lunes, 22 de abril de 2019

Novela:"La senda del Porvenir" (FIN)

...  Me sacudí las lágrimas justo cuando Raúl casi machacaba mi espalda con una palmada, me estaba dando ánimos. Curioso que pareciera que fuera yo el más perjudicado por haber desvelado ante su presencia el misterio de su estancia en la cabaña. Pero lo que más me había impactado es el hecho de que prácticamente desde la distancia me hubiera adoptado pensando en su hijo.  Me sentía muy orgulloso de no haberle defraudado.  


XI


Pasó el tiempo, me admitieron fijo en plantilla en el diario digital. Cierto día se me ocurrió contarle al director la historia de Raúl, que por cierto ya era muy conocía  según él me comentó. Tras su desgracia y el descalabro judicial, los medios de comunicación entendieron que Raúl  “desapareció del mapa” por voluntad propia. Desde ese momento ya nada se supo de él. Por supuesto que me reservé declarar su paradero, tan solo indiqué que por una serie de circunstancias yo lo había encontrado. El director intentó tirarme del hilo, pero me mantuve imperturbable. Mientras la voluntad de Raúl fuera seguir en paradero desconocido, yo la respetaría.  Como el tema tenía cierto morbo periodístico, le pedí por favor al director que guardara el secreto y no diera “bola” al asunto. El director era un buen tipo por lo que  confiaba en que supiera mantener en secreto mi relato. Quizás me precipité en contarle la historia, pero no quedaba otro remedio que confiar en su mutismo. Claro que, por si acaso, al dirigirme camino de Mozarrejo, siempre vigilaba que nadie me siguiera.

Raúl ya había pasado la frontera de los ochenta años, se le notaba achacoso pero firme en su idea de no salir de la cabaña. Yo le ofrecía continuamente la posibilidad de que se viniera a vivir conmigo a la ciudad, pero no había manera de convencerle, es como si estuviera decidido a dejar sus huesos allí.

Sin que fuera su hijo biológico, el círculo entre Raúl y yo se había estrechado tanto que prácticamente me sentía adoptado. El era mi padre sentimental, del que había aprendido todo lo que en este momento yo había conseguido ser, un buen periodista y una persona que luchaba por no perder en ningún momento su integridad, dentro de un Mundo de locos como era la sociedad de nuestros días.

Y un fin de semana del mes de mayo ocurrió. Debo entender que por fortuna yo estaba con él. Al atardecer del sábado Raúl decidió adentrarse en el bosque para observar como evolucionaban las fresas silvestres ya en flor, yo me quedé quitando malas hierbas del huerto. De sopetón el cielo se apretó de nubes oscuras y cayó una fuerte tormenta. Me refugié rápido en la cabaña pero a Raúl le pilló la lluvia en pleno bosque. Cuando llegó estaba calado hasta los huesos. Aquella noche Raúl  empezó a sentirse mal, tosía insistentemente y le dolía bastante el pecho. Ambos pasamos una mala noche él en su estado y yo muy preocupado. Al amanecer observé que la frente le ardía, empecé a asustarme, seguía tosiendo y respiraba con dificultad.
Le dije a Raúl que se quedara quieto en la cama, mientras yo iba rápido en busca de ayuda. El me miró fijamente con sus enormes ojos azules y simplemente me dijo “No” mientras con ambas manos tomaba la mía e intentaba apretarla con escasa firmeza. Casi balbuceando me dijo:

     Tarde o temprano tenía que ocurrir Daniel, o es que crees que se puede vivir eternamente.

     Pero que dices Raúl, solo es un resfriado, te vas a recuperar.

     No… es una neumonía, a mi edad de esta no se sale.

Yo estaba mucho más asustado que él, no sabía bien que hacer si hacerle caso o salir pitando en busca de ayuda; pero Raúl insistió, no quería que le dejase solo. Siguió hablándome pausadamente.

     Mira Daniel, la muerte no es gran cosa… todos la llevamos dentro cuando nacemos… eso no es lo mas importante, lo importante es como hemos vivido.

     Pero que pesado, tú no te vas a morir…

     Insisto, todos nos morimos, tú también… pero no tengas prisa.

Será… no que al decirme eso encima sonreía. Dice que se está muriendo y está tranquilo mientras yo soy un saco de nervios.

     Daniel… vamos a lo práctico, llegó la hora…Ve al cajón de aquella mesilla, ábrelo y verás una especie de libreta.

Me dirigí al lugar que Raúl me indicaba, abrí el cajón y observé una libreta gruesa de tapas negras sujeta por una fuerte goma. Acto seguido me senté en el catre donde yacía Raúl y esperé sus instrucciones

     ¿Es esto Raúl?

     Sí… es mi diario, de toda mi vida. Desde el momento que ya no esté…puedes hacer lo que más te convenga con él.

     ¿Seguro?

     Eres la persona más indicada… ¿no crees?

