domingo, 21 de abril de 2019

Novela: "La senda del Porvenir" (Parte15)

...  La estancia esta vez se prolongó dos semanas y pudiera haber sido más días, pero decidí que ya estaba bien así. Por supuesto que en ese tiempo  aproveché la más mínima ocasión para avanzar en el conocimiento de su vida, como aquella tarde que le pillé un tanto taciturno mientras se preocupaba de dar de comer a las gallinas. Raúl era un hombre perfectamente adaptado a ese medio y parecía gozar de excelente salud, claro que ya tenía setenta y cinco años y eso era algo que por lo menos a mí me preocupaba.


     Raúl, ¿has pensado en dejar este bosque alguna vez?... quiero decir, que te vas haciendo mayor y…

     Ya me he hecho mayor Daniel, eso me tiene sin cuidado.

     Pero es que sigo sin entender tu obstinación por permanecer aquí.

      Eso es algo que solo me pertenece a mí decidir, yo estoy bien aquí, te lo he comentado un millón de veces.

     Vale, vale… por cierto, nos quedamos el año pasado en que habías dejado de colaborar en aquella ONG…

     Ya salió el aspirante a periodista…

     Pero es que no te das cuenta que tú lo provocas con tu silencio, con tu discreción. Creas una sombra de misterio que añade un sinfín de interrogantes. Me interesa saber de tu vida, es así de simple.

     ¿Y porqué tanto interés?

     Que me dijiste cuando hace unos días llegue hasta la cabaña sin necesidad de ayuda, por primera vez. ¿No te acuerdas?, que este entorno ayuda a despertar los sentidos, la intuición…

     Vaya, ahora resulta que eres tú el que resulta difícil de descifrar.

     No te hagas el longuis… nada es casual, no estás aquí por casualidad, yo no me perdí hace tres años por casualidad, todo esta ligado.

     ¿Todo eso se aprende en el primer grado?

     Se aprende viviendo, tú me lo has demostrado, además ya tengo veinte años, no soy un mozalbete.

     Veinte años, caray, quien lo diría…Vale, que crees tú que hace un hombre hecho y derecho a los 47 años tras haber pasado un montón de vicisitudes…

     Pues eso es lo que quiero que me cuentes.

     Descansar, buscar la calma. Tomé una parte de mis ahorros y marché lejos, al lugar más recóndito que encontré a pasar una temporada. Estuve unos cuantos meses en Rangiroa, una isla en la Polinesia Francesa.

     ¿Y al volver?

     Necesitaba continuar con la calma, estaba cansado de luchar…En mi última misión en Somalia conocí a una doctora belga diez años menor que yo, Alessia…

Observé como a Raúl, tan solo pronunciar ese nombre se le entrecortaba el habla, dudó unos instantes y se calló. Procuré ser discreto, el recuerdo de esa mujer, sin duda le había turbado.

     Esa mujer debió de ser importante en tu vida.

     Sí, claro que sí… pero si no te importa prefiero que lo dejemos aquí.

Raúl, dejó las gallinas, la conversación y se apartó de mí para esconder su emoción en los lindes del bosque. Al cabo de un rato, como si se hubiera despejado volvió hacia donde yo estaba y me conminó a seguir con las labores. Preferí no continuar con mis preguntas, sin duda habíamos llegado a un aspecto de su vida un tanto peliagudo a juzgar por como le había afectado tan solo pronunciar el nombre de Alessia.

Volví a Mozarrejo, Raúl me acompañó tan solo un trecho del camino. Le recordé que ya él me había aceptado como ciudadano de este bosque y que ya no necesitaba pasaporte para entrar, lo cual llevaba implícito el permiso para volver cuando quisiera. Él, simplemente asintió con la cabeza a la vez que sonreía…

Podría extenderme mucho más en lo que es mi vida en la universidad, pero no lo encuentro relevante. Estaba perfectamente adaptado y no me costaba gran esfuerzo superar los créditos, esta vez ya en segundo grado. En la panadería ya parecía el rey, llevaba unos cuantos años y todo el mundo se congratulaba con mi presencia. No solo me trataban bien sino que me daban todas las facilidades del mundo para que no perdiera el hilo en mis estudios. Que diferencia a aquellos años en el colegio… pero así parece ser que es la vida, si te lo crees puedes lograr tus objetivos. Si te quedas parado y acongojado, pierdes. Por supuesto que gran parte de esta filosofía no es mía, sino adquirida de Raúl a través de todas las horas que hemos estado en contacto.

