... Esta Vez no tuve ningún problema para convencer a
mis padres. No pusieron ninguna pega. Ordené mi mochila y salí de casa con
destino a Mozarrejo.
No me atreví a adentrarme solo en el bosque a pesar
de tener bastante idea del trayecto hasta la cabaña. Preferí pedir de nuevo
ayuda a Antonio. Mientras caminábamos él siguió con su hermetismo respecto a
contarme lo que sabía sobre la vida de Raúl. Esa circunstancia generaba una
incógnita, por lo que no dejaba de preguntarme sobre la razón que le habría
impulsado a vivir como un ermitaño en
aquel recóndito lugar.
Antonio me dejó como la otra vez al pie de la senda
final que daba acceso a la cabaña. Cuando llegue a la altura del claro, observé
la imagen de Raúl sentado en el banco adosado en actitud pensativa. Me dio algo
de pena verlo así, era una imagen en la que se reflejaba cierta soledad.
Orienté los pasos hacia él. Tan pronto se dio cuenta de mi llegada, se levanto
para saludarme cambiando el semblante serio de su rostro por una sonrisa.
Nos abrazamos y enseguida noté el calor que da la
emoción, me dijo que precisamente en esos momentos estaba pensando en mí.
No hizo falta esta vez que le enseñara cartilla
alguna, mis propias palabras ya servían como pasaporte. Le conté la enorme
alegría que suponía para mí haber conseguido el acceso a la universidad para
estudiar el primer grado de periodismo. El inmediatamente mostró su
satisfacción con una frase:
—
Quien iba a decir que el mozalbete que ahora está
ante mi presencia, es el mismo que hace dos años encontré abatido y perdido en
el bosque.
—
Pues ya ves Raúl, soy el mismo.
—
Bueno con una salvedad que marca cierta diferencia.
Te perdiste y te has sabido encontrar, es tú merito.
—
Tienes razón… sabes, creo que he superado mis
dudas. En todo este tiempo no he dejado de alimentar al lobo bueno y te puedo
asegurar que estoy haciendo todo lo posible para que mi vida no sea una mierda.
—
Es alentador
oír eso…
Esta vez fueron ocho días los que pasé junto a él.
Aprendiendo de cada frase suya y de sus enseñanzas sobre el medio natural. Por
supuesto que le interrogué sobre su pasado y algo conseguí sacarle, como
aquella tarde veraniega sentados bajo la sombra de un roble centenario.
—
Bien Raúl, te estás enfrentando a un futuro
periodista, no puedes evitar que ensaye contigo.
—
No se si lo puedo evitar, pero sí ponértelo
difícil… No creas que es fácil sonsacar al que no se deja.
—
Bueno, contigo no lo tengo mal porque ya vamos
adquiriendo cierta confianza. Sí tú me lo pones difícil, yo te lo pondré fácil.
Solo se trata de ir siguiendo el guión de tu propia vida.
—
Mi vida no tiene nada de particular, y si lo
consideras así es porque todavía eres un pardillo. La de vidas que existen
mucho más interesantes que la mía.
—
Pudiera ser, pero solo me interesa la tuya. Que le
vamos a hacer.
—
Juegas con ventaja, es cierto…
—
Vale, pues suelta ya… Estábamos en que andabas algo
acojonadillo tras los sucesos del 23F
—
Eso ya te lo conté, si no recuerdo mal.
—
Ya, se te pasó el susto y…
—
¿Y Que?
—
Bueno… ¿que sucedió después, por donde continuaron
tus pasos?
—
Mis pasos fueron inquietos…
—
Vaya, todo lo contrario a como lo son ahora… por
cierto, hablando de pasos ¿a que es debido tu ligera cojera?
—
Muy sagaz el muchacho… eso no tiene nada que ver
con lo que me estabas preguntando.
—
¿un accidente?
—
Anda, sigue con tu guión y no te apartes de él.
—
Está bien, esta bien… ¿seguiste ejerciendo la
abogacía?, pienso.
—
¿Piensas o preguntas?
Ya me estaba empezando a mosquear, parecía el juego
del ratón y el gato. Decidí mostrarme malhumorado para ver si así dejaba de
quedarse conmigo.
—
¡Ostras!, que tío más pesado… anda déjate de
cuentos y suelta respuestas sobre lo que intento preguntarte.
—
Decías que vas a empezar el primer grado, pues no
te falta nada para...
—
No me falta nada para que…
—
Vale, vale, un buen periodista nunca debe de perder
la paciencia...
