Llueve, el agua fina y limpia salpica los vidrios y empapa la
tierra. Quietud, silencio entre las paredes de la sala. No, no existe el
silencio, mis oídos vibran al compás del cielo y los truenos anuncian al sol
tras las nubes. Hoy estamos quietos, mañana quien sabe. Puedo acercarme al
corazón de todos, puedo sonreír junto a ellos y abrazar su ánimo. Hablamos,
callamos, miramos, sentimos, jugamos con los latidos que impulsan nuestros
pasos. En cada uno un Dios pleno de fuerza y también un Diablo que retuerce la
serenidad. Como decir que somos iguales si nadie se parece. Como hacer para
estar próximo si luego nos separamos. En cada uno una historia, en cada
historia un fluido. Yo tengo la llave que abrió mi vida, yo conozco los secretos
para no pensar en nada y a nadie más le sirve. Pero mi mano se tiende, mi
corazón se anima cuando encuentro una sonrisa, un gesto, un misterio.
Siguen los truenos, sigue el son tras las nubes y la lluvia fina juega con los niños. El humo del incienso perfuma el aire. Unas manos y una piel se confunden. Alguien duerme, otro escribe, y aquel lee. Cada uno en su sitio y el sitio es de todos. Cuerpos tendidos en el aire, sueños vacíos. Rostros hermosos, relajados. La música llega suave y el sol parece descansar. Palabras calladas que lo dicen todo.
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