...
—
Te lo resumiré con el resultado del juicio… El que
no debería estar ahí, absuelto. Mis tres compinches condenados por homicidio grave
a quince años. Yo condenado a seis años de privación de libertad, con el
atenuante de arrepentimiento, buena conducta en el ejército y confesión
voluntaria…Pero con un agravante para mí, no tendría derecho a rebajas de pena
debido a mis antecedentes.
—
Ostras… seis años en la cárcel pues.
—
Sí, seis años en la trena.
—
Que fuerte…
—
Como siempre… depende de cómo te lo tomes.
—
No te entiendo.
—
Bueno, tiene que ver con los códigos morales de los
individuos.
—
No se que quieres decir Raúl.
—
Todos somos seres humanos, todos. No existe tanta
diferencia entre unos y otros. Para que lo entiendas, en la cárcel existen una
serie de códigos. Por ejemplo: están mal vistos los chivatos, los violadores y
asesinos de niños, los asesinos de ancianos, los violadores y asesinos de
mujeres… y paro. En cambio, tan pronto como circuló en la cárcel mi actitud en
el juicio, pues pasé poco menos que a ser respetado en grado sumo. Mi estancia
en la Legión, pues también sumó puntos.
—
Ya… pero eso no evita que sigas en la cárcel.
—
Claro… pero en la cárcel puedes mal vivir, o
simplemente vivir. Es mejor quedarse con lo segundo.
—
Y pasaron los seis años supongo…
—
Sí claro… y los cuarenta y siete hasta llegar aquí…
¿Tú crees que es esa una pregunta inteligente?
—
Bueno… quiero decir: ¿Qué hiciste en la cárcel,
como fue tu vida ahí?
—
Eso ya está mejor…porque si te cuento todo esto
será por alguna razón.
—
Supongo…
—
Supones bien…Lo resumiré buscando aquello que
considero más interesante. Al salir de los seis años de cárcel, lo hice con la
licenciatura de Derecho.
—
Ostras… ¿eso quiere decir?
—
¿Tú que crees?
—
Pues que…
—
Pues eso… que le eché cojones a la vida y no me
arrugué. Ahí en la cárcel tienes todo el tiempo del Mundo para aprovecharlo
como te convenga, máxime ni nadie osa tocarte las narices y te respetan.
—
Abogado…
—
Cierto, Salí de ahí con veintiséis años, abogado y
con experiencia añadida en todo tipo de delitos. La cárcel puede ser una
excelente escuela para eso.
—
Estoy alucinando contigo Raúl…
—
Lástima que yo no pueda decir lo mismo de ti.
—
Ya…
—
Anda, explícame una cosa…
—
El que…
—
¿Tan negado eres con los estudios?
—
¿Lo dices porque tú has demostrado no serlo?
—
Quia… lo digo porque no me creo que seas tan
negado.
—
Pues lo soy… no tengo la cartilla escolar aquí,
pero sí te la pudiera enseñar seguro que te asustarías.
—
Siempre existe una razón… la mía fue aprovechar el
tiempo y sacarle rendimiento, que conste que no soy el único delincuente en el
Mundo que se ha sacado una carrera en la cárcel. Me falta saber tus razones
para ser tan negado.
—
¿Distraído quizás?
—
Hombre… estamos avanzando. Si yo estoy pelando una
patata y veo como vuela una mariposa alrededor, la mariposa me está distrayendo
de lo que estoy haciendo… ¿lo coges?
—
Creo que sí.
—
Entonces, ¿en que piensas cuando deberías estar
atento en los estudios?... ¿que es lo que te distrae?
—
Creo que mis
pensamientos, mis ideas…
—
Ya… Deben de
ser sublimes esos pensamientos, esas ideas…
—
Pensar que el
Mundo es una mierda, ¿es sublime?
—
Puede serlo si
encuentras razones para ello…
—
Razones a
montones… la vida no me está tratando nada bien…
—
¡Jaaa!...
serás “capullo”… es que no te enteras de nada, de nada. ¡Venga ya!, esas no son
razones…Anda, dime algo que sea interesante, que te convenza y me convenza.
—
Bueno… como no
me gusta lo que veo… pues me invento situaciones más agradables, imagino cosas
y las escribo. Solo así me encuentro distinto.
—
Para el carro
muchacho…esto ya está mejor. Dices que imaginas cosas y las escribes… anda,
demuéstrame que eso es verdad.