—
Contigo la perdería hasta un santo…
—
Bueno… seguimos el guión. En aquella época, años
80, alguien me enredó para que entrara en la política. En las elecciones del 82
por carambola salí elegido como diputado por un partido de izquierdas
perseguido durante el franquismo. A los dos años abandoné el escaño totalmente
decepcionado de la política. Mucha verborrea y poco interés por los problemas
reales del pueblo. Descubrí lo que significaba la ambición de poder y los
contactos sospechosos de ese mundo con ciertas fuerzas oscuras, que hacían
difícil sostener una verdadera democracia.
—
¿Fuerzas oscuras?
—
Mira te lo resumiré con una frase de Saramago: “La
democracia se ha convertido en un instrumento de dominio del poder económico y
no tiene ninguna capacidad de controlar los abusos de este poder”
—
Ostras… suena fuerte, pero no se bien lo que quiere
decir.
—
Pues eso, que los que mandan de verdad son los
grandes poderes económicos y todos los que lo entendemos así y protestamos pues
sobramos… Claro que todo tiene un límite y un día ya cansado de tanta purria,
en el congreso y en mi turno de palabra, mandé literalmente a la mierda a unos
parlamentarios de derechas que me increpaban desde sus escaños.
—
¿Porque te increpaban?
—
No les gustó lo que decía y empezaron a meterse con
lo que ellos consideraban mi oscuro pasado.
—
Entonces, ¿abandonaste la política?
—
Por supuesto…Al que era mi partido no les gustó
nada mi gesto. En los partidos políticos se debe de seguir un guión
predeterminado, sin saltárselo. Todo son frase hechas, directrices guiadas, un
cuento chino… total que abandoné la militancia.
—
¿Y que hiciste después?
—
Por supuesto que seguí ejerciendo de abogado, pero
entendí que faltaba algo por hacer o experimentar. Decidí ampliar algo el radio
de acción.
—
De ahí lo de los pasos inquietos…
—
Puede ser, mira, a veces cuando uno se siente
fracasado en su gestión, en cierto modo también frustrado, pues tiene que airearse, buscar nuevos
horizontes, y eso hice.
—
Entiendo… quiero decir que sí, que lo entiendo como
sino todo un señor diputado puede enviar a la mierda a otros señores diputados.
—
Me alegro que lo entiendas muchacho… el resultado
de mi frustración fue tomar la decisión de colaborar como Logista en una
organización no gubernamental en el
ámbito de la medicina, que se encargaba de realizar misiones de riesgo en
diversos lugares del Mundo.
—
Suena fuerte…
—
Lo fue… durante siete años estuve recorriendo con
ellos diferentes partes del Mundo…
—
Siete años estuviste…
—
Sí, cubrimos la hambruna de Etiopía. En Honduras
asistimos a refugiados Salvadoreños y nicaragüenses. Posteriormente en la
guerra civil en Sri Lanka montando clínicas móviles para atender a los heridos,
terremoto de Armenia, guerra de Liberia y para acabar la guerra de Somalia.
—
No me lo puedo
creer…
—
Pues así fue… acabé destrozado moralmente al estar
dentro de tanto horror, de tanta muerte, de tanta miseria. Intentando por todos
los medios evitar la degeneración humana y tratando de ayudar a ese último
efecto de la caja de Pandora que llaman esperanza… y por favor, no sigamos,
lo vamos a dejar aquí.
Le noté afectado por todos esos recuerdos y no
quise atosigarle más. No tenía ni idea de que hubieran pasado todas esas
tristes historias en este planeta que llamamos Tierra, supongo entre otras
razones porque en esas fechas yo no había nacido todavía.
Tras esos ocho días de estancia en la cabaña, dejé
a Raúl y marché a mis Lares con la
ilusión puesta en empezar el primer grado de periodismo. Y por supuesto que me propuse dejar de ser
tan ingenuo, tenía el convencimiento de que yo no era más que un ser inexperto,
sin ninguna capacidad para entender lo convulso que puede llegar a ser el
Mundo. Empezaba a ser consciente de que solemos vivir anclados en nuestros
propios problemas y no nos damos cuenta de que existen cientos de miles, quizás
millones de personas que por razones muy dispares lo pasan fatal.
IX
El ambiente de la Universidad era otra cosa muy
diferente a lo que estaba acostumbrado. Más libertad de acción, más contacto
con los colegas, más intentos de desarrollar criterios, inclusive podían
encontrarse pequeños grupos de alumnos con reacciones críticas hacia la sociedad o la
misma Universidad.
