lunes, 20 de junio de 2016

Novela: "El foraster" Parte 15

Pedrafosca, mediados de Noviembre, 2015

   ...Han pasado tres días desde que Paco me confesara lo que aconteció antes de aparecer él por las lindes de Pedrafosca. Todavía estoy impactado, no por conocer esa parte de su historia que aún siendo una epopeya, no deja de ser como tantas historias que debieron suceder en una guerra civil… sino porque es la historia de Paco que pese a residir tantos años en el Pueblo, nadie hasta ahora la conocía… y me lo tengo que creer, de lo contrario las piedras, las paredes, los silencios del pueblo hubieran hablado, dejando una secuela mezclada de realidad y fábula. Es el secreto, su secreto que por alguna misteriosa razón siempre se ha guardado de no contárselo a nadie, ni siquiera a la que siempre consideró, por el trato recibido, su familia de El Far. 
   Desde el último día que hablé con él, no lo he visto circular por el pueblo y eso que el tiempo ha mejorado considerablemente. La temperatura es agradable y apetece dejarse acariciar por el sol. Me ha llegado un rumor de que no se encuentra bien… Voy a acercarme a su casa, tenemos todavía que matizar el artículo que voy a pasar a Lucía para su publicación, y sobre todo aclarar que es lo que puedo y lo que no exponer en el mismo.
  Empujo la puerta entreabierta y me decido a traspasar el umbral, cuando aparece desde el interior Mercedes casi tropezando conmigo. Me saluda con su dulce acento colombiano… pienso que sale de acabar su tarea semanal de limpieza, pero no es así.

    Hola Roberto… ¿como estáis vos?
    Bien, muy bien Mercedes… ¿ya has acabado la faena?
    OH no… hoy no me toca, es que el Sr. Paco no se encuentra muy bien…ahora voy a avisar al médico.
    Sí algo he oído, pero pensé que no era importante…
    No lo sé… tiene algo de fiebre y ronronea al respirar, deben de ser los pulmones…me preocupa porque es muy mayor.
    Vaya… sí ve a avisar, es lo mejor, mientras tanto estaré con él.
    De acuerdo Roberto.
   Me acerco al catre, en un rincón de la sala, donde tapado con una manta se encuentra Paco… no tiene buen aspecto pero conserva el ánimo, enseguida lo aprecio por sus palabras.

    ¡Diantre!... que coñazos… primero Lorena, luego Mercedes ahora tú… es que no dejáis a uno descansar…
    De que te extrañas…
    Es que uno no se puede encontrar bien…no es nada, se me pasará en un par de días… no se porque Mercedes se ha empeñado en avisar al médico.
    Quizás porque es lo más normal… creo que tienes algo de fiebre.
    Y que es la fiebre, sino una defensa del organismo… no es la primera vez que me pasa…anda, anda, no os preocupéis tanto por mí, solo necesito descansar.

