domingo, 17 de mayo de 2020

La tormenta, en la Pandemia


Ayer cayó sobre nosotros una espectacular tormenta. El cielo se tornó oscuro, las nubes se fueron apretando a la vez que crepitaban en un concierto sonoro que anunciaba lo que a continuación iba a caer. Y cayó, agua, piedra, acompañada de un viento iracundo. Luego poco a poco, la piedra dejó paso a la lluvia persistente y algo más equilibrada, hasta que dejó de llover.

Hoy luce el sol, el clima es templado, agradable, dentro de un día luminoso, tal cual es la primavera. Por la riera que nos acompaña, el agua discurre serena, cantarina y alegre. Y los pájaros después del susto van recomponiendo sus hábitats, y buscando algún pajarillo de corto vuelo que cayó del nido.


Pronto llegó a mi mente un parangón, y si la “tormenta” virulenta que nos acompaña fuera eso. Si después de que el cielo se cerrara, volviera a abrirse para decirnos que lo peor ha pasado. Quien sabe, si esto será así. Lo único que me preocupa, es que la primavera no es eterna, y la amenaza de las tormentas siempre existirá. Así es la vida, nuestra vida, llena de contrastes, amenazas y también alegrías.


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