Toulouse, a
finales del mes de Septiembre, 2015
...Mi madre con
apenas 20 años, siguiendo los pasos de su padre, y desoyendo los consejos de mi
abuela, se encaminó también hacia el
frente de Teruel. Su espíritu no le permitía quedarse atrás. Allí
demostró su valor en las trincheras como una más de todos los que allí luchaban
siguiendo el principio de sus ideales. Apenas coincidió con mi abuelo, cada uno
en su lugar. Se de buena tinta que él no aprobaba la postura de su hija, pero
por otra parte la admiraba. Tan solo temía perderla en la refriega.
Allí conoció
a Marcel, oficial de las brigadas internacionales, 15 años mayor que ella. Un
auténtico idealista revolucionario enamorado de la libertad y la justicia. De
familia judía polaca, había escapado de Polonia y previamente estuvo ya peleado
por la causa de los Palestinos. Como comunista, no desoyó la llamada de los
republicanos españoles y acudió raudo junto con más extranjeros para aportar su
experiencia en la batalla.
Nunca mi
madre me contó los prolegómenos de un idilio que les llevó al matrimonio, solo
le cabe decir que él ha sido y será siempre el amor de su vida, del que solo
pudo disfrutar unos pocos años. Tras la Toma de Teruel, siguieron
juntos y combatiendo con la Brigada XI
en la fallida ofensiva de Aragón donde perdieron la vida muchos de los
brigadistas. Fue allí donde se enteraron de la desaparición de mi abuelo y muy
a su pesar no pudieron llegar a Castellón, ya tomada por el ejercito
franquista, para hacer las oportunas averiguaciones.
Supieron a
finales del 38, del acuerdo de 13 puntos instaurado por el gobierno de Juan
Negrin que debía alejar a los brigadistas internacionales de la guerra. No
estuvo Marcel en el majestuoso desfile de despedida a los brigadistas del 28 de
Octubre del 38 que se efectuó en las calles de Barcelona. Dos
razones muy poderosas influyeron en ello, su condición de judío -Polaco y su
matrimonio con mi madre. Por entonces él ya debía saber de lo que se estaba
gestando por los Nazis en torno a los judíos y optó por seguir junto a mi madre
hasta el final de la guerra.
En los
albores del fin de la contienda, tras la caída de Tarragona y la toma de
Catalunya, muertos o desaparecidos los miembros de mi familia, mi madre y
Marcel tenían dos caminos para huir: Alicante o la frontera francesa, eligieron
traspasar los pirineos a pie. Numerosas
columnas de refugiados iniciaron la marcha hacia la frontera. Marcel tomó el mando de una de ellas,
compuesta por personal civil y bastantes combatientes que conservaban todavía
algunas de sus armas. Organizaron la retirada hacia el paso de Prats de Mollo.
Gracias al nivel de organización que mostraron pudieron salvar serias
dificultades, como varios bombardeos indiscriminados, sin importar si los que
había allá abajo eran mujeres, niños o combatientes. Era pleno invierno y las
inclemencias del tiempo dificultó enormemente el trayecto, unido a la falta de
alimentos y al mal estado físico de muchos de ellos. Pero la mayoría del grupo logró
llegar a la frontera. Ellos formaron parte del cerca de medio millón de
exiliados tras el final de la guerra. Pero las desventuras no acabaron al
llegar, solo habían empezado.
Al llegar a
la frontera les impidieron el paso, tuvieron que esperar dos semanas a que los
franceses accedieran a abrirla gracias a las gestiones de un ministro
republicano con el gobierno francés. Primero pasaron los civiles y una semana
después lo hicieron los combatientes. Nada más entrar en territorio francés mi
madre y Marcel fueron desarmados y llevados al campo de concentración de
Argelés. Estuvieron constantemente vigilados como si fueran criminales por la
policía francesa y por tropas coloniales compuestas por soldados senegaleses y árabes.
Mal alimentados, hacinados, con el agua contaminada y con una total falta de
higiene, bastantes de ellos murieron al contraer el cólera y también por
inanición. La situación ya era insostenible.
Pasadas unas semanas aquello empezó a organizarse mejor, pero eso
implicó la separación de Marcel y mi madre. Ambos fueron considerados como
peligrosos, Marcel fue trasladado a la antigua fortaleza templaria de Colliure
y mi madre al campo disciplinario para mujeres en Rieucros, 200 kilómetros les
separaban.
El estallido de la Segunda Guerra Mundial era
inminente, eso supuso que el gobierno Francés bajo decreto obligara a los
extranjeros sin nacionalidad a prestar servicios para las autoridades
militares. Marcel, como oficial y bien informado, vio en ese decreto la
posibilidad de salir de la prisión. Se podía elegir entre ingresar en la legión
francesa, trabajar en las fortificaciones de la línea Maginot, o alistarse en
regimientos del ejército. Eligió la última opción. Poco tiempo estuvo Marcel alistado, tras la
ocupación de Paris por los alemanes el ejército francés se desmembró. El
Mariscal Petain asumió el mando e instauró el régimen de Vichy en la mitad sur
de Francia, claramente colaboracionista con los invasores. Marcel tras su
deserción pasó a la clandestinidad como miembro del partido comunista, y tuvo
que huir repetidas veces de las redadas que infligían los miembros de la
policía de Vichy. Los integrantes de la resistencia no tardaron en organizarse,
para ello elaboraron con medios muy rudimentarios y tiradas cortas “La Reconquête ”, un
periódico clandestino destinado a potenciar la moral y de paso organizar a los
miembros de la resistencia. Así no tardó en crearse la Brigada 35, compuesta por
polacos, italianos, españoles y antiguos brigadistas internacionales. Una de
sus primeras misiones fue liberar a numerosas mujeres del campo disciplinario
de Riudecros, entre las que se encontraba su mujer…volvieron a estar juntos...
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