No se bien que atenerme, si transcurrido este tiempo de confinamiento es
poco o es mucho para los que estamos acostumbrados a la libertad. Si estuviéramos
condenados a cinco años sería poco quizás, pero en casa el tiempo transcurre
muy distinto, dado que esta situación rompe el esquema tradicional de las
costumbres. Me pregunto si todo va a ser igual, cuando nos den la “condicional”.
Empiezo a sentir añoranza, del roce con mis nietos, con mi familia y
amigos. Joder, si es que íbamos segundos en la clasificación y a un solo punto
del primero. Por primera vez en mucho tiempo con mi equipo de tenis aspirábamos
a ganar. Añoro esos días de lunes, miércoles donde iba a entrenar, y el viernes
donde “batíamos el cobre” contra otros equipos. Luego venía la cervecita y la
cena ligera que servía para comentar el partido o decir “chorradas”, estábamos
en proximidad… ¿podremos hacerlo otra vez con normalidad”.
Son pequeñas cosas que ahora quedan no se si en el baúl de los recuerdos
o solo retenidas por las circunstancias… ¿podremos ir al cine, pasear,
reunirnos, asistir a eventos…con normalidad?
Curiosamente… siendo observador y sintiéndome privilegiado por vivir en
pleno entorno natural…existe algo que me hace reflexionar, para darme cuenta de
lo que realmente es importante. La naturaleza está saliendo ganando momentáneamente
de esta situación. Los cielos están más limpios, los colores son más
brillantes, poco a poco el reino animal va ocupando el espacio que estamos
dejando libres los humanos. El trino de los pájaros se siente más cercano. Ante
tal circunstancia, uno se pregunta:… Pero si es que en realidad la naturaleza
es nuestro hogar, y cuando estamos en pleno ejercicio la estamos jodiendo… ¿Qué
haríamos los humanos sin ella?
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