Pedrafosca,
cuarta semana del mes de Octubre, 2015
...Ya van dos
días que Paco no aparece en el banco de piedra, ni por la tasca, algo que no es habitual.
Sus congéneres en el juego, algo menos carcamales, no tienen ni idea de donde
para… El pueblo está solitario y baldío,
los veraneantes hace días que ya se han ido y tan solo quedamos unos pocos, los
de siempre. La calma peina el aire, solo las mortecinas hojas de los plataneros
se mueven al compás del tibio aire de la mañana, prestas a soltarse cara al
suelo para crear una alfombra otoñal. El silencio embriaga los oídos creando un
coro de melancolía que va dejando paso a la paz interior. Por eso me quedo en
el pueblo, es el marco ideal para que fluya las ideas recreadas por la
imaginación.
Pero el
trabajo que estoy haciendo no tiene nada que ver con la imaginación…muy al
contrario quisiera que fuera real y crudo, no como hasta ahora que no es más
que una mera recopilación de datos que ya todos, o casi todos sabemos. Me armo
de decisión que no valor, para acercarme a la casa de Paco y picar a su puerta…
que está abierta como siempre, sin temor por parte de él de que entren
indeseables. La empujo levemente y voceo con decoro… no contesta. Repito el
voceo con algo más de vehemencia sin resultado alguno… no está en casa.
Me siento en
su banco de piedra, apoyo mi espalda en el respaldo de la fachada y hago como
él, perder la mirada en el fondo de encinares y pinos en la ladera del monte
justo enfrente, a unos cientos de pasos si apetece andar pendiente arriba. No
pienso en nada… solo me dejo ir… y de repente, aprecio una figura sentada sobre
una roca bajo la sombra de un cerezo justo en el camino que va a los huertos.
Arrugo la nariz, adelanto un tanto la mirada como para escrutar la imagen… sí,
sin duda es Paco. Decido acercarme, no se me puede escapar… lo hago con tiento
como haría un cazador ante su presa, temeroso de que esta escape si no eres
sigiloso. Claro que en el caso de Paco es fácil, sus pasos vacilantes no le
harían llegar muy lejos, temo más a su mente que es ágil como las ardillas y
esta si que se me puede escapar.
Me ve llegar
desde la distancia, justo al doblar un recodo del angosto camino que circula
serpenteante sobre una ligera pendiente. Ni se inmuta… no tardo en notar que
está taciturno, con un ligero asomo de tristeza… él deja que me acerque. Le
saludo y me siento a su lado sin decir nada, pero no tarda en romper el
silencio con una frase lánguida en cuyo tono se aprecia mis presentimientos.
— ¿Qué
quieres…?
— No quiero
ser pesado, ni romper tu intimidad...
— No lo haces…
— Me permites…
que siga aquí, a tu lado.
— Has llegado…
no me molestas, de momento.
— Si quieres
desaparezco… pero si de algo me conoces, sabes que soy algo tozudo y no me
gusta dejar las cosas a medias.
— Te conozco
Roberto… se que eres de fiar, por eso accedo a que me des el coñazo.
— Te noto algo
tristón… ¿Qué te pasa?
— ¿Eso
importa?
— Bueno… a mí
me importa.
Paco me mira
de refilón moviendo el tronco y la cabeza en un claro gesto de escepticismo… toma
su cayado lo apuntala entre su barbilla y el suelo cerrando la empuñadura con
ambas manos, permanece sentado pero con claros signos de querer marchar…trato
de impedírselo.
— Espera Paco,
no te vayas por favor… aquí estamos lejos de las miradas.
— Algo ingenuo
eres… ¿no crees?
— Del todo
Paco, del todo… y que demonios importa eso,
— Cierto… no
debería importarnos.
— Vale… pues
permíteme que continuemos.
Movió
ligeramente sus glúteos ajustándolos otra vez sobre la piedra, relajó sus
brazos y osciló el cayado con ambas manos, luego lo dejó caer entre sus piernas…
Me dejaba continuar, enseguida pensé en seguir su propio guión sin entrar en
matices, era una buena manera de continuar el proceso.
— Estábamos en
que tras cerrar la fábrica textil en Pedrafosca, te fuiste a vivir dos años a la
ciudad y luego volviste…
— Estábamos…
— Vale… pues
supongo que ese detalle, cerrar la fábrica, debió significar cambios
importantes en el pueblo.
— Cierto…paulatinamente
la gente desertó al igual que yo en busca de oportunidades… otros se quedaron
en el pueblo, incluso iban caminando hacia pueblos cercanos para trabajar en lo
que fuera… pero la consecuencia es que el pueblo terminó jodido. Cuando yo
volví al cabo de dos años esto estaba más que vacío.
— ¿y como te
las apañaste entonces?
— Volví a residir
en la misma casa que aún vivo, aquella que me alquiló el patrón del Far y que
más tarde pude comprar… No me quedaba
más recursos que cultivar la tierra e ir puliéndome los ahorros que me
quedaban.
— ¿Duró eso
mucho tiempo?
— Lo justo y
suficiente…
— ¿Qué quieres decir?