Por supuesto que no esperé al verano para volver a la cabaña. Ya era autónomo e independiente. Cuando me apetecía, de tanto en tanto, tomaba el autobús un fin de semana y llegaba a Mozarrejo. Solía encontrarme con Antonio, más que nada por si podía aprovechar el viaje para llevarle algo a Raúl. Al llegar  yo a su  lado, él adoptaba una postura tontorrona cuando le alcanzaba lo que Antonio me había facilitado, pero todo era una mera postura. En el fondo seguro que lo agradecía porque ya sus años debían de pesar lo suyo y no creo que le apeteciera demasiado andar y andar hasta llegar al pueblo.

Yo creo… solamente creo, que Raúl, en el fondo deseaba mi presencia, lo agradecía sin agradecerlo, podía entenderlo tan solo mirar a sus penetrantes ojos azules. Aquellos esporádicos fines de semana eran para mí como una exquisitez. Gozar de la naturaleza en un estado casi salvaje era una perfecta desconexión con la vida intensa que llevaba…y esa precisa reflexión, era lo que podía explicar, quizás, la razón por la que Raúl había decidido aislarse en ese bosque.

Por supuesto que me acordaba de Alessia, esa misteriosa doctora que Raúl había conocido en Mogadiscio y de la que no quería hablar. Si alguna vez yo intentaba preguntar sobre ella, el esquivaba el tema. Como notaba, claramente, que el recuerdo de esa mujer le producía dolor, yo no insistía y procuraba desviar la conversación. Lo que no cabía duda es que Alessia había sido una parte importante en la vida de Raúl, aunque él no quisiera hablar de ella. Yo había conseguido conocer su vida  hasta los cuarenta y siete años,  cuando tras sus experiencias en la O.N.G. decidió desconectar unos meses en aquella isla de la Polinesia Francesa. Si intentaba saber más, él se limitaba a decir que entró en una época de calma y sosiego, que siguió ejerciendo como abogado hasta que decidió jubilarse. Lo que me extrañó sobre manera era la expresión de su rostro, cuando pronunció la palabra “jubilarse”, había cierto rictus de amargura.  

Por alguna razón, existía una tremenda laguna en la vida de Raúl hasta su decisión de aislarse en la cabaña. No acababa de entender su obstinación por no contarme el resto de su existencia. Mi opción ante su mutismo, era respetar su silencio…que otra cosa podía hacer, pero el misterio seguía allí.

Otra interesante curiosidad que había observado, era que en ocasiones, cuando hablábamos y se dirigía a mí, se le escapaba la palabra: “hijo” e inmediatamente rectificaba para pronunciar mi nombre. “Daniel”, sin duda era señal del aprecio que me profesaba, algo que por supuesto era recíproco.

X



Cierto día al salir de mis clases en la Universidad, pensando en Raúl, no es que se me encendiera una luz, sino que entendí con claridad que había llegado el momento de investigar de lleno en la razón de su misterio, bastaba con entrar en Google, algo que por respeto a su persona no me había atrevido a hacer todavía. La idea era que siendo en su momento Raúl Expósito un personaje público, dado que fue diputado durante dos años en las Cortes, sin duda que debería existir información de él a través de las redes.   

Nada más llegar a casa, encendí el ordenador y puse su nombre en un portal de búsqueda. Y lo encontré, claro que lo encontré, el video de su  famoso improperio a unos miembros del parlamento que lo acosaban desde la bancada. El reaccionó de la siguiente manera: “Quieren callarse… estoy hablando con el ministro y no con ustedes…ustedes van en coche y con guardaespaldas, yo voy a pie…  ustedes han controlado siempre el poder, y ahora lo que les jode es que los que siempre hemos estado torturados por la dictadura podamos hablar… ¡Váyanse ustedes a la mierda, a la mierda joder!

Por supuesto que ese descubrimiento actuó como acicate para seguir investigando sobre la vida de Raúl. Puse su nombre en el portal de búsqueda junto con el de Alessia y el resultado fue sorprendente. Lo que acababa de descubrir me dejó de piedra, completamente estupefacto. Una serie de noticias del año 2010, hablaban sobre un terrible accidente automovilístico ocurrido en una determinada carretera, los implicados eran por una parte un todo terreno conducido por una persona muy influyente y archiconocida en el mundo empresarial y político; y por la otra parte, un utilitario conducido por un matrimonio y su hijo de dieciocho años.  Lo dramático era que en ese accidente falleció la mujer y el joven, mientras que los dos conductores quedaron malheridos. La mujer se llamaba Alessia y el joven Daniel.

