sábado, 25 de abril de 2020

La luz del día (Después de cinco semanas y pico)


   Hoy me he levantado con el ánimo justo, pero la naturaleza ha obrado el milagro de ponerlo a tope. Cerca de mi casa a escasos cincuenta metros, circula el agua transparente y limpia de una riera, su sonido persistente y cantarín llegaba nítido a mis oídos. Mi entrañable mascota “Lío”, un Setter irlandés pleno de energía, me sacó de la cama con dos lametazos. Salí al exterior para el paseo matutino y quedé de inmediato más que impresionado extasiado con el día. Creo que debió ser en mi “última existencia” allá por el 1.700 cuando el medio de locomoción todavía era de tracción animal, que pude observar por última vez la naturaleza tal cual ahora la estaba observando. 

   La luz impresionaba por su fuerza, los colores resaltaban claros, limpios y el verde primaveral de los árboles se recortaba en un cielo transparente, azul, radiante. La hierba fresca dejaba entrever algunas amapolas entre su verdor. La atmósfera no podía ser más sana. Lástima no ser un ornitólogo para poder descifrar todos los trinos de los pájaros, que parecían estar más contentos que nunca.

   De inmediato pensé: ¿Es así como debería ser siempre?… Me hubiera gustado no tener la respuesta que por cierto de halagüeña no tenía nada. Nuestros errores de todo tipo siguen sin beneficiar a la naturaleza, al contrario la turban… y por supuesto que no se me ocurrió la idea de darle las gracias al COVID-19 por la maravilla que estaba percibiendo.


   ¿Aprenderemos algún día?... soy pesimista, sobre todo cuando oigo en la “tele” a todo un presidente del supuesto País más grande e importante del Planeta Tierra, decir un montón de “chorradas” sobre la gestión del problema global que nos ocupa… máxime cuando lo han votado millones de personas. “Así es la vida, así somos nosotros género humano tan despistado como polivalente.  


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