— Bueno… poco
tiempo después, no tardaron en venir los veraneantes… gente pudiente de las
ciudades limítrofes, algunos de ellos con antecedentes familiares en el pueblo,
gente que les había ido mejor que yo tras las deserciones una vez se agotó el
filón de la fábrica, o foráneos que se podían permitir el lujo de encontrar
otra residencia para pasar los fines de semana o el verano.
— Y…
— Pues que los
espabilaos del pueblo vieron en ello otro filón… especializarse en
reacondicionar las viejas casas, o construir otras… y claro, no te olvides que
yo aprendí a manejar y trabajar la piedra seca en el Far… No es fácil hacer
muretes para sujetar los bancales, solo con tus manos y encajando las piedras
sin cemento ni cal alguna… anda ve y observa las muchas que aún quedan en pie repartidas
por todo el monte…
— Las he
visto, tú lo sabes… como sé que no tardaste en apuntarte al negocio.
— Claro…
primero ayudando a otros, después con mi propia cuadrilla.
— Lo que me
llama la atención… y te hablo claro, es que otros se han forrado y tú… en
absoluto, además tenías fama de mal empresario, eso dicen…
— Ya
empezamos… ya me quieres tirar de la lengua…no me jodas Roberto… hasta ahora
íbamos bien.
Encogí el
estómago en un acto instintivo, interiormente sabía que había puesto el pié en
ese terreno donde es fácil resbalar… tenía que arreglar pronto el desaguisado… era
conocedor y en positivo de muchas cosas sobre el pueblo, habladurías que yo no
había experimentado, pero que las mismas evidencias demostraban su certeza…
solo había que ser mínimamente experto en conocer la naturaleza humana y observar
como se comportan las personas para entenderlo… Paco era un tipo noble y hasta
diría que idealista, con un primer pasado de origen incierto y al que todos en
el pueblo le seguían mentando como “el foraster”, precisamente porque nunca se
había integrado en las insondables triquiñuelas de la comunidad, lo que hacía
que para muchos siguiera siendo un elemento incómodo… por otra parte se que es
una buena persona y claro, este raro espécimen de seres humanos suelen ser
solitarios y bastante enigmáticos. ´
— Perdóname
Paco, se que no quieres entrar ahí… sigamos.
— Sigamos…pero
sin dar nombres…Te diré Roberto, que yo jamás ayudé a la prevaricación del que
mandaba, ni cobré comisiones del poder aquí en el pueblo por realizar obra alguna,
ni inflé presupuestos, ni engañé, ni robé ni especulé con nada…siempre fui fiel
a los presupuestos aún a riesgo de equivocarme…y sobre todo pagaba bien a mis
empleados teniéndoles siempre asegurados…eso tenía un precio y lo pagué con
envidias y zancadillas, estaba comprometiendo a más de uno… ser justo no estaba
de moda…si, es cierto… de ahí debe de venir esa fama que me achacan…
Noté que
Paco se crispaba… estaba apretando con
fuerza la empuñadura de su cayado a la vez que miraba desafiante a las casas
del pueblo… sí, estaba enfadado y a la vez desahogándose a su manera…intenté
calmarle cambiando el tema.
— Bien,
Ayudante de constructor, luego constructor y después ¿cuando te jubilaste…?
— Labriego
para mantenerme y también para vender patatas, lechugas, tomates y demás a la tienda del pueblo o a los
veraneantes… y tirando de los ahorrillos, como siempre.
— ¿Y cuando
dejaste de trabajar en los huertos…?
— Pues no hará
mucho de eso… justo cuando me dí cuenta de lo mucho que cuesta levantarse…Cuando
lo hago me dedico a colocar a sitio desde el meñique del pie a la punta de las
orejas… bien te digo que faena trae ese menester… luego tengo que poner en
marcha la maquina de andar… y te digo que cuesta de arrancar. Cuando lo consigo
pues ya sabes… me gusta echar la partidita… y el resto del día lo dedico a
observar como se acerca la parca.
— Bueno… ya
sabes Paco, la parca nos llega a todos y es tan puñetera que nunca sabemos
donde está.
— Unos la
tienen más cerca que otros…
— Eso no
quiere decir nada…a todos nos puede pillar desprevenidos, sin importar la edad.
— Cierto es…
pero porqué cojones nos ponemos transcendentes ahora.
— Has sido tú
el que has mencionado la parca…
— Razón tienes
¡pardiez!...
— Pues ya
está… esto se ha acabado… pero te voy a decir una cosa Paco, ha sido una mierda
de entrevista…nada nuevo bajo el sol.
— Pues sí que
te valoras poco…
— Precisamente
porque me valoro no pienso entregársela a Lucía…
— Allá con tus
cuitas… el problema es tuyo.
— Pues como es
mi problema… lo voy a resolver.
Se hizo un
extraño silencio… me encontraba con el ánimo algo cabreado por mi fracaso.
Curiosamente mi rostro, mis formas debieron de ofrecer una cierta hilaridad a
quien antes parecía postrado en un asomo de tristeza porque de repente Paco se
tronchó a carcajadas…de tal manera que me hizo contagiar de las suyas y ambos
acabamos por partirnos de la risa… Cuando llegó la calma, miré a los ojos de
Paco a la vez que pensaba: — te he
pillado—...
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