Pedrafosca,
mediados de Noviembre, 2015
...Han pasado
tres días desde que Paco me confesara lo que aconteció antes de aparecer él por
las lindes de Pedrafosca. Todavía estoy impactado, no por conocer esa parte de su
historia que aún siendo una epopeya, no deja de ser como tantas historias que
debieron suceder en una guerra civil… sino porque es la historia de Paco que
pese a residir tantos años en el Pueblo, nadie hasta ahora la conocía… y me lo
tengo que creer, de lo contrario las piedras, las paredes, los silencios del
pueblo hubieran hablado, dejando una secuela mezclada de realidad y fábula. Es
el secreto, su secreto que por alguna misteriosa razón siempre se ha guardado
de no contárselo a nadie, ni siquiera a la que siempre consideró, por el trato
recibido, su familia de El Far.
Desde el
último día que hablé con él, no lo he visto circular por el pueblo y eso que el
tiempo ha mejorado considerablemente. La temperatura es agradable y apetece
dejarse acariciar por el sol. Me ha llegado un rumor de que no se encuentra
bien… Voy a acercarme a su casa, tenemos todavía que matizar el artículo que
voy a pasar a Lucía para su publicación, y sobre todo aclarar que es lo que
puedo y lo que no exponer en el mismo.
Empujo la
puerta entreabierta y me decido a traspasar el umbral, cuando aparece desde el
interior Mercedes casi tropezando conmigo. Me saluda con su dulce acento
colombiano… pienso que sale de acabar su tarea semanal de limpieza, pero no es
así.
— Hola
Roberto… ¿como estáis vos?
— Bien, muy
bien Mercedes… ¿ya has acabado la faena?
— OH no… hoy
no me toca, es que el Sr. Paco no se encuentra muy bien…ahora voy a avisar al
médico.
— Sí algo he
oído, pero pensé que no era importante…
— No lo sé…
tiene algo de fiebre y ronronea al respirar, deben de ser los pulmones…me
preocupa porque es muy mayor.
— Vaya… sí ve
a avisar, es lo mejor, mientras tanto estaré con él.
— De acuerdo
Roberto.
Me acerco al
catre, en un rincón de la sala, donde tapado con una manta se encuentra Paco…
no tiene buen aspecto pero conserva el ánimo, enseguida lo aprecio por sus
palabras.
— ¡Diantre!...
que coñazos… primero Lorena, luego Mercedes ahora tú… es que no dejáis a uno
descansar…
— De que te
extrañas…
— Es que uno
no se puede encontrar bien…no es nada, se me pasará en un par de días… no se
porque Mercedes se ha empeñado en avisar al médico.
— Quizás
porque es lo más normal… creo que tienes algo de fiebre.
— Y que es la
fiebre, sino una defensa del organismo… no es la primera vez que me pasa…anda,
anda, no os preocupéis tanto por mí, solo necesito descansar.
No quise en
absoluto abordar el tema que me traía hacia él, no me pareció oportuno… además
justo ahora acaba de llegar el médico, Gabriel que aunque jubilado como yo, no
puede olvidar de donde viene y siempre hecha una mano cuando se precisa…que
curioso, que pese a que el Pueblo parezca un concierto de rumores, de
especulaciones, de cuchicheos, de mala baba en ocasiones…el pueblo no puede
evitar sumergirse en la contradicción. Cuando es necesario y lo que acontece es
más importante que tanta necedad, todo el mundo se moviliza…ya ha pasado cuando
sucede un incendio forestal, cuando ocurre una desgracia de cualquier tipo, o
cuando alguien en verdad necesita ayuda... eso es parte de un pueblo, y otra de
las razones que me permiten aún residir aquí.
Decido dejar
al médico que atienda a Paco, me despido y quedo para otro día cuando él se
encuentre mejor… En el camino hacia casa no hago más que pensar. Abro la
puerta, saludo a mi mujer Carmela y subo hasta el estudio. Repaso todas las
notas tras la declaración de Paco sobre su epopeya y me recreo en la misma
gracias a su relato que tan bien llegó a memorizar:
…Justo desde
el momento que residiendo en Barcelona, y ante la ausencia de toda su familia,
muertos sus padres por culpa de la guerra, desaparecida su hermana y obligado
por el ambiente en que siempre ha vivido, de total tendencia republicana…
rabioso, desconcertado y con claros aires de revancha, decide acercarse hasta la Caja de Reclutas en la Puerta de la
Paz. Sabe que han enviado a conocidos suyos
de tan solo diecisiete años, desde el ministerio de la Guerra , ordenes de
presentarse con una manta, cuchillo, tenedor y buen calzado para alistarse.