—
Tengo un
cuaderno en la mochila…
—
Te importa
enseñármelo.
—
Son cosas
personales…
—
Mi vida
también es personal y te la estoy contando.
—
Está bien…
pero por favor, no te cachondees de mí.
—
Te cachondeas
acaso tú de mí, de un pobre viejo que no se aguanta los pedos y que te está
contando batallitas.
—
Sabes que no
Raúl.
—
Pues entonces
no te cortes… Acuérdate de que estamos en una tregua.
Dudando, temblando por una extraña emoción, saqué
de mi mochila el cuaderno donde yo solía escribir mis percepciones, mis poesías
y se lo ofrecí a Raúl, con un punto de vergüenza. Abrió el cuaderno, lo ojeó y
sin más en voz alta leyó algo de lo que ahí estaba escrito:
“…Después de
más de setenta años terrestres, un suspiro en la vida del Principito decidió
volver a ver como estaban las cosas ahí.
Al acercarse, contempló como la Tierra aún emitía su
impresionante brillo azul destacando sobre la negrura espacial, un planeta
realmente hermoso… Pero él ya conocía la Tierra y sabía bien lo que contenía, por eso
quiso saber si aún existía la flor, el zorro, el cordero, el baobab, la
serpiente, se alegró a comprobar que aún estaban… pero algo había cambiado y lo
detectó enseguida porque no existían los faroleros y los geógrafos ya no
ejercían como antaño, normal se dijo, todo cambia, todo está en movimiento…
Los príncipes de las estrellas aceptan las cosas como son, en
consecuencia no se extrañan ni se ponen tristes, si acaso lo lamentan por los
seres humanos…esto viene a cuento, porque observó que los reyes, los vanidosos,
los borrachos bien sean de gloria o de alcohol, los hombres de negocios viles y
los mercaderes de esclavos no habían desaparecido, sino por el contrario
aumentado. Observó también el gran avance en la tecnología y el poco o nada
progreso en humanidad. En ese hermoso
planeta todavía existían las desigualdades tremendas, el hambre, las guerras,
los fanatismos, el turbio enfoque de las religiones, el horrible deterioro de
la naturaleza y el flaco porvenir de muchas especies animales…”
—
¿Esto lo has escrito tú?
—
Pues claro, ¿quien sino?... es un trabajo sobre el
principito que nunca entregue.
—
¿Y eso…?
—
Porque me daba vergüenza… y porque no es eso lo que
quería el “profe”.
—
¿y que es lo que quería el “profe”¿
—
Pues que hiciéramos un resumen sobre el principito…
y eso no es un resumen.
—
¿Y no lo entregaste?
—
No…
—
¿Y…?
—
Pues un “cate”
—
Vale… ¿puedo seguir leyendo?
—
Claro…
Como el capullo de seda
que deja
paso a la mariposa.
Como las bayas oscuras
que
liberan al exquisito jazmín,
dejemos
que las rosas
se abran
por si solas,
tiempo
habrá para el color,
para el
deleite del perfume,
para
sentir, que todo es amor.
—
¿También eres poeta?
—
Bueno… ¿si eso es ser poeta?
—
Sabes escribir… ¿Cómo has aprendido?
—
Leyendo, leyendo mucho. Cuando murió mi abuelo, mis
padres recogieron un montón de libros que él tenía en las estanterías. Los
guardaron en cajas y los iban a tirar, pero conseguí que se quedaran en mi
habitación.
—
Interesante… Acabamos de descubrir algo interesante.
Puedes matricularte en la escuela de la vida, es más importante de lo que crees.
—
¿Qué quieres decir?
—
Que tienes un don y para nada le has dado
importancia.
—
Pero de eso no se vive, ni se aprueba, ni te
aprueba la familia… todos ellos quieren resultados y los resultados están en la
cartilla escolar...cuando digo que no me entienden y soy un inadaptado, y
recibo reprimendas, castigos, insultos menosprecios… será por algo.
—
Pobrecito… no me das lástima en absoluto. Anda…
¡levántate de una vez, muestra tu orgullo!
—
Y eso… ¿Cómo se hace?
—
Simplemente dejando de huir, enfrentándose a la
vida y dando valor a lo que sientes.
—
Ya… a ti todo te parece fácil.
