jueves, 11 de abril de 2019

Novela: "La senda del Porvenir" (Parte 6)

...  De repente, mientras estaba abstraído por mi dolor, oí una serie de ruidos muy cerca de mí que me acongojaron. Inmediatamente pensé: “Lo que faltaba, un oso, un lobo, un jabalí enfurecido, esto es el final”…Pero no, ningún animal estaba acechándome. Una figura bípeda salió con soltura de entre la espesura, era, Raúl.

     Ya es la segunda vez Daniel… y espero que sea la última.

     ¿Cómo, como has llegado hasta aquí?

     No me lo has puesto difícil… sabía que seguirías el arroyo y que te encontrarías con su final… a partir de ahí solo era cuestión de seguir tus huellas… restos de tu camisa y pantalones, así como toda una serie de arbustos recién quebrados me han guiado hasta tu presencia.

     No puedo más… no puedo más.

     Puedes, claro que puedes…Vamos a hacer una tregua… ¿Qué te parece?

     No se bien que quieres decir…

     Volvamos a la cabaña y lo entenderás.

Raúl me animó a incorporarme, lo hice un tanto avergonzado. “Vaya mierda de huida
—Me dije— “Tendrán razón todos que soy un inútil” No tenía otro remedio que seguir sus pasos. El parecía caminar seguro burlando zonas que yo no había sido capaz de superar dignamente. Observé que se dirigía a un punto que ya era conocido por mí. Se detuvo para explicarme algo.

     Aquí está el elemento que seguramente te ha traicionado

Me mostraba decepcionado supongo que de mi mismo, con la autoestima por los suelos. Ya parecía todo importarme un pito, otra expresión que no era me mi cosecha, y que también estaba harto de oírla: “Es que todo parece importarte un pito” El caso es que no presté atención a lo que Raúl me indicaba. Pero él tocó mi hombro y orientó su mano derecha hacia el lugar donde el arroyo desaparecía de la vista.

     Aquí se produce la infiltración, ahora el flujo del arroyo pasa a ser agua subterránea.

Sin mediar palabra me dije, “Y a mi que me importa el agua subterránea”

Raúl debió darse cuenta que yo no estaba para explicaciones, así que mediante un gesto me conminó a seguirle hasta la cabaña. En lo que quedaba de trayecto, ninguno de los dos pronunció frase alguna.

Cuando llegamos a la cabaña, la verdad es que yo no sabía ni que hacer, ni como colocarme, si sentarme o continuar de píe, si entrar en la cabaña o quedarme fuera… estaba realmente avergonzado, sentía profundamente haber hecho el ridículo. Rul hizo un gesto para que me sentara en el banco adosado a la cabaña y habló.

     Todos nos equivocamos, ¿no te parece?

     Ya…

     ¿Pactamos la tregua?

     No te entiendo…

     Verás… Nos vamos a olvidar del resto del Mundo por unas horas, no creo que eso afecte mucho a la situación en que te encuentras. Solo estamos tú y yo,  vamos a creer el uno del otro, a tener confianza, lealtad y fidelidad… eso es una tregua.

     Pues para mí una tregua tiene que ver con la guerra…

     Bueno… en ese caso, que te parece si nos olvidamos de la guerra que llevas tú entre manos.

     No se de que guerra hablas…

     Hablemos…

     Hablemos… ¿de qué?

     De ti… ¿no te parece?

Silencio…ni siquiera escuchaba los sonidos del bosque, solo silencio. Bloqueo, sentía un tremendo bloqueo, presión en mi ánimo a punto de estallar…  Raúl se encargó de romper mi mutismo, supongo que con la intención de ayudarme.

     ¿Cuál es la razón?

     ¿Razón de qué?

     De tu huida… de tu huida hacia delante.

     No se que es eso, ni me importa…

     Claro que te importa… a veces, queremos salir de una situación problemática, conflictiva o difícil de esta manera…intentamos solucionar lo que nos agobia con actitudes que parecen resolutivas, pero que en realidad no hacen más que posponer el momento en el que no nos quede más remedio que cambiar el rumbo, y de paso, vencer los miedos. En definitiva, huir no soluciona el problema, solamente lo pospone.

Escuché atentamente las palabras de Raúl, no las acabé de entender del todo, pero me quedé con su última frase: “Huir no soluciona el problema, solamente lo pospone”.

     Y tú… ¿como sabes que estoy huyendo?

     Porque sabes que yo lo sé…

Y fue entonces cuando lo entendí… no pude más aguantar la presión que me embargaba y estallé, de rabia, de desesperación. No podía hablar, solo gemir y dejar que las lágrimas resbalaran por mi cara… Raúl, suavemente me envolvió con su brazo. Noté que lo hizo con sumo cuidado, como si intentara aplacar con ello mi angustia… y me acordé de su sugerencia: ¿hablemos?

Y hablé, claro que hablé…tuve que contarle todos mis miedos, desde la sensación de que nadie me entendía, de lo mal que me sentaban los estudios, las reprimendas paternas y de profesores, la prácticamente nula relación con mis compañeros de clase, la insatisfacción hacia todo lo que me rodeaba, la imagen que tenía de mi mismo de ser diferente, un bicho raro… y justo en ese momento Raúl me cortó.

     Sabes Daniel… te estoy escuchando y la verdad es que no me das pena.

Como me encontraba en pleno desahogo, quizás porque por primera vez había aceptado o encontrado a alguien me escuchara, en un tono espontáneo, natural, y extrañamente relajado a pesar de mi disimulado cabreo, le inquirí:

     No… ¿por qué?

     Porque tienes diecisiete años… Creo que dijiste.

