Hoy
me he levantado con un cuento rondándome por la cabeza, es muy corto,
inquietante y misterioso, el de Monterosso: “Y cuando desperté el dinosaurio seguía ahí”. Todavía nadie sabe
porqué está ahí, de donde proviene y aunque me consta que existen “sabios” que
están intentando averiguar su procedencia, todavía no lo tienen claro del todo.
Es
difícil variar la rutina, cuando vas a sacar la basura o pasear a la mascota,
puede ser que te cruces con un vecino. A distancia de tres metros la frase
interrogante es de rigor: ¿Cómo estáis? Y la respuesta parecida: “Pues ya ves,
aguantando y esperando que esto acabe” y la despedida de lo más usual:
“Cuidaros”.
No
tenemos derecho a quejarnos porque creo que está claro que nuestra única misión
es aguantar el confinamiento. Y porque además somos conscientes de quienes son
los que en verdad están librando esta “batalla”. Por mucho que nos lo indiquen
en los medios informativos, nada mejor que la línea directa de un conocido, familiar o amigo para
saberlo de primera mano. Como el caso del gestor que le está tocando trabajar
12 horas diarias, inclusive también sábados y domingos, aunque en menor
proporción. Como el tendero o el panadero del pueblo, que no dejan de trabajar
y de servirnos, haciéndonos en más de una ocasión de recaderos para traernos
tabaco o medicamentos. Como cuando
paseando a mi perro, tuve ocasión de cruzar unas breves palabras con un
camionero que suministraba fruta y verdura: Me preguntó por la tienda, se lo
indiqué, me interesé por él: “Como lo lleva” y la respuesta fue: “Esto es una
locura, no paro de ir de aquí para allá”, pero lo llevo bien. Entonces adiviné
una sonrisa escondida en su mascarilla cuando dijo: “Es gratificante saber que
estás ayudando y que la gente te lo reconoce”. Levanté el pulgar y le deseé
suerte.
Pero dejo para el final a los sanitarios: Turnos de 12 horas en
primera línea… Me dice una enfermera: Es angustioso ver como muchos salen de la
UCI cubiertos por una sábana de los pies a la cabeza y emocionante cuando
alguno se libra y va directo a planta. Es inquietante comprobar como compañeros
“caen” contagiados y te preguntas si tú serás la siguiente. También he sabido
el caso de una enfermera jubilada que se ofrece para ir al “combate” con la
duda de que dada su experiencia no la lleven a primera línea. O un médico
nefrólogo de mi familia que ha tenido que abandonar su cargo para ser reciclado
a cuidados intensivos.
Son historias del todo conocidas, reales y tangibles que no
dejan de preocuparnos… Seguiremos pues fieles al confinamiento, con el ánimo
bien dispuesto y la incertidumbre al costado. Lo único que tengo claro, es que
mañana cuando me despierte otra vez, el dinosaurio seguirá estando ahí.
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