     Otra cosa… ve a la última página…verás un papel doblado, ábrelo.


Abrí el diario por donde me dijo y sí, observé un papel doblado al tamaño de la libreta, lo abrí y se lo enseñé.

     No… es tuyo, tienes que quedártelo … es mi testamento.

     Como que es mío, ¿que quieres decir?

     Mira Daniel… es todo lo que tengo, había pensado donarlo a una O.N.G., pero creo que tú vas a hacer buen uso de ese dinero, lo dejo en tus manos.

     Otra cosa… esta cabaña también te la daría, pero es una especie de concesión de los dirigentes de este parque natural hacia mi persona… el trato era que cuando la dejara pasaría a ser un refugio forestal…

     Por favor Raúl… para de hablar, no te agotes… creo que te estás precipitando.

     Nadie mejor que uno sabe cuando llega la hora Daniel… no te preocupes.

     Ya para acabar… por favor, dile a Antonio que cuando sea el momento, suba y recoja de la cabaña todo lo que considere necesario… ¿no te importa?

     Como me va a importar… claro que lo haré… pero por favor ahora descansa.

     Ah… te agradecería que no me dejes… es mejor morir acompañado, ¿no crees?... y por supuesto que no quiero ninguna ceremonia religiosa en mi entierro, encárgate de que mi cuerpo sea quemado, no quiero descansar en nicho alguno, tengo claustrofobia… ahora te haré caso, voy a descansar…gracias por todo Daniel.

Tras decir todo eso emitió una sonrisa y se quedó en calma… Le dejé tranquilo en su catre y salí al exterior. Las gallinas seguían picoteando como si nada estuviera pasando, el sol en su sitio, los árboles también, el huerto seguía su ciclo de crecimiento, los olores eran intensos y el aire limpio, todo era vida… y sin embargo él se estaba muriendo… me senté sobre un pequeño promontorio de tierra  y empecé a llorar.

La agonía duró un día entero, cada vez su respiración era más débil. Prácticamente no me separé de su catre, de vez en cuando le mojaba los labios y le observaba. Tenía los ojos entornados, como si esa pequeña apertura representara el halo que todavía tenía de vida. En ocasiones los abría y cuando me veía a su lado intentaba ofrecerme una sonrisa. Pese a su estado estaba relajado, como si esperara el momento con absoluta tranquilidad. Pasé la noche sentado a su lado, tomándole la mano casi todo el rato. Ya estaba amaneciendo cuando caí rendido por el sueño doblándome sobre la silla. Dí un brinco sacudiéndome el sueño y dirigí mi mirada hacia él. En ese momento abrió los ojos, me miró fijamente, sonrió y dio un profundo suspiro… fue como si su alma se hubiera despegado del cuerpo en ese instante. Quedó con el rostro relajado, los ojos abiertos y con la plácida sonrisa marcada, petrificada en su cuerpo… no tengo ninguna duda de que acababa de morir en paz.

De repente, el ambiente en la cabaña se transformó, fue como si se hubiera llenado de flores olorosas. No tuve necesidad de llorar, el ciclo de su vida se había completado, y lo que más me tranquilizaba era que Raúl no pasó sus últimos días en soledad, se lo merecía. Vivió y murió como quiso y en donde quiso.

Debía de reaccionar, bien es cierto que me encontraba sereno porque entendía que no acababa de vivir una tragedia, en absoluto, pero algo había que hacer de inmediato. Cubrí el cuerpo de Raúl con la sábana, me aseguré de cerrar bien la cabaña y marché pitando hacia Mozarrejo.

Tuvo que llegar un helicóptero con el forense dentro para certificar el cadáver y posteriormente llevarlo hasta la morgue del pueblo. Al día siguiente fue el entierro. Avisé al director de mi periódico, quiso estar presente al igual que muchos de los habitantes del pueblo. Ni que decir tiene que a través de nuestro periódico la vida de Raúl iba a adquirir de inmediato la notoriedad que merecía, bien como ejemplo para la sociedad, bien como un merecido homenaje hacia su persona.

Como punto final a esta historia, solo indicar que en la explanada de la cabaña donde vivió Raúl sus últimos días, ahora convertida en refugio forestal, figura un pequeño monolito en su memoria y grabada una poesía que yo mismo me encargué de realizar: 


Largo fue el camino recorrido
para llegar a un tranquilo final.
Luchó por sembrar en tierra estéril
y costoso fue el fruto recogido.
Cansado, vacío por tanto ahínco,
se fue triste… pero no vencido.
Ya viaja tras las tierras fértiles
…pero nos dejó aquí una semilla
del fruto que no siempre cuajó.
Lo regaremos con mimo y cuidado,
y cuando florezca el fruto  honesto y altivo,
lo expandiremos a los cuatro vientos
para que los nobles recuerden,
que ningún esfuerzo, es en vano


“A la memoria de Raúl Expósito”    


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