Castellón,
cuarta semana del mes de Octubre 2015
...La noticia
ya es dada, y la alegría de mi madre inenarrable… las cosas por aquí abajo, tal
como ella presentía habían cambiado y eso nos iba a permitir dar un importante
giro a los acontecimientos. Contábamos con la colaboración del consistorio de
Almassora, con la ayuda de los miembros de la Recerca y por si fuera
ello poco, desde el Ayuntamiento de Castellón también estaban dispuestos a
echarnos un cable. Solo cabía tener algo de paciencia, esperar al pleno que
debía de otorgar legalidad al proyecto, y arreglar el asunto más peliagudo que
sería convencer al propietario del terreno donde estaba ubicada la fosa para
que nos permitiera excavar.
Decidí
permanecer en Castellón y desde aquí mismo me puse en contacto con el periódico
donde había trabajado por si les interesaba la noticia… la verdad es que no demostraron
demasiado interés. Quienes si estaban dispuestos a poner “toda la carne en el
asador” y ayudarme en consecuencia, fueron los miembros de las diferentes
asociaciones de excombatientes de la república sitas en Toulouse, y que pese a
disponer de pocos supervivientes de la contienda, si que su legado había sido
debidamente transmitido y continuaba vivo en el recuerdo… Por otra parte existe
la poderosa influencia de mi madre, ella sí una superviviente y nunca mejor
dicho, capaz de movilizar todavía a quien fuera necesario para conseguir por
fin su añorado proyecto de localizar los restos de su padre.
Faltaba tan
solo organizar el tema económico, el equipo de trabajo, avisar al forense y al laboratorio para cotejar las muestras de
ADN, que ya obraban en nuestro poder provenientes de miembros de las cuatro
familias afectadas… Pero antes de movilizar nada, era necesario tener los
permisos y sobre todo hablar con el propietario del terreno. Lo que sí hice fue
avisar a los implicados en el proyecto y tenerlo todo preparado.
A la semana
de haber hablado con Mónica la concejala del ayuntamiento, ya teníamos la
aprobación del pleno…Los documentos obraban en nuestro poder y solo faltaba la
definición del propietario del terreno para que nos dejara trabajar. Teníamos
su nombre, la dirección y los papeles en la mano con los pertinentes permisos
judiciales y municipales. Intentamos ponernos rápidamente en contacto con él, se
trataba de Oriol Martí uno de los más grandes mayoristas de la zona,
propietario de innumerables huertas y de la empresa “Citronja” exportadora de
cítricos a todo el Mundo. No fue fácil localizarlo, es más no se quiso poner en
contacto con nosotros… Conseguimos no obstante, una cita en el local de su
empresa con uno de sus hijos y copropietario del negocio que accedió a
recibirnos.
Llegamos al
polígono donde estaba ubicada la empresa, curiosamente en la misma carretera
que unía Castellón con Almassora y no muy lejos del lugar donde se encontraba
la supuesta fosa con los restos que buscábamos. Dimos nuestras credenciales en
recepción y esperamos en la sala de visitas a que nos atendieran. Al poco rato
llegó hasta nosotros un hombre elegantemente vestido y encorbatado, con su
escaso pelo bien cuidado y algo engominado, de presencia estirada. Me fijé
también en sus zapatos de un reluciente color negro. No era el prototipo de
persona fácil de conocer por su apariencia digamos que artificial. Debería de
tener 50 años largos, lo que daba idea de la edad que tendría su padre. Nos
recibió con amabilidad e invitó a que pasáramos a su despacho. Mónica la concejala y Jaume de la Recerca me acompañaban en
el evento.
Tras
presentarnos, nos acomodamos, esperamos a que se sentara y me dispuse a hablar:
— Sr. Martí…
creo que no hace falta que le expliquemos el proyecto, debe de ser de sobra
conocido por todos los precedentes que existen.
— Está usted
en lo cierto…
— Bien… algo
ha cambiado, esta vez no hemos encontrado ningún impedimento en el consistorio
y se ha obtenido la aprobación al proyecto, pero es debido contar con su
permiso para trabajar en la localización de la fosa…por eso estamos aquí.
— Bueno, no
soy yo quien debe de darles el permiso… sino mi padre.
— Ya… pero
según parece, no tiene ningún interés en recibirnos, por lo que rogaríamos su
colaboración.
— Tienen mi
colaboración… por eso les he recibido.
— Eso no
parece ser suficiente pues…
— No… está
claro que no es suficiente, lo siento.
