domingo, 12 de junio de 2016

Novela: "El Foraster", Parte 6

Toulouse, a finales del mes de Septiembre, 2015

   ...Mi madre con apenas 20 años, siguiendo los pasos de su padre, y desoyendo los consejos de mi abuela, se encaminó también hacia el  frente de Teruel. Su espíritu no le permitía quedarse atrás. Allí demostró su valor en las trincheras como una más de todos los que allí luchaban siguiendo el principio de sus ideales. Apenas coincidió con mi abuelo, cada uno en su lugar. Se de buena tinta que él no aprobaba la postura de su hija, pero por otra parte la admiraba. Tan solo temía perderla en la refriega.
   Allí conoció a Marcel, oficial de las brigadas internacionales, 15 años mayor que ella. Un auténtico idealista revolucionario enamorado de la libertad y la justicia. De familia judía polaca, había escapado de Polonia y previamente estuvo ya peleado por la causa de los Palestinos. Como comunista, no desoyó la llamada de los republicanos españoles y acudió raudo junto con más extranjeros para aportar su experiencia en la batalla.
  Nunca mi madre me contó los prolegómenos de un idilio que les llevó al matrimonio, solo le cabe decir que él ha sido y será siempre el amor de su vida, del que solo pudo disfrutar unos pocos años.  Tras la Toma de Teruel, siguieron juntos y combatiendo con la Brigada XI en la fallida ofensiva de Aragón donde perdieron la vida muchos de los brigadistas. Fue allí donde se enteraron de la desaparición de mi abuelo y muy a su pesar no pudieron llegar a Castellón, ya tomada por el ejercito franquista, para hacer las oportunas averiguaciones.
   Supieron a finales del 38, del acuerdo de 13 puntos instaurado por el gobierno de Juan Negrin que debía alejar a los brigadistas internacionales de la guerra. No estuvo Marcel en el majestuoso desfile de despedida a los brigadistas del 28 de Octubre del 38 que se efectuó en las calles de Barcelona.      Dos razones muy poderosas influyeron en ello, su condición de judío -Polaco y su matrimonio con mi madre. Por entonces él ya debía saber de lo que se estaba gestando por los Nazis en torno a los judíos y optó por seguir junto a mi madre hasta el final de la guerra.
   En los albores del fin de la contienda, tras la caída de Tarragona y la toma de Catalunya, muertos o desaparecidos los miembros de mi familia, mi madre y Marcel tenían dos caminos para huir: Alicante o la frontera francesa, eligieron traspasar los pirineos a pie.  Numerosas columnas de refugiados iniciaron la marcha hacia la frontera.  Marcel tomó el mando de una de ellas, compuesta por personal civil y bastantes combatientes que conservaban todavía algunas de sus armas. Organizaron la retirada hacia el paso de Prats de Mollo. Gracias al nivel de organización que mostraron pudieron salvar serias dificultades, como varios bombardeos indiscriminados, sin importar si los que había allá abajo eran mujeres, niños o combatientes. Era pleno invierno y las inclemencias del tiempo dificultó enormemente el trayecto, unido a la falta de alimentos y al mal estado físico de muchos de ellos. Pero la mayoría del grupo logró llegar a la frontera. Ellos formaron parte del cerca de medio millón de exiliados tras el final de la guerra. Pero las desventuras no acabaron al llegar, solo habían empezado.
   Al llegar a la frontera les impidieron el paso, tuvieron que esperar dos semanas a que los franceses accedieran a abrirla gracias a las gestiones de un ministro republicano con el gobierno francés. Primero pasaron los civiles y una semana después lo hicieron los combatientes. Nada más entrar en territorio francés mi madre y Marcel fueron desarmados y llevados al campo de concentración de Argelés. Estuvieron constantemente vigilados como si fueran criminales por la policía francesa y por tropas coloniales compuestas por soldados senegaleses y árabes. Mal alimentados, hacinados, con el agua contaminada y con una total falta de higiene, bastantes de ellos murieron al contraer el cólera y también por inanición. La situación ya era insostenible.  Pasadas unas semanas aquello empezó a organizarse mejor, pero eso implicó la separación de Marcel y mi madre. Ambos fueron considerados como peligrosos, Marcel fue trasladado a la antigua fortaleza templaria de Colliure y mi madre al campo disciplinario para mujeres en Rieucros, 200 kilómetros les separaban.

    El estallido de la Segunda Guerra Mundial era inminente, eso supuso que el gobierno Francés bajo decreto obligara a los extranjeros sin nacionalidad a prestar servicios para las autoridades militares. Marcel, como oficial y bien informado, vio en ese decreto la posibilidad de salir de la prisión. Se podía elegir entre ingresar en la legión francesa, trabajar en las fortificaciones de la línea Maginot, o alistarse en regimientos del ejército. Eligió la última opción.   Poco tiempo estuvo Marcel alistado, tras la ocupación de Paris por los alemanes el ejército francés se desmembró. El Mariscal Petain asumió el mando e instauró el régimen de Vichy en la mitad sur de Francia, claramente colaboracionista con los invasores. Marcel tras su deserción pasó a la clandestinidad como miembro del partido comunista, y tuvo que huir repetidas veces de las redadas que infligían los miembros de la policía de Vichy. Los integrantes de la resistencia no tardaron en organizarse, para ello elaboraron con medios muy rudimentarios y tiradas cortas “La Reconquête”, un periódico clandestino destinado a potenciar la moral y de paso organizar a los miembros de la resistencia. Así no tardó en crearse la Brigada 35, compuesta por polacos, italianos, españoles y antiguos brigadistas internacionales. Una de sus primeras misiones fue liberar a numerosas mujeres del campo disciplinario de Riudecros, entre las que se encontraba su mujer…volvieron a estar juntos...


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