—
Serás…”gilipuerta”…Anda, vuelve a repetir lo que
acabas de decir…
Me quedé un buen rato pensativo…”Cierto día,
leyendo, pues descubrí una palabra que me llamó poderosamente la atención. Su
significado era justamente lo que yo más necesitaba y para nada me parecía
haber recibido…”Empatía”. Sin embargo, ahora, en mi presente, la estaba
redescubriendo. Creo que empezaba a entender a Raúl, aunque no quisiera
demostrarlo… y él, pues sí, por supuesto que me estaba entendiendo… eso debería
de ser la empatía…Reaccioné de inmediato.
—
Lo siento… creo que me estoy equivocando contigo.
Lo que ocurre, es que no se, no se como se hace eso de dejar de huir y
enfrentarse a la vida.
—
¿Cuándo crees que uno deja de huir.
—
Ni idea…
—
¿Puedo seguir…?
—
¿Seguir el qué…?
—
Contándote batallitas, digo.
—
Pues claro…
—
¿Donde estábamos…?
—
Saliste de la cárcel siendo abogado…
—
Ah sí…Vale. ¿Sabes?, Poco tiempo después, volví a
visitar la cárcel.
—
Para ayudar a un preso como abogado supongo.
—
Supones mal muchacho… volví a la trena enchironado.
—
No lo entiendo, ¿por qué volviste a delinquir?
—
Eso díselo al “Tio Paco” y compañía.
—
El “Tio Paco”… ¿Quién es ese?
—
¿Qué tal vas de Historia de España, muchacho…?
—
Fatal, ya te lo he dicho.
De repente se me encendió una lucecita… y capté el
mensaje. “Tio Paco”, pues el General Franco, el Dictador, creo que se llamaba
Francisco…
—
Raúl, ¿te refieres a Franco?
—
Claro… y por cierto, ¿tienes idea de lo que es una
dictadura?
—
Pues mira, pues sí… es algo parecido a lo que me
ocurre, no puedo hacer lo que yo quisiera, porque se me exige que haga lo que
los demás quieren…
—
¡Jope!… acabas de aprobar en sentido común.
—
Déjate de coñas y continúa, por favor.
—
Vale…Ahí va una de Historia, si acaso. Cuando salí
de la cárcel con el título de abogado, pues me tuve que buscar la vida, como
siempre. Yo un exdelincuente, ni idea que me admitieran en los bufetes
clásicos. En consecuencia decidí actuar o ayudar a los casos imposibles. Si a
eso añadimos que era un rebelde antisocial o antisistema de aquella época, pues
me dediqué a defender casos relacionados con la represión de la dictadura… y
claro, allí entraban obreros que hubieran tenido el atrevimiento de generar
paros, gente afiliada a partidos prohibidos como el Partido comunista o
socialista, Gente que hubiera tomado la iniciativa de protestar en la calle,
etc. En el año 1963, se sacaron de la manga el T.O.P. (Tribunal del orden
público), como se sacaron de la manga multarme por obra de ese tribunal, por
colaborar con esa clase de “chusma” como la dictadura catalogaba a esa gente.
Resultado, tenía que pagar 500.000,— pts. de esa época, a lo que habría que
añadir el 50% por tener antecedentes delictivos, en suma 750.000,— pts.
Muchísimo dinero que por supuesto no tenía… ¿resultado?
—
A chirona otra vez…
—
Lo has pillado…ósea que de fácil nada, muchacho.
—
¿y cuando saliste de la cárcel?
—
Sigo con la Historia… Murió el “Tío Paco”, llegó la transición a una “llamada”
democracia y con ella, lo tengo muy fresco en mi memoria, la “Ley de amnistía
46/1977 del 15/10”. Me pilló de lleno porque estaba considerado como un preso
político, y salí a la calle poco menos que como un héroe, junto con otros
presos que luego llegaron a tener importantes cargos políticos y sociales en
este País.
—
¿Cuántos años tenías?
—
Andaría por los 32...pero date cuenta, que de
ellos, más de 20 los pasé recluido, si tenemos en cuenta los años de
reformatorio.
—
Bestial… para alguien como tú que no parece un mal
tipo.
—
Pues así es la vida muchacho, o la tomas, o la
dejas. Por cierto, volvamos a lo que es tu vida…creo que existe algo que no me
cuadra.
—
Te podrían no cuadrar muchas cosas, mi vida es una
mierda.
—
Quieres dejar de lloriquear muchacho. Mira, creo
que tú no eres un desastre en los estudios solo por distraerte de ellos. Eso
pudiera ser una consecuencia, falta el motivo y no es porque seas falto de
entendederas, hay algo más que no me has contado...
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