Se produjo
un instante de silencio, como si se hubiera obrado un enorme punto muerto
difícil de erradicar… la conversación parecía no tener sentido. Mónica se
dispuso inmediatamente a echarme una mano.
— Sr. Martí…
desde el ayuntamiento no ponemos ninguna objeción al proyecto. Esta historia
debe de finiquitarse, son 77 años de interrogantes, es necesario comprobar si
están ahí los restos y acabar de una vez para tranquilidad de todos.
— Entiendo su
posición… pero yo personalmente no puedo hacer nada.
— Entonces…
¿por qué nos ha recibido?
— Porque su ayuntamiento nos lo ha requerido.
— Bien… sabe
que podíamos impulsar el caso vía judicial, pero entienda que es mejor evitar
todos esos trámites y tener entonces que perder mucho más tiempo.
— Insisto…no
soy yo quien puede y debe darles el permiso… ejerzan la vía judicial, si así lo
prefieren.
Jaume
asistía al diálogo callado y observando… pero llegado el momento entendió que
él también debía de intervenir.
— Sr. Martí…
llevamos muchos años detrás de este caso… no apelamos por lo legal sino por lo
humanitario. La Sr ª Molina tiene 96 años y aún vive con el deseo
de encontrar los restos de su padre, al igual que el Sr. Charrón su nieto aquí
presente. El mismo deseo lo transmiten las familias de las otras tres personas
cuyos restos mal reposan en la fosa, todos ellos merecen ser reconfortados… No
entendemos porqué tanta obstinación por parte de ustedes, por lo menos
merecemos saber la razón.
— ¿Nunca mi
padre se lo ha explicado…?
— No
entendemos su pregunta… su padre nunca nos ha querido recibir.
— Bien… eso
puedo explicarlo yo, quizás entiendan entonces. Mi abuelo, ósea el padre de mi
padre, para que quede claro, lo mataron los republicanos durante el principio
de la guerra civil… tan solo por ser un terrateniente.
Todos nos
quedamos callados, pensativos. Me decidí a romper el silencio y apelar al
sentido común.
— Sr. Martí…
la guerra civil fue horrible, como todas las guerras. Se cometieron muchas
injusticias, como en todas las guerras. Su abuelo no mereció tener ese final
como tampoco el mío. Uno era un terrateniente, el otro un enfermero del
Hospital provincial. Que culpa tendrían ellos de que se declarara una guerra…
ninguna, como seguro las otras tres personas que supuestamente se encuentran en
la fosa. Todos somos víctimas, todos… los que murieron y los que todavía
existimos… Ya no se trata de bandos, sino de reparar en algo esas injusticias.
Permítame esta pregunta: ¿Dónde reposan los restos de su abuelo?
— En el
cementerio claro está… en nuestro panteón familiar para más señas.
— Lo ve…
¿puede ahora entenderlo?... Dos injusticias, dos, pero no es mayor injusticia
que los restos de mi abuelo estén abandonados en una fosa al borde de la
carretera sin ser reconocidos… a mí también me gustaría que reposaran no ya en
un panteón sino en un simple nicho, aunque nada más fuera para que mi madre
pudiera depositar una rosa en él.
Martí hijo
se mostró aparentemente impertérrito ante mi locución, ni siquiera pestañeó…
pero solo hacía falta mirarle a los ojos para entender que las palabras que yo
acababa de pronunciar no habían caído en saco roto. Tras unos instantes de
incertidumbre por parte de todos, él se dispuso a responder.
— Les he
escuchado… a todos. Créanme que entiendo su postura, pero va a ser difícil
convencer a mi padre, tiene verdadera inquina a esos recuerdos, no quiere
hablar ni saber nada de ellos. No obstante intentaré convencerle, veré como se
lo enfoco… personalmente, que sepan que yo no tengo ningún inconveniente en que
se abra esa fosa, pero las circunstancias son las
circunstancias. Por mi parte, si hubiera alguna novedad se la haré llegar.
— Haga todo lo
que esté en su mano Sr. Martí…no sabe cuanto se lo agradeceremos.
Cortésmente
nos acompañó hasta la puerta de salida y se despidió… su rostro no parecía
transmitir ninguna emoción, al contrario que los nuestros. Nos quedamos con la
incógnita de saber si cumpliría su palabra. Solo quedaba esperar un tiempo
prudencial, porque para realizar un requerimiento judicial siempre estábamos a
tiempo...
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