jueves, 24 de julio de 2014

Fábula: El árbol de los problemas

Un problema, dos, tres, cuatro...acumulación de problemas, y con ellos cargados a la espalda me dirijo a casa. Mi mujer me observa al llegar y pregunta: ¿Estás bien, que te ocurre?. Con mi amplia joroba, la cara desencajada y un humor de mil demonios, le respondo mal, muy mal. La comunicación se rompe, ella se aparta y yo me amargo.

Al día siguiente añadí un problema más a mi pesada carga, y con ese bagaje seguí el camino a casa... ni falta hace decir lo que ocurrió. Ella se aparta y yo me amargo. La variante es que ella también se amarga.

Otro día más... los problemas no se han ido. No obstante soy consciente de que me estoy equivocando, algo en mí no acaba de funcionar. Yo no he generado los problemas, simplemente ellos me llegan y me cargan, me anulan, me agobian.

Camino a casa decido parar el coche en la carretera, junto a un majestuoso árbol. Opto por descansar un rato al abrigo de su sombra. Noto como me pesan los problemas e intuyo lo que puede ocurrir si sigo así... De repente oigo: "Psiiii .Psiiii"... alguien me está llamando, ¿pero quien?, no alcanzo a verlo. Con asombro compruebo que es el árbol quien intenta comunicar conmigo... Alucino, no es posible. Pero algo me retiene. Estoy tan agobiado... que decido escuchar.

- No eres el primero que se para aquí
- Vale sí, pero ¿que quieres?
- Tus problemas... mejor dicho, si quieres puedes dejármelos hasta que mañana vuelvas, estoy          acostumbrado.
- No me importaría con la condición de que te los quedaras de por vida.
- Un tanto egoísta... ¿no te parece?. La condición es que los dejes y mañana al pasar por aquí de      vuelta a    tus ocupaciones los recoges.
- Muy listo tú... ¿y que gano con ello?
- Evitas llevártelos a casa, eso es un gran que.

Recapacité por un rato... y se impuso la cordura. No perdía nada por intentarlo. accedí y le dejé al amable árbol todos mis problemas, aceptando la condición de volverlos a recoger al día siguiente. Libre, descargado, aliviado me dirigí mucho más tranquilo a casa. Mi mujer lo notó en mi semblante, se abrió la comunicación y se relajó el ambiente.

Amaneció... tomé el coche camino del trabajo. Durante el trayecto estuve tentado de pasar de largo. Pero ese no era el trato, así que paré junto al árbol y me apresuré a recoger los problemas. Gran sorpresa, él árbol me los devolvió, pero éstos eran menos de los que entregué.

- Cómo es posible... yo te dejé muchos más que estos.
- Sabía que lo dirías... los que faltan simplemente se difuminaron, los que se quedan son los que están  pendientes de solucionar. Por cierto... no te olvides de dejar por aquí la carga cuando estés de vuelta... si quieres.

y quise... claro que quise.   


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