Mi mente deja de cabalgar
cada mañana al alba.
El auto empieza a rodar
por las curvas tranquilas
y yo me dejo ir…
Capto, siento, presiento
lo que no puedo ver.
Hablo aunque no pueda oír
y percibo esas presencias
que tanto ayudan a existir.
El puente está tendido,
la mente ya más serena.
Ella, que nunca está ausente
si está calmada, no miente.
Y es entonces cuando entiendo
que no, que no estamos solos.
Tan solo puede hacer falta
quitar ese estúpido velo,
que tanto enturbia a la mente.
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