... Tomamos una senda en dirección al sur, yo llevaba
una camisa que me venía ancha, y que Raúl me dio porque la mía estaba arruinada
por los continuos enganchones, de mis pantalones aún podía aprovechar algo. Él
iba delante marcando el paso con su intermitente cojera. Nos acompañaba un día maravilloso, pleno de
luz que invitaba al optimismo. No tardé en darme cuenta que Raúl iba a cambiar
por completo su discurso. Empezó por discernir sobre lo que él consideraba mi
don para con la escritura y los valores que podrían servirme para el futuro.
Era como si quisiera insuflarme ánimos para una batalla, que sin duda tendría yo
que librar.
—
Supongo que no te vas a rendir… vas a seguir
estudiando.
—
¿Eso es una pregunta, o una aseveración?
—
¿A ti que te parece?
—
No lo se… no tengo ni la más remota idea de que va
a ser de mí mañana mismo.
—
Será lo que tu quieras ser… acaso depende de
alguien más.
—
Toma… pues claro que sí. Yo que se lo que me
espera, no tengo claro que todo dependa de mí.
—
“Juventud divino tesoro, te vas para no volver”,
como dijo…
—
Rubén Darío…”Cuando quiero llorar no lloro y a
veces, lloro sin querer”.He leído algunos poemas suyos… sí, pero como
siempre no se a donde quieres ir a parar.
—
Que yo sepa, solo se es joven una vez, aprovéchalo
Daniel.
—
Ya…
—
¿Qué más has leído?, si se puede saber.
—
Vale… ya veo que no te crees que haya leído mucho.
—
Como siempre tú tan optimista…pues claro que me lo
creo, ¡anda, suelta!
—
Pues te puedo explicar, que muchos de esos libros, no
todos, son antiguos. Mi abuelo los forró con papel crema, supongo que para
protegerlos. De tal manera que cada vez que abría uno de ellos era una
sorpresa. Recuerdo que el primero que leí fue: “Siddharta” de Hermann Hess. No
se si te suena… es la historia de un joven en busca de la sabiduría.
—
Por supuesto que me suena… yo soy casi tan viejo
como ese libro, bueno, no tanto… ¿Alguno más?
—
Me acuerdo del segundo. Me llamó la atención porque
era un libro pequeño: “Juan Salvador Gaviota” de Richard Bach… es sobre una
gaviota que aprende a volar.
—
Interesante… Venga va, un tercero.
—
Pues mira por donde otro libro pequeñito, y tú ya
has leído una versión.
—
No será…“El principito” de Antoine de
Saint—Exupéry… no falla. Bien, bien, como ves me lo creo. Y te diré uno cosa
que considero interesante. No se nada de tu abuelo, pero no me extrañaría que a
través de sus libros, parte de su esencia se haya traspasado a ti.
—
Ya estás otra vez con tus rarezas… perfecto, he
leído un puñado de libros, y a mi abuelo apenas tuve oportunidad de conocerlo,
pero todo eso… ¿de que me va a servir cuando lleguemos a toparnos con la
Guardia Civil?
—
En ese
momento de nada por supuesto…y de nada te servirán como no espabiles.
—
Mejor lo dejamos aquí…mejor que no me taladres con
tus teorías.
—
Está bien,
está bien… corro un tupido velo, al fin y al cabo todo depende de ti.
—
¿Qué depende de mí…?
—
Que te enteres de una vez de quien eres y a qué
puedes llegar.
—
Vale… cuando me entere, te aviso.
Cierto, adopté un tono enfadado, no se a que venían
a cuento esas monsergas… lo que importa es lo que importa y ya está. Hablar de
mi futuro, zarandajas. Mi mente solo estaba ya en lo que tendría de decirle a
la Guardia Civil cuando nos encontraran…Pero Raúl parecía estar para otra cosa.
—
Yo de ti me inclinaría por las letras…
—
¿De que hablas, de que letras?
—
Entiendo que has suspendido todas las asignaturas
de bachillerato, ¿supongo que de primero?
—
Sí… ¿y?
—
Supongo que estudiarías el de letras o como se
diga ahora.
—
Vale, ya te entiendo, Humanidades… o bachillerato
humanístico y ciencias sociales.
—
Pues eso… de
letras.
—
Vale, de letras… ¿y qué?
—
Oye Daniel, no te estarás poniendo un tanto chulito
conmigo… yo creía que eras apocado.
—
Lo siento… pero es que eso no importa ahora, de
aquí a unas horas nos va a coger la Guardia Civil… ¿es que no lo entiendes?...
de eso debemos preocuparnos y no de letras y no se que de letras.
—
Que yo sepa no has cometido, mejor dicho, no hemos
cometido ningún delito. Lo que has hecho está tipificado como un abandono de
hogar… y además eres menor de edad, podrás seguir como corresponde bajo la tutela
de tus padres. Ya hemos hablado de eso, no te parece… y a mí no me metas en
líos, yo solo te he ayudado.
