Me queda un regusto amargo en la boca, no es fácil de
digerir lo que he comido pese a su buen aspecto. Y tamaña circunstancia me
recuerda el discurso de los políticos, buena presencia en principio y una
extensa y confusa verborrea que precipita la mala digestión. No vale solo la
presencia, sino el gustazo de saborear lo que está bien hecho, y la
credibilidad que debieran dar las palabras en boca de esos cocineros que nos
quieren gobernar.
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