Dios… Dios, que mal “rollo”“, pero no todo acababa ahí. Hubo un juicio, mucha polémica previa… se decía que el conductor del todo terreno iba drogado y con altas dosis de alcohol en su sangre… se decía que era Raúl el conductor  que había invadido el carril contrario… se decía que en el juicio, misteriosamente desaparecieron las pruebas que implicaban al conductor supuestamente drogado…Raúl, tras salir del hospital con una importante cojera,  una vez se sacudió parte de la tragedia, defendió con uñas y dientes su postura de que fue el todo terreno el que invadió el carril contrario, él intentó esquivarlo y el impacto fue contra la parte derecha de su vehículo donde se encontraban su mujer e hijo…Hubo medios que mencionaron su pasado de delincuente y malcarado en su función política… hubo medios que tenían muy claro quien era el culpable y que por supuesto iba borracho y drogado… hubo medios que se escandalizaron por la desaparición de las pruebas… hubo medios que salpicaron a Raúl con la mentira. Y finalmente hubo un juicio, donde el potentado e influyente personaje público solo fue condenado por conducción temeraria, bajo el pago de una fuerte multa compensatoria y solo dos años de cárcel, de los que no pasó ni un solo día en la celda. Y ahora que… como le explicaba yo a Raúl que lo sabía todo.

Durante los dos años siguientes que duraron mis estudios de periodismo, que por cierto concluyeron con excelentes notas, fueron muchos los fines de semana y periodos vacacionales que pasé en la cabaña de Raúl. En todo ese tiempo fui capaz de guardar celosamente toda la información que había acarreado sobre esa parte de su vida de la que no quería hablar. Cierto que en alguna ocasión hacía insinuaciones para ver si el se decidía a contar algo, pero todo era en vano. Y la verdad, es que viendo a aquel anciano ya de 79 años, feliz en aquel entorno, y contento con mi presencia, no me quedaban muchas ganas de insistir.

Pero dicen, que los secretos son difíciles de guardar eternamente, tarde o temprano salen a la luz. Ocurrió el día que le anuncié no solo mi licenciatura, sino que había sido admitido como becario en un periódico digital, con muchas posibilidades de ser aceptado en plantilla.  Íbamos paseando tranquilamente por el bosque cuando me decidí a contarle todo lo que sabía.

     ¿Estás seguro de que te admitirán?

     No se puede asegurar nada, pero tiene muy buena pinta, con decirte que he dejado mi trabajo en la panadería.

     Has jugado fuerte, ¿no crees?

     La cuestión es que creo en mí mismo Raúl, estoy decidido a ser un buen periodista.

     ¿Te pagan algo?

     Miseria… pero creo firmemente que les he impactado y acabarán admitiéndome en plantilla. Es un periódico “cañoso” y que no se corta a la hora de dar noticias, algunas de ellas verdaderamente escandalosas.

     ¿Escandalosas?... no será periodismo amarillo.

     ¿Acaso tú me crees capaz de eso?

     Por supuesto que no.

     Por escandalosas me refiero que no les importa investigar sobre la corrupción política y exponerse a represalias, por ejemplo. Ocurre que detrás tienen a un montón de suscriptores que les apoyan en su labor.

     Interesante…

     Por cierto Raúl… y hablando de periodismo, hay algo que te debo de contar, no puedo ni debo guardarlo más, porque hace tiempo que lo sé.

     ¿A que te refieres Daniel?

     Me refiero a ti… estás ya hablando con un futuro periodista de investigación, no me importaría hacer una tesis sobre tu persona, pero por supuesto que no lo haré, aunque sería muy interesante.

Raúl, en esos momentos me miró fijamente, ninguna duda de que captó perfectamente por donde iban mis comentarios, se lo olió. Puso cara de circunstancias y luego se relajó porque sin duda entendió que lo que le iba a contar era inevitable.

     Lo sabes… hace mucho que lo sabes sin duda, y te agradezco que no lo hayas soltado en todo este tiempo.