Creo que sí, que me estaba pasando de rosca. Raúl no
solo me estaba intentando ayudar, sino que ya me había ayudado lo suficiente,
incluso podía haberme salvado la vida, y yo no estaba actuando bien… pero me
encontraba muy nervioso por lo que pudiera ocurrir en las próximas horas. El
sin duda lo notó y paró la marcha, supongo que para tranquilizarme. Me tomó por
los hombros con esa suavidad que ya conocía y me dijo:
—
Daniel… no estés tan ofuscado… todo irá bien. Ya lo
verás.
—
¿Seguro?
—
No puede ser de otra manera… cálmate. Es importante
que nos vean serenos, cuanto más serenos, mejor. Cuando nos encuentren, tú todo
lo que tienes que hacer es mostrar arrepentimiento, yo te ayudaré. Estaré
contigo en todo momento hasta que se aclare la situación, ¿vale?
—
Vale, supongo… que, serás mi abogado.
—
No lo dudes, aquí me tienes.
Los dos nos reímos un rato por mi ocurrencia, fue
un perfecto momento de distensión. Lo cierto es que aquellas palabras me dieron
tranquilidad y me insuflaron el suficiente ánimo como para afrontar el resto
del trayecto con cierto optimismo. Seguimos caminando hasta encontrar una
amplia vereda, que en media hora nos llevó a pie de carretera. Ya solo quedaba
seguir por el asfalto unos cuantos kilómetros hasta llegar a Mozarrejo.
Habríamos andado apenas unos tres kilómetros cuando
ocurrió algo extraño. Un coche estaba parado al borde de la carretera junto a
un camino. El conductor estaba de pie apoyado en la parte delantera del auto
fumando un cigarrillo. Cuando pasamos por su lado le saludamos, el nos miró
fijamente, sobre todo a mí. Al mirar hacia atrás, observamos como tiró el
cigarrillo al suelo, lo pisó, se montó en el coche y salió disparado en la
dirección que ambos íbamos.
Apenas quedaban unos cientos de metros para
encontrar la bifurcación que nos llevaría al pueblo, incluso ya podíamos
observar las primeras casas a lo lejos. De repente, el sonido estridente de una
sirena llegó a nuestros oídos, a la vez que vimos como un vehículo todo terreno
con todas las luces encendidas, algunas de ellas intermitentes, se acercaba
veloz. Enseguida comprendimos que era la Guardia Civil.
El vehículo se detuvo bruscamente a pocos metros
delante de nosotros. Dos hombres uniformados salieron acelerados, mostrando
cierta ansiedad. Uno de ellos nos dio el alto de manera brusca, era el más
joven. El que parecía ser más veterano le contuvo.
—
Para, para… no estamos ante delincuentes… ¿no
reconoces al ermitaño del bosque?
—
Ostras sí… ¿que demonios haces aquí con el
muchacho?
Pronto me dí cuenta que aquellos dos Guardia
Civiles, eran de la comarca y que conocían a Raúl. El los saludó cortésmente.
—
Hola… creo que es hora de dar explicaciones, no os
parece.
—
Es obvio… El muchacho se parece al de la foto que
anda ya días desaparecido. Subid los dos al auto y vayamos al cuartelillo.
En el trayecto, los dos guardias civiles, tras
confirmarles que yo era el desaparecido, nos explicaron la gran movida que hubo
justo haría dos días por el entorno. Con un gran despliegue de medios, porque
se había descubierto que había llegado en autobús hasta la terminal del pueblo.
Al no encontrar indicios de que estuviera por esos parajes, dedujeron en
principio, que tenían que seguir con la búsqueda por otros derroteros.
Llegamos al puesto de la Guardia Civil, entramos en
la caseta ya dentro del pueblo de Mozarrejo, nos encaminamos a una sala y es
allí donde junto con Raúl, dimos toda clase de explicaciones, que les parecieron
convincentes. El guardia veterano, se dirigió a mí en tono paternal:
—
Muchacho, te has metido en un buen lío, claro que
solo eres un mozalbete, pero has de saber que lo que has hecho no está bien,
nada bien.
Me acordé de las palabras de Raúl, conforme
mostrara en todo momento arrepentimiento. Poniendo cara de circunstancias me
dispuse a seguir el guión.
—
Lo sé Sr. no se que se me pasó por la cabeza cuando
salí de casa, ni se como se me ocurrió adentrarme por la brava en ese bosque,
si no llega a ser por Raúl… no se lo que hubiera pasado… lo siento Sr., siento
mucho lo que he provocado.
—
Vale, vale… todos hemos sido inconscientes alguna
vez… Ahora te va a corresponder dar explicaciones sobre todo a tus padres, y a
las autoridades por supuesto.
