias, lo hizo mientras aún había sentido para ello. Hasta que no le quedó más remedio que huir el día que el descontrol se apoderó de todo. Ella era la vigía de  la salud de toda la familia, y pese a su fortaleza  iba perdiendo dosis de su entereza a medida que pasaban los días, por eso solo tenía una idea en su cabeza, llegar a Ramu. Solo Maia, la pequeñita de la familia, mantenía un ápice de alegría y jovialidad propio de sus tres años, representaba la fuente de la esperanza, y lo fue desde el día que decidieron concebirla tardíamente pese al mal panorama social que enturbiaba sus vidas. Fuerte, inquieto y nervioso por naturaleza, bregado en las dificultades pese a su juventud, a Bruno le costaba mantener la calma. Estudiaba en la facultad de Historia hasta que los sucesos originaron el caos, aun siendo un excelente atleta prefería la practica del montañismo, habiendo hollado montes importantes. El era quien arriesgaba más cuando había que salir por necesidad, quien más alentaba y animaba a escapar de allí.
    Eran ya muchas las semanas sin electricidad y sin que funcionaran los sistemas de comunicación. Aquella noche, toda la familia, contemplaron como el pabilo de su última vela se extinguía. Sin duda era la señal que estaban esperando, había llegado el momento de prepararse para intentar llegar a Ramu donde tenían una casa, un pequeño pueblo enclavado en un macizo montañoso a unos doscientos kilómetros de la ciudad y escenario de los mejores recuerdos de sus vidas.
    Llevaban tiempo planeándolo. Iban a intentar salir de la ciudad en coche. Para ello, guardaban un bidón de 20 litros de gasolina que Bruno había conseguido extrayéndola poco a poco de diferentes vehículos abandonados. En el garaje ubicado en los sótanos del edificio, uno de los vehículos ya sin dueño había sido elegido para ocuparlo. Llevarían consigo lo imprescindible, sobre todo el agua y las últimas provisiones. Calzado fuerte y resistente y ropa la justa y necesaria para un clima seco, cálido y casi irrespirable. Todas las medicinas que pudieron recopilar. Nada de recuerdos, el instinto de sobrevivir se encargaba de centrarlos en cada minuto, cada segundo del presente era como si fuera el último de sus vidas. El dinero y las pocas joyas que poseían, era inútil llevarlo pues había perdido todo su valor. Sabían por lo observado que solo la comida, la bebida, medicinas, gasolina y armas era lo más necesario y buscado, pudiendo incluso peligrar sus vidas si alguien descubría que ellos disponían de algo así. La mayor parte de esas pertenencias, menos el oso blanco de peluche con el que Maia se abrazaba al sueño cada día, fueron introducidas en tres mochilas y las dejaron preparadas esperando el momento de salir.

    Sejo era biólogo y sus últimos días de trabajo los había pasado en el laboratorio de la universidad donde impartía una cátedra. Era conocedor en primera persona y sabía demasiado sobre las epidemias que asolaron la ciudad, la peor una determinada gripe que originó una pandemia, ese era el motivo por el cual tuvo que huir precipitadamente y refugiarse con su familia. Desde que el caos se apoderó en primera persona de todo el orden establecido y produjo…


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