Pero él aún no tiene 16 años, aunque es un buen mozo y de constitución alta.
Cuando llega le requieren la documentación y el explica que no la tiene, que la
ha perdido y que su casa ha sido destruida por un bombardeo, pero que tiene la
edad que se exige para engrosar las filas del ejercito republicano. En
principio le dicen que no, pero ante su insistencia alegando ciertas razones,
deciden abrirle nueva documentación y alistarle, las necesidades de la guerra
facilitan que eso ocurra. De esa manera llega a formar parte de la “quinta del
biberón” que engrosará al ejército del Ebro… Recibe la pertinente instrucción,
donde llega a oír de boca de un alto mando: “cierto es que sois muy jóvenes pero la República
os necesita, por lo tanto ser constantes y atentos en la instrucción que recibáis,
porque sino vais a morir como piojos en la batalla”.
De esa
manera le destinan al XV cuerpo del Ejército, en la 42ª División al Mando del
Mayor Manuel Álvarez. La misión más
inmediata fue cruzar el Ebro en barcazas entre Mequinenza y Fayón para intentar
ocupar ambas ciudades. Recuerda que en cada barcaza iban 10 hombres y que se
consiguió el objetivo de traspasar los apenas cien metros de agua sin
demasiadas dificultades, llegando a ocupar unos altos en la zona de Los Auts,
aún recuerda… Pero todo aquello fue un espejismo, nunca llegaron a cumplir con
el objetivo, los nacionales contraatacaron y todos ellos quedaron encerrados en
una gran bolsa, sin posibilidades de volver a cruzar el río y llegar a la
retaguardia, tuvieron que resistir 15 días, soportando fuego de artillería,
carros de combate, bombardeos de la aviación, al final no quedó otra opción que
rendirse tras sufrir numerosas bajas. Afortunadamente sobrevivió junto a más de
mil soldados que fueron hechos prisioneros. Aquellos 15 días fueron su bautismo
de fuego, recuerda que cruzaron el río con enorme moral y que esta misma se fue
achicando hasta sumergirse en algo peor que el miedo. Tengo en mente la cara de
Paco cuando me hablaba de los cadáveres que no podían ser recogidos, de la
falta de refugios, de la metralla que caía por todos los lados, de la sed, de
la angustia, de los muchos tiros que tuvo que pegar sin ton ni son… Fueron
conducidos en camiones durante un largo recorrido de más de 300 kilómetros hasta
el campo de concentración de Miranda de Ebro, allí hicieron una criba, ante su
sorpresa, observó como la mayoría de sus compañeros de quinta fueron
clasificados como “desafectos sin responsabilidad”, y a él sin embargo y sin
que llegara a entenderlo lo declararon “desafecto con responsabilidad”, lo cual
indicaba que recibiría peor trato, hasta llegar a ser condenado a trabajos
forzados.
Pero como
dice el refrán, “No hay mal que por bien no venga”… fue destinado junto a otros
presos a realizar trabajos en el monte, consistente en elaborar cortafuegos a
base de pico y pala y serrucho… Junto a un par de compañeros, vieron allí la
oportunidad de escaparse al menor descuido de los vigilantes armados. Así lo
hicieron a primera hora de una fría tarde del primer día de Noviembre,
aprovechando que tras la comida andaban ellos algo amodorrados. Salieron
corriendo monte abajo notando el silbido de las balas a sus espaldas. Uno de
los tres cayó y no supieron nada más de él.
No se explica como pero el caso es que consiguieron zafarse de sus
perseguidores, refugiándose en el fondo de un abrupto barranco.
