Pedrafosca,
tercera semana del mes de Octubre, 2015
...Mala suerte,
al día siguiente de estar entrevistando a Paco, lluvia. El temporal
tardó casi una semana en desaparecer. No me
atreví a abordarlo ni en su casa ni en
el bar, donde de tanto en tanto aparecía con su cayado y el caliqueño en los
labios para tomarse un carajillo o jugar a las cartas con algunos vecinos. Él, al verme en el recinto no mostró ni
siquiera un guiño sobre lo que estábamos realizando, impertérrito y como si tal
cosa siguió con su partida de cartas ignorándome por completo, tan solo un
breve saludo y listo, se habrá olvidado de mí - pensaba –
Al primer
día de buen tiempo, casi haciéndome el despistado, pase por los aledaños de su
casa sin olvidarme de llevar el cuaderno de notas. Allí estaba el bueno de
Paco, de frente a la serranía de pinos y encinas, sentado en su banco de piedra
y con su característica imagen arrugada y carcomida por el sol de antaño, digna
de ser reflejada en un lienzo. Ni me miró y seguro que me había detectado.
Decidí sentarme a su lado a un a riesgo de que me soltara un desplante.
— Mira que
eres boludo… que quieres más “chafardeo” del que ya hay… este “puto” pueblo no
cambia, ni que nos muramos todos los viejos.
— Creo
entender por donde vas Paco… pero piensa en Lucía es joven, de izquierdas y
mira por donde, la primera regidora en la historia del Pueblo, eso quiere decir
algo, ¿no?
— Supongo…
— Venga hombre
no te las des… tu siempre has sido, eso dicen, un grano en el culo para muchos…
vamos que no eres fácil de comulgar.
— Y eso de que
sirve… aquí no he visto revolución alguna… a buenas horas mangas verdes.
— Estas seguro
de lo que dices…
— Más seguro
de que yo no aguanto aquí más de diez años.
— Eso no
estaría mal… te convertirías en centenario… el primer centenario de Pedrafosca.
— Eso no es
cierto… existió aquí un tal Cenorio, que nada más cumplir los cien se lo encontraron
al día siguiente durmiendo el sueño eterno... buena muerte ¡pardiez!.
— Buena muerte… ¿Qué te parece si continuamos?
— Vigila lo
que escribes…
— Que yo
recuerde… no nos hemos apartado de un mero guión más parecido a histórico que
otra cosa…
— ¿De eso se
trata no?... venga, no te enrolles y continuemos.
— Bien… ¿por
donde íbamos?
— Eso tu
sabrás…
Evidentemente él estaba de mal genio… seguro que en el pueblo ya se
habían infiltrado infinidad de comentarios al respecto… seguro que más de uno
debería estar temeroso por lo que Paco pudiera decir… era el más viejo del
lugar y al fin y al cabo, por su edad, nada tenía ya a perder…y lo bueno del
caso es que yo sin enterarme, claro que ya esos más de uno se encargaban de
evitarme. Nada, ningún comentario, ni una palabra de esas sinceras como decir:
“Oye Roberto, me he enterado que estás entrevistando al Foraster, ¿de que va
eso, que te está contando?...” y en su lugar, seguro que ya comienzan las
insidias o las difamaciones, todo porque Lucía, la nueva regidora, es poco
menos que una infiltrada en la oscura red de poder en el pueblo… Toda esa
sensación traspasaba mi mente, mezclándose con la siguiente pregunta dirigida a
Paco. Él debió notar mi vacilación…
— Venga
Roberto, que no tenemos toda la mañana, ¡arranca ya!
— Perdona
Paco… estaba en Babia. Vale, lo último que tengo apuntado son los hornos de
Cal…sigamos, sin apartarnos del guión.
— Sigamos…. ya
tengo ganas de acabar de una vez.
— Tengo
entendido que dejaste el Far para venir
a trabajar en la fábrica textil…
— No lo dejé…
ocurrió que la vid se fue abandonando porque no rendía. En la masía ya no
necesitaban tanta gente, los campos de cultivos y las fajas
habilitadas para ello se fueron dejando perder, se extendió el uso de la
electricidad y el carbón cada vez era menos útil… A la vez, en la fábrica textil del pueblo necesitaban gente,
pues me fui a trabajar allí…Poco después ocurrió algo allí en el Far que
prefiero no contar.
— ¿Por qué no
lo quieres contar?
— Porqué no
quiero, ¿de acuerdo?
— Está bien…
como tú quieras, ¿Seguías viviendo en el Far?
