Cuantas veces habremos oído hablar de
premoniciones, más en fase de preocupación. Y es lógico porque las
premoniciones suelen ser advertencias previas para el futuro. Antes de que nada
se produzca, se advierte, aconseja, se recuerda algo, incluso se amonesta sobre
situaciones que pueden orientarnos hacia cierto desenlace nada grato.
Me atrevo a contar
una anécdota: Escribo desde hace tiempo, lo cual provoca que ya lleve varias
novelas concluidas. Los editores y yo debemos andar en ondas distintas, por lo
cual cuando una novela no es aceptada, suelo encuadernar dos o tres unidades, y
sigo escribiendo que es lo que más me gusta.
Ocurre que uno de
estos días abrí una de mis novelas por las primeras páginas y me encontré con lo
que a continuación podéis leer, si os apetece. (Novela: “Pueblo de Ramu”,
escrita hará unos diez años).
…Llevaban tres largos meses en esa situación, sin
salir del piso mas que de forma esporádica en busca de algo que les fuera útil.
Exponían su integridad física lo justo y necesario, porque en cualquier
instante podían encontrar la perdición.
Tamara, la madre, era médico. Trabajó arduamente junto con su equipo
para contrarrestar las epidemias, lo
hizo mientras aún había sentido para ello. Hasta que no le quedó más remedio
que huir el día que el descontrol se apoderó de todo. Ella era la vigía de la salud de toda la familia, y pese a su
fortaleza iba perdiendo dosis de su entereza
a medida que pasaban los días, por eso solo tenía una idea en su cabeza, llegar
a Ramu. Solo Maia, la pequeñita de la familia, mantenía un ápice de alegría y
jovialidad propio de sus tres años, representaba la fuente de la esperanza, y
lo fue desde el día que decidieron concebirla tardíamente pese al mal panorama
social que enturbiaba sus vidas. Fuerte, inquieto y nervioso por naturaleza,
bregado en las dificultades pese a su juventud, a Bruno le costaba mantener la
calma. Estudiaba en la facultad de Historia hasta que los sucesos originaron el
caos, aun siendo un excelente atleta prefería la practica del montañismo,
habiendo hollado montes importantes. El era quien arriesgaba más cuando había
que salir por necesidad, quien más alentaba y animaba a escapar de allí.
Eran ya
muchas las semanas sin electricidad y sin que funcionaran los sistemas de
comunicación. Aquella noche, toda la familia, contemplaron como el pabilo de su
última vela se extinguía. Sin duda era la señal que estaban esperando, había
llegado el momento de prepararse para intentar llegar a Ramu donde tenían una
casa, un pequeño pueblo enclavado en un macizo montañoso a unos doscientos
kilómetros de la ciudad y escenario de los mejores recuerdos de sus vidas.
Llevaban
tiempo planeándolo. Iban a intentar salir de la ciudad en coche. Para ello,
guardaban un bidón de 20
litros de gasolina que Bruno había conseguido
extrayéndola poco a poco de diferentes vehículos abandonados. En el garaje
ubicado en los sótanos del edificio, uno de los vehículos ya sin dueño había
sido elegido para ocuparlo. Llevarían consigo lo imprescindible, sobre todo el
agua y las últimas provisiones. Calzado fuerte y resistente y ropa la justa y
necesaria para un clima seco, cálido y casi irrespirable. Todas las medicinas
que pudieron recopilar. Nada de recuerdos, el instinto de sobrevivir se
encargaba de centrarlos en cada minuto, cada segundo del presente era como si
fuera el último de sus vidas. El dinero y las pocas joyas que poseían, era
inútil llevarlo pues había perdido todo su valor. Sabían por lo observado que
solo la comida, la bebida, medicinas, gasolina y armas era lo más necesario y
buscado, pudiendo incluso peligrar sus vidas si alguien descubría que ellos
disponían de algo así. La mayor parte de esas pertenencias, menos el oso blanco
de peluche con el que Maia se abrazaba al sueño cada día, fueron introducidas
en tres mochilas y las dejaron preparadas esperando el momento de salir.
Sejo era biólogo y sus últimos días de
trabajo los había pasado en el laboratorio de la universidad donde impartía una
cátedra. Era conocedor en primera persona y sabía demasiado sobre las epidemias
que asolaron la ciudad, la peor una determinada gripe que originó una pandemia,
ese era el motivo por el cual tuvo que huir precipitadamente y refugiarse con
su familia. Desde que el caos se apoderó en primera persona de todo el orden
establecido y produjo…
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