     Si… eso te dije, es que no te enteras.

     Me entero, algo me entero… ¿Sabes donde estaba yo a esa edad?

     No…ni me importa.

     En un reformatorio… ¿y sabes cual es mi apellido?

     No claro tío, claro que no…

     Vale “sobrino”… Expósito,  ¿Y sabes que significa eso?

     No tío, ya te he dicho que no…

     Es una mala costumbre el dar un apellido así… que se abolió ya entrado el siglo veinte, pero que por lo visto a mí no me afectó… Fui abandonado en una inclusa.

     Ni idea de lo que es eso…

     Eso es no tener padre ni madre… por lo menos yo no los he conocido… Ahí te dejan cuando no quieren saber nada de ti… te dan un nombre y un apellido: “Expósito”

     Es horrible…vaya “palo”

     Puede ser… en todo caso depende de cómo te lo tomes… pero visto así, desde fuera, yo diría que mi situación empezó siendo peor que la tuya… aunque claro, eso suele ir por barrios.

     ¿Por barrios?

     Que eso… que depende de cómo te lo tomes…pero creo que no lo has entendido.

     Sí, sí,”tío” claro que lo entiendo.

     De tíos está el mundo lleno, pero aquí no hay ninguno… bien, veo que no, no lo has entendido… fui abandonado en una inclusa o para que lo entiendas en un orfanato… y a tu edad entraba y salía de los reformatorios… ¿te dice algo eso?

     y eso… ¿no es lo mismo?

     Pues claro que no… debía de ser un niño muy feo porque ninguna familia me acogió. Seguí en el orfanato hasta que a los nueve o diez años me escapé, y pasé a ser un niño de la calle y a delinquir para subsistir… y cuando te pillaban pues pasabas al reformatorio, donde además de alguna que otra tunda por mal comportamiento, digamos que no eras tratado con demasiada delicadeza.

Le escuché, claro que le escuché… lo que no se es si le entendí del todo, o solo a medias. Fruncí el ceño y dejé escapar por mis palabras la rabia, el resentimiento y todo lo que me quedaba de espíritu rebelde:

     Ya, siento que lo pasaras mal… puedes contarme el rollo de toda tu existencia si quieres, pero eso no va a solucionar mis problemas. Ellos siguen allí, esperándome y cuando me atrapen me van a hacer daño, y eso no “mola tío”…yo, ya no tengo futuro y estoy hasta las narices de esta mierda de vida.

     Lo que no “mola” es tu actitud…es justo lo que esperaba de ti.

     ¿Qué quieres decir?

     Que no te enteraras de nada “tío”… si quieres lo dejamos, pero estás fallando a la tregua. Ahora mismo podemos salir hacia donde te corresponde ir, para qué perder el tiempo.

Era la primera vez que notaba en él un punto de enfado… quizás yo le hubiera faltado al respeto al cortarle casi en seco sus explicaciones, pero la realidad es la realidad… él solucionó sus problemas, sin duda, pero yo seguía con los míos. Me pareció oportuno ganar tiempo y dejarle hablar, no me apetecía en absoluto salir de allí.

     Lo siento… no quise cortarte, pero debes entenderme, tengo razón. Tú estás aquí, parece que te gusta esto,  y yo tengo que ir mira por donde, a donde no me gusta.

     Si quieres continúo…

     Bueno, vale… continúa.

     Veo que eres especialista en decir tonterías.  ¿Qué no tienes futuro? Y que futuro podía tener yo a tus diecisiete años…y sin embargo he llegado hasta aquí. Yo ahora si que tengo el futuro muy limitado, pero no tú que acabas de empezar a andar.

     Vale, vale, no me taladres continua con contarme tu vida si quieres.

     No tengo ningún inconveniente mocoso…Mira, sucedió que un día en el reformatorio, uno de los celadores me habló. Me dijo que llevaba en su trabajo los suficientes años como para poderme indicar, que tenía yo dos caminos a elegir: Uno hacia la morgue, el otro hacia la vida... ¿Cuál crees que elegí?

     Está claro, el de la vida… sino no estarías aquí.

     Veo que eres espabilado, esta la has pillado… Bien, como conocía otros casos de chicos del reformatorio que habían acabado mal, me sentí tentado por elegir el camino que consideraba más idóneo.

     Vale…¿y que hiciste?

      Acepté un trabajo que me ofrecieron  de aprendiz en un taller mecánico, por sugerencia de esa misma persona.

     Y es eso, ¿ya está?

     ¿A ti que te parece espabilado…?

Me quedé pensando…parecía un acertijo, pero fácil de acertar. Respondí lo primero que me pareció sin dudar.

     Pues que no te veo yo trabajando si no habías pegado ni golpe hasta ese momento.

     Golpes sí, sí que había pegado golpes. Rompiendo lunas de coches para coger el radio/casete y luego cambiarlo por unos cuantos duros a gente de mal vivir. Realizando pequeños hurtos al primero que se descuidaba, etc. Pero mira por donde aguanté en ese taller y aún no se ni como, fueron casi dos años. Me sentía explotado trabajando doce horas al día, hasta los sábados al mediodía que era cuando plegaba. Pero aguanté, hasta que ya cumplidos de largo  los dieciocho años, algo pasó.

     ¿Algo… fuerte?


     Veo que me sigues el hilo… A mí lo de la morgue no me atraía en absoluto, pero mis antiguos compinches continuamente me tentaban para seguir con ellos, me decían que estaba “acapullado” por trabajar en ese taller y que lo que en verdad “molaba” era la libertad. Al final “piqué” y un día les acompañé en un golpe…teníamos que atracar una gasolinera...


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