Hoy me he dado cuenta de un detalle importante, han llegado ellas, las
que anuncian la primavera. Era la clásica avanzadilla, golondrinas de vuelo
poderoso que vienen a comprobar que todo está en orden. Vienen de lejos y suelen
volver al mismo lugar.
Seguro que en esta ocasión se habrán
asombrado de la tranquilidad existente.
La naturaleza está relajada. Esta misma mañana un descarado y diminuto
pajarillo ha querido entrar por la ventana pero se la ha encontrado cerrada, si
llega a estar abierta no le hubiera importado pasar. Pronto saldrán una gran
variedad de flores en los prados, las prímulas amarillas han sido las primeras
en hacerse notar. El buen tiempo se acerca y la luminosidad de la primavera nos
alumbrará el ánimo, antes de que se vaya apagando poco a poco.
Es curioso observar la naturaleza, está tranquila, proyectándose por
terrenos que antes ocupaban nuestros pies. Si la dejáramos libre nos asombraría
con su fuerza, pero no, nuestra forma de civilización la sujeta y la vilipendia
con una desconsideración total. Me atrevo a dar un ejemplo, no me extrañaría
que si el COVID-19 llegara al verano, el noventa por ciento de los incendios
forestales no existirían, pero mejor no apurar tanto.
Quien sabe, si cuando todo esto acabe, o por lo menos se controle,
hayamos aprendido algo, pero me inquieta sobremanera observar como una parte de
la sociedad no se entera de lo que pasa. También me preocupa el comprobar como
algunos aprovechan la ocasión para
sembrar maldad por el camino, un camino que todavía no estamos en disposición
de transitar. Ojala que la gran mayoría de la población se de cuenta de lo que
representa la estupidez, como también la mala intención de esas gentes que solo
saben sembrar odio. Ojala que aprendamos a ignorarlos, y sepamos valorar lo que
supone caminar con responsabilidad y en libertad.
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