La libertad de acción llevaba implícito el ser
responsable de tus propios actos y del gobierno de tus estudios. Todo ello me favorecía
dado mi carácter. Me encontraba bien en ese ambiente y poco a poco fui
superando los sesenta créditos de mi primer grado, a base asistencias a clase,
horas de estudio, trabajos académicos, seminarios, proyectos y horas exigidas para preparación y
realización de exámenes.
En resumen, un éxito en mi primer año en la
Universidad. Cierto que ello llevaba implícito un considerable esfuerzo pues no
me quedaba otro remedio que compaginarlo con mi trabajo en la panadería.
Lamentablemente tuve que dejar el taller de escritura, no había tiempo para
más.
Ya en casa, se mostraban más tranquilos y
conciliadores, empezaban a creer en mí. No les quedaba otro remedio, los
resultados cantaban. Claro que siempre el pesado de mi padre tenía que salir con sus lindezas:
—
Bien, bien, veo que lo llevas bien… pero está por
ver si tanto estudio te va a servir para algo, demasiados estudiantes para tan
poco trabajo de periodismo… ¿Sabes que solo un mínimo porcentaje de los que
acaban la carrera consiguen colocarse en un periódico o un medio de
comunicación?… yo de ti me lo pensaría…
Pero yo ya estaba acostumbrado, no necesitaba para
nada sus digamos consejos. Lo verdaderamente relevante era que acababa de
cumplir veinte años, entraba en una nueva década. Ni idea de lo que me
depararía el inmediato futuro, aunque eso sí, el hecho de ser un veinteañero me
iba a dar mucho más empaque, es así como lo percibía.
Claro que el estar tan abstraído por lograr mis
objetivos, no me hacía olvidar a Raúl ni a mis ganas por volver a su cabaña. Ya
se estaba convirtiendo en un ritual. Aquel verano, decidí no molestar más a
Antonio, simplemente al llegar a Mozarrejo le saludé y le dije que ya me atrevía
a llegar yo solo a la cabaña.
Coloqué mis cinco sentidos en cada paso que
realizaba por las sendas de aquel bosque, intentando recordar las encrucijadas
y fijándome en todos los detalles del recorrido que figuraban en mi memoria.
Fue más fácil de lo que imaginaba, todo salió bien y logré mi objetivo. Que
curioso, que pese a estar totalmente desconectado del exterior, Raúl siempre
presintiera mi llegada. Así me lo hizo saber tan pronto llegué a su altura. Se
lo comenté y el me sorprendió con una de sus clásicas frases un tanto extrañas:
—
La soledad no existe en estos parajes… el silencio
ayuda a despertar los sentidos, la intuición es algo real y que se desarrolla
si tu mente se encuentra preparada.
—
Perfecto Raúl… pero como siempre no te pillo a la
primera.
—
Me acabas de decir que has llegado hasta aquí solo,
sin ninguna ayuda. ¿Cómo lo has logrado, con un GPS?
—
Pues no, ya sabes que aquí no hay cobertura…
—
Tu mismo lo acabas de decir, aunque no te hayas
enterado…
—
Bueno, la verdad es que he estado muy concentrado,
avanzaba y procuraba dejar señales por si me despistaba, pero no ha hecho falta
retroceder, todo ha salido a la primera.
—
Bien… por tu semblante, parece que bienes con otro
pasaporte en la manga…
—
Ni más ni menos, primer grado en el bolsillo.
—
Perfecto… te eximo de que me presentes más
pasaportes, te has ganado toda mi confianza. Quedas nombrado ciudadano de este
bosque.
Nos reímos con ganas tras el abrazo de rigor. Era
de esperar que el nombramiento de ciudadano del bosque, llevara incluido la
venia por estar allí todo el tiempo que quisiera.
La estancia esta vez se prolongó dos semanas y
pudiera haber sido más días, pero decidí que ya estaba bien así. Por supuesto
que en ese tiempo aproveché la más
mínima ocasión para avanzar en el conocimiento de su vida, como aquella tarde
que le pillé un tanto taciturno mientras se preocupaba de dar de comer a las
gallinas. Raúl era un hombre perfectamente adaptado a ese medio y parecía gozar
de excelente salud, claro que ya tenía setenta y cinco años y eso era algo que
por lo menos a mí me preocupaba...
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