— En principio
sí… para llegar a la fábrica en el pueblo, hora y media de caminata a la ida y otra hora y media a la
vuelta… me gustaba andar.
— ¿y que
hacías allí?
— Bueno, al
principio ayudaba en los telares… pero yo era muy “apañao” y pronto se dieron
cuenta de ello. El caso es que el encargado del mantenimiento se iba a retirar…
fui su sombra durante meses hasta aprender lo que él hacía.
— Dicen que
eras un poco incordio… que hasta intentaste crear un sindicato…
— ¡Quia! ni de
lejos… hicimos reuniones eso sí, reuniones digamos que secretas, habían
bastantes quejas… pero lo único que pretendían era que alguien diera la cara y
ese alguien era yo… ellos a la hora de la verdad, calladitos y cagaditos de
miedo, sin coraje para manifestar sus quejas.
— ¿y que pasó?
— Pues quien
da de comer es el patrón… y eso tuvo más fuerza que la idea de crear ese
sindicato que tú dices… yo no era tan tonto como para dar la cara sin un apoyo
manifiesto… y ahí acabó todo, pero sí es cierto que lo intenté.
— ¿Cuánto
tiempo estuviste en la fábrica?
— Bastantes
años… hasta el 67 que la cerraron.
— ¿Todavía
vivías en el Far?
— Aquella
masía acabó en otras… manos, sus años de esplendor quedaron muy lejos… pero
antes de que… antes, el dueño, considero que como agradecimiento, me alquiló
una de sus propiedades en el pueblo para que pudiera vivir.
— ¿Antes de
qué Paco…?
— Acaso eres
sordo…no quiero hablar de eso, ya te lo dije.
— Está bien,
está bien… Mira Paco, observo que vamos a salto de mata. Cuando se cerró la
masía tenías…
— 43 años
tenía…
— Te das
cuenta el salto, de los 16 que llegaste al Far a los 43 van 27 años… ¿nada que
contar en ese espacio de tiempo?
— Te lo estoy
contando ¿no?
— Pues no…
— Eras muy
joven cuando llegaste…digo yo que tendrías alguna “novieta”… se dice que eras
un Don Juan… y sin embargo…
— ¿y sin
embargo qué?
— Bueno… pues
tengo entendido que eres soltero…
— Te estás
apartando del guión… eso no es historia, si acaso es mi historia…nada
relacionado con el pueblo.
— ¿Como que
no?... en el pueblo has vivido siempre…
— … que tal si
seguimos…
— ¿desde
donde?
— Estábamos en
los 47… y además no siempre he vivido en el pueblo y tú lo debes de saber.
— Sí… algo he
oído.
— Estuve dos
años viviendo en la capital.
— Explica eso…
— Muy sencillo,
cuando la fábrica cerró fui a trabajar allí a otra fábrica textil, vivía en una
pensión… pero decidí volver a Pedrafosca, no me adaptaba bien a la ciudad,
añoraba el campo.
— Dicen que
eras un tanto rebelde, ¿no sería por eso que volviste a este pueblo?
— ¿De donde coño
has sacado esa historia…?
— Dicen por
ahí…
— Por mí se
pueden guardar lo que dicen en cierto sitio…
— …Y la fama
de Don Juan… ¿Qué me dices?
— Habladurías…
los domingos casi siempre había baile en un local del pueblo que habilitaron
para ello, estaba lleno de “carabinas”, ya sabes quienes vigilaban que las
mozas no se descarriaran o se arrimaran demasiado. A mí me gustaba bailar con
todas las disponibles, tenía buen ritmo…pero busca testigos… ninguna de
esas mozas existe ahora… bueno, que tal si dejamos ya de chismorrear…
— Vale…
vale…lo dejamos aquí para otro día, ¿te parece?
Había algo
de melancolía en sus recuerdos y más de un secreto que el no ha querido
desvelar pese a mi templada insistencia… quizás por eso creo que lo he
cabreado… no es que frunciera el ceño, es que todo su cuerpo estaba fruncido…
no le gusta hablar de intimidades, ni de su vida más propia, ni de los
entresijos de un pueblo viejo, de lo que en realidad a mí me interesa. No había
forma de entrar allí… Paco, de muy mal humor, cogió su callado y sin decir ni “mú”
entro en la penumbra de su casa… Está visto que un servidor tendrá que emplear
toda la sutileza del Mundo para conseguir que el bueno de Paco se suelte. Su
enfado a buen seguro no tiene nada que ver conmigo, sino más bien a la
contaminación del marco por donde circulaban nuestros pasos, nada apropiado
para favorecer mis propósitos...
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