     Que quieres decir, ¿Qué hace tiempo que tu sabes que yo lo sé?

     Por supuesto, ¿o crees que no te conozco?

     Lo averigüé hace ya dos años y puedo entender todo tu dolor y frustración.

     Aquello ya pasó…casi ya lo había olvidado y tú me lo recuerdas otra vez.

Raúl se puso triste, muy triste, como si todo aquel dolor causado por un individuo inconsciente volviera otra vez, de golpe, como si cayera a plomo el recuerdo. Yo me quedé cortado, sin saber que decir, pero fue él quien se preocupó que calmar mi ánimo soliviantado por mi inevitable intromisión.

     Daniel… que casualidad. Nunca te lo he dicho, pero cuando te encontré en el bosque enseguida me recordaste a mi hijo, y cuando supe que te llamabas como él, la verdad es que en ese momento te adopté. En cierto modo, has obrado un milagro con tu constante presencia, el milagro de ver en ti todo lo que pudiera haber sido mi hijo.

     Bueno, sin saberlo y tan pronto como entendí que me aceptabas, solo había una cosa que circulaba por mi cabeza, no defraudarte.

     Y lo has logrado muchacho, lo has logrado.

     Por cierto Raúl…cuando entras en Internet en busca de alguna noticia, todo parece contradictorio en función de los intereses de las diferentes partes que pudieran entrar en un conflicto. Pero estoy completamente seguro de que tu versión de los hechos es la verdadera.

     ¿Por qué dices esto?

     Porque quiero que tú, solo tú me lo confirmes.

     Ese desgraciado y miserable se salió con la suya, ni tan solo se si debe de tener conciencia o remordimientos… pero sabes una cosa Daniel, no es más doloroso el hecho de perder a dos seres queridos, como la ignominia que he tenido que soportar por parte de un sector de la sociedad.

     ¿Por eso estás aquí?

     ¿Tú que crees?

     Que lo entiendo… ¿pero no crees que es como una rendición?

     No Daniel… es un desahogo. Yo ya he trabajado para que el Mundo sea mejor. He tenido tantas cosas en contra, he luchado tanto para no tener que alimentar al lobo malo que llevo dentro, para no tener que odiar, para no quedarme con el error de que la vida es una mierda, que no me ha quedado otro remedio que aislarme en donde solo la naturaleza me podía recoger…  ¿lo entiendes?

     Sí, claro que lo entiendo Raúl.

     Mira… de esa parte de mi vida que nunca te he contado, me quedo con esos diecinueve años de felicidad al lado de Alessia y Daniel, eso ya nadie me lo podrá arrebatar…

     ¿Puedo saber como empleasteis ese tiempo?

     Claro…Alessia decidió trabajar en un hospital público, decía que la sanidad de este País era de lo mejor que conocía y había que protegerla…Mientras que yo trabajé mayormente en un colectivo de abogados especializados en servicios sociales y cooperativas de Trabajo, a la vez que asesorábamos a diferentes organismos no gubernamentales dedicados a solucionar o intentar solucionar problemas de índole humanístico… Cuando nació Daniel, el fue la prioridad, y tan pronto como se fue desarrollando, en los periodos vacacionales, como complemento de su educación, nos lo llevábamos a otras partes del Mundo para que conociera diferentes realidades.

     No puedo imaginar lo duro que debió ser perderlos…

     Por eso estoy aquí, lejos de todo y de todos,  para intentar vivir lo que me queda, en paz. ¿de que sirve quedarse solo con el dolor?

Y yo… que podía decir. No hacían falta más palabras. Solo se me ocurrió una cosa para mitigar aquel momento de intensidad emocional. Me acerqué a su cuerpo y lo abracé mientras  resbalaban lágrimas por mis mejillas. Raúl era un tipo duro, sin duda. Aceptó aquel abrazo con un semblante estoico y me calmó.  

     Está bien, está bien muchacho, sigamos caminando, no es momento de blandenguerías.


Me sacudí las lágrimas justo cuando Raúl casi machacaba mi espalda con una palmada, me estaba dando ánimos. Curioso que pareciera que fuera yo el más perjudicado por haber desvelado ante su presencia el misterio de su estancia en la cabaña. Pero lo que más me había impactado es el hecho de que prácticamente desde la distancia me hubiera adoptado pensando en su hijo.  Me sentía muy orgulloso de no haberle defraudado...

  

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