—
¿Me van a encerrar, o algo parecido?
Los dos guardias soltaron sendas carcajadas ante mi
ocurrencia. El más veterano quiso quitar hierro a mi situación.
—
Eso va a depender de tus padres… Si por mí
dependiera, te daría una buena azotaina al culo para que escarmentaras… Ahora
lo que importa es primero avisar a tu familia, a la unidad central que
investiga tu desaparición, y ser discretos para no generar movidas
innecesarias…los buitres de la prensa siempre están al loro. Piensa que tu foto
ha salido en bastantes medios de comunicación.
Me sentí bastante aliviado, de momento, todo resultaba
ser menos dramático de lo que en principio me hubiera parecido. Tranquilizaba
el hecho de encontrarme arropado por Raúl, que por cierto parecía ser un
personaje respetado por esos Lares. Los Guardias por otra parte resultaron ser
amables conmigo y mostraban sin pudor cierta satisfacción por haber sido los
primeros en encontrarme. Daban toda la impresión de que estuvieran a punto de
recibir una medalla.
Tras dar los oportunos partes, decidieron esperar a
que llegaran las autoridades competentes que estaban al mando del operativo de
búsqueda, y paralelamente llamaron a mis padres por teléfono para anunciarles
que yo estaba bien, luego me pasaron el teléfono. La conversación fue breve,
tanto ellos como yo nos mostramos muy nerviosos. Al final, decidimos que serían ellos los que
se trasladarían hasta Mozarrejo para recogerme, no querían esperar más. No les
importó para nada recorrer los 480 km. que nos separaban.
Al cabo de cinco horas, llegaron al unísono tanto
mis padres, como el capitán de la Guardia Civil encargado del operativo de mi
búsqueda. En todo ese tiempo, estuvimos dentro del cuartelillo esperando,
mientras observábamos que pese al intento de discreción por parte de los dos
guardas civiles del puesto, ya en el pueblo parecía haber cierto revuelo. “La noticias vuelan” —dijo uno de ellos—
Mi madre al verme, le dio una especie de ataque de
histeria: “Mi hijo, hijo mío, gracias a Dios, gracias a Dios”, mientras se abalanzaba
hacia mí para abrazarme. Mi padre, en cambio, adoptaba una postura seria, sin
mover un músculo de su cara, tan solo se acercó para decirme: “Ya hablaremos”.El
capitán de la Guardia Civil, tuvo un aparte primero con los Guardias del
pueblo, y luego con mis padres sin que yo me enterara de que hablaban. Raúl
discretamente observaba toda la escena desde un rincón.
Cuando la autoridad competente, acabó con las
explicaciones, se me puso enfrente para decirme: “Lo hecho, hecho está muchacho… tus padres ya saben lo que tienen que
hacer” Y como para aflojar la gravedad del asunto, acabó por indicarme lo
siguiente: “Todos hemos sido jóvenes
muchacho, y hemos cometido torpezas, la tuya ya sido de las buenas…no lo
vuelvas a hacer sin avisarnos”, tras lo cual soltó una risotada.
Observé como mis padres firmaban unos papeles, muy
serios. Tras lo cual se acercaron a mí, momento que aproveché para presentar a Raúl. Se dieron la mano con cortesía, al tiempo que mi padre le indicaba que
el Capitán le había puesto al corriente de todo, y que le estaban muy
agradecidos. Raúl se limitó a decir, que simplemente había hecho lo que
cualquiera en esa situación.
Ya parecía que todo estuviera dispuesto para irnos
cada cual por su camino, cuando vi que el Guardia veterano hacía unas
indicaciones al oficial. Enseguida nos enteramos que el intento de discreción
había fallado y que varios periodistas estaban en la calle esperando. El
capitán tomó la decisión de hablar con ellos, mientras nos rogaba que
esperáramos. En ese momento, Raúl se puso a dialogar con el Guardia veterano y
ambos se dirigieron inmediatamente hacia el capitán. Momento en que los tres
hicieron un aparte. Ni idea de lo que estarían hablando, pero era Raúl el que
parecía tener la batuta, algo estaba pidiendo o explicando, sin duda.
Al cabo de unos largos minutos parecieron llegar a
un acuerdo porque los tres estaban asintiendo. El capitán salió al exterior
para hablar con los periodistas. Una de las ventanas del cuartelillo permanecía
abierta y se podía escuchar la disertación. Fue muy escueto, simplemente indicó
que yo me había perdido tras salir de casa y tomar el autobús, y que los
Guardias locales me encontraron en el bosque. En ningún momento el capitán
mentó a Raúl, ni por supuesto mi estancia en su cabaña. Los periodistas no
parecían muy convencidos por la explicación porque surgieron más preguntas,
pero el oficial se remitió a lo dicho, para acabar diciendo que lo único
importante era que el muchacho, o sea yo, se encontraba sano y salvo...
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