Antes, en el
campo de concentración oyeron que el frente del Ebro se estaba desmoronando y
que numerosas fuerzas republicanas se habían concentrado a orillas del río
Segre. Les pareció que la opción más interesante era llegar hasta allí aunque
les separaran más de 400
kilómetros . No tenían muchas más posibilidades, sabían
que si eran capturados serían inmediatamente fusilados. Aunque no lo supieran
bien del todo, en esas fechas la república se iba replegando hacia Catalunya y
la guerra estaba dando sus últimos coletazos. Paco y Vicenç su compañero de
fuga, ambos integrantes de la quinta del biberón y por lo tanto muy jóvenes,
contemplaban que precisamente su temprana edad sería un aval para conseguir
llegar hasta zona republicana aunque ello implicara atravesar territorio
rebelde, todo ese sector ya había caído en manos franquistas. Otros dos
factores influyeron para que ambos consiguieran completar su objetivo al cabo
de escasos ocho días, uno fue que numerosas fuerzas del bando nacional
marchaban precisamente como ellos hacia el frente del Segre y hacia Barcelona,
despejando de alguna manera el camino; la otra, que Vicenç era nativo de la
zona y conocía bien el terreno, lo cual facilitó que en ocasiones pudieran
subir a camiones de suministros con la escusa de trasladarse de población…No
obstante eso no les privó de soportar hambre, inclemencias climatológicas,
miedo e incertidumbre al atravesar ciertas poblaciones. Entraron y salieron de
Zaragoza sin ser detectados, andando con mucho tiento y mirando que al recoger
verduras de las huertas o frutos de los
árboles durante el trayecto nadie advirtiera el hecho… Desarrapados, cansados y
hechos unos pingajos, llegaron por fin a orillas del Segre. Desde allí podían
oír con meridiana claridad el estruendo de bombazos, tiros, ráfagas de
ametralladora…Consiguieron atravesar las líneas franquistas a través del monte…Una
noche, estando ellos escondidos en unos matorrales, se toparon con fuerzas republicanas
que huían o se replegaban, era fácil averiguarlo por la forma en que vestían,
algunos también tan desarrapados como ellos. Preguntaron donde podían encontrar
el Mando y ellos les indicaron que se dirigieran a la retaguardia en Aitona, a
escasos seis kilómetros del frente de batalla en Serós… Me contaba Paco la
anécdota, que al llegar ambos a Aitona, andaba por ahí un fotógrafo americano y
que en un momento determinado les puso a ambos en su objetivo mientras estaban hablando
con unos milicianos.
Una vez
hubieron explicado su epopeya a los mandos y tras ser identificados, con placa
y cartilla, le dieron un Mauser a cada uno y sendas bayonetas, cuatro bombas de
manos y cincuenta balas en cartucheras, para que se incorporaran inmediatamente
a un batallón de la 23ª brigada mixta. Así entraron de lleno en la batalla de
Serós tratando de defender una cabeza de puente…Lo que me contó Paco de esa
batalla fue poco, o mucho según se entienda. Contaba que llegaba un regimiento
de zapadores y orientaba las trincheras para que luego ellos mismos las
finalizaran a base de trabajo de pico y pala, desde ahí parapetados disparaban,
para luego atacar y retroceder, perder posiciones, reconquistarlas y volverlas
a perder entre tiros, tableteos de ametralladora y bombazos de la artillería o
la aviación. Me dijo también que los hombres de ambos bandos caían a porrillos,
bien muertos, bien heridos y que no sabe aún como sobrevivió sin un arañazo… el
que no lo consiguió fue Vicenç al que ni tan siquiera pudo consolar, murió
justo a su lado, un trozo de metralla le destrozó la cabeza… Fueron dos meses
de encarnizada lucha donde las bajas en ambos bandos se contaron por millares,
para al final deshacerse el frente y
dejar el paso expedito a los nacionales para que conquistaran Catalunya y
llegaran a Barcelona… Muchos republicanos fueron hechos prisioneros y los que
pudieron se replegaron o se tiraron al monte… Paco tenía la experiencia sobre
el terreno del camino recorrido entre Miranda de Ebro y Aitona y consiguió
escapar del cerco… Me indicó que en aquellos momentos, no sabía que hacer, si
entregarse o marchar hacia Barcelona donde ya no tenía a nadie de su familia
más inmediata…Al final decidió ir hacia Barcelona campo a través, por lo menos
allí quizás encontrara a algún conocido…y al llegar a una Sierra a escasos 40 km de Barcelona en línea
recta, se encontró con la Masía
de El Far...
No hay comentarios:
Publicar un comentario