   No quise en absoluto abordar el tema que me traía hacia él, no me pareció oportuno… además justo ahora acaba de llegar el médico, Gabriel que aunque jubilado como yo, no puede olvidar de donde viene y siempre hecha una mano cuando se precisa…que curioso, que pese a que el Pueblo parezca un concierto de rumores, de especulaciones, de cuchicheos, de mala baba en ocasiones…el pueblo no puede evitar sumergirse en la contradicción. Cuando es necesario y lo que acontece es más importante que tanta necedad, todo el mundo se moviliza…ya ha pasado cuando sucede un incendio forestal, cuando ocurre una desgracia de cualquier tipo, o cuando alguien en verdad necesita ayuda... eso es parte de un pueblo, y otra de las razones que me permiten aún residir aquí.   
   Decido dejar al médico que atienda a Paco, me despido y quedo para otro día cuando él se encuentre mejor… En el camino hacia casa no hago más que pensar. Abro la puerta, saludo a mi mujer Carmela y subo hasta el estudio. Repaso todas las notas tras la declaración de Paco sobre su epopeya y me recreo en la misma gracias a su relato que tan bien llegó a memorizar:
 …Justo desde el momento que residiendo en Barcelona, y ante la ausencia de toda su familia, muertos sus padres por culpa de la guerra, desaparecida su hermana y obligado por el ambiente en que siempre ha vivido, de total tendencia republicana… rabioso, desconcertado y con claros aires de revancha, decide acercarse hasta la Caja de Reclutas en la Puerta de la Paz. Sabe que han enviado a conocidos suyos de tan solo diecisiete años, desde el ministerio de la Guerra, ordenes de presentarse con una manta, cuchillo, tenedor y buen calzado para alistarse. Pero él aún no tiene 16 años, aunque es un buen mozo y de constitución alta. Cuando llega le requieren la documentación y el explica que no la tiene, que la ha perdido y que su casa ha sido destruida por un bombardeo, pero que tiene la edad que se exige para engrosar las filas del ejercito republicano. En principio le dicen que no, pero ante su insistencia alegando ciertas razones, deciden abrirle nueva documentación y alistarle, las necesidades de la guerra facilitan que eso ocurra. De esa manera llega a formar parte de la “quinta del biberón” que engrosará al ejército del Ebro… Recibe la pertinente instrucción, donde llega a oír de boca de un alto mando: “cierto es que sois muy jóvenes pero la República os necesita, por lo tanto ser constantes y atentos en la instrucción que recibáis, porque sino vais a morir como piojos en la batalla”.
   De esa manera le destinan al XV cuerpo del Ejército, en la 42ª División al Mando del Mayor Manuel Álvarez.  La misión más inmediata fue cruzar el Ebro en barcazas entre Mequinenza y Fayón para intentar ocupar ambas ciudades. Recuerda que en cada barcaza iban 10 hombres y que se consiguió el objetivo de traspasar los apenas cien metros de agua sin demasiadas dificultades, llegando a ocupar unos altos en la zona de Los Auts, aún recuerda… Pero todo aquello fue un espejismo, nunca llegaron a cumplir con el objetivo, los nacionales contraatacaron y todos ellos quedaron encerrados en una gran bolsa, sin posibilidades de volver a cruzar el río y llegar a la retaguardia, tuvieron que resistir 15 días, soportando fuego de artillería, carros de combate, bombardeos de la aviación, al final no quedó otra opción que rendirse tras sufrir numerosas bajas. Afortunadamente sobrevivió junto a más de mil soldados que fueron hechos prisioneros. Aquellos 15 días fueron su bautismo de fuego, recuerda que cruzaron el río con enorme moral y que esta misma se fue achicando hasta sumergirse en algo peor que el miedo. Tengo en mente la cara de Paco cuando me hablaba de los cadáveres que no podían ser recogidos, de la falta de refugios, de la metralla que caía por todos los lados, de la sed, de la angustia, de los muchos tiros que tuvo que pegar sin ton ni son… Fueron conducidos en camiones durante un largo recorrido de más de 300 kilómetros hasta el campo de concentración de Miranda de Ebro, allí hicieron una criba, ante su sorpresa, observó como la mayoría de sus compañeros de quinta fueron clasificados como “desafectos sin responsabilidad”, y a él sin embargo y sin que llegara a entenderlo lo declararon “desafecto con responsabilidad”, lo cual indicaba que recibiría peor trato, hasta llegar a ser condenado a trabajos forzados.
   Pero como dice el refrán, “No hay mal que por bien no venga”… fue destinado junto a otros presos a realizar trabajos en el monte, consistente en elaborar cortafuegos a base de pico y pala y serrucho… Junto a un par de compañeros, vieron allí la oportunidad de escaparse al menor descuido de los vigilantes armados. Así lo hicieron a primera hora de una fría tarde del primer día de Noviembre, aprovechando que tras la comida andaban ellos algo amodorrados. Salieron corriendo monte abajo notando el silbido de las balas a sus espaldas. Uno de los tres cayó y no supieron nada más de él.  No se explica como pero el caso es que consiguieron zafarse de sus perseguidores, refugiándose en el fondo de un abrupto barranco.
   Antes, en el campo de concentración oyeron que el frente del Ebro se estaba desmoronando y que numerosas fuerzas republicanas se habían concentrado a orillas del río Segre. Les pareció que la opción más interesante era llegar hasta allí aunque les separaran más de 400 kilómetros. No tenían muchas más posibilidades, sabían que si eran capturados serían inmediatamente fusilados. Aunque no lo supieran bien del todo, en esas fechas la república se iba replegando hacia Catalunya y la guerra estaba dando sus últimos coletazos. Paco y Vicenç su compañero de fuga, ambos integrantes de la quinta del biberón y por lo tanto muy jóvenes, contemplaban que precisamente su temprana edad sería un aval para conseguir llegar hasta zona republicana aunque ello implicara atravesar territorio rebelde, todo ese sector ya había caído en manos franquistas. Otros dos factores influyeron para que ambos consiguieran completar su objetivo al cabo de escasos ocho días, uno fue que numerosas fuerzas del bando nacional marchaban precisamente como ellos hacia el frente del Segre y hacia Barcelona, despejando de alguna manera el camino; la otra, que Vicenç era nativo de la zona y conocía bien el terreno, lo cual facilitó que en ocasiones pudieran subir a camiones de suministros con la escusa de trasladarse de población…No obstante eso no les privó de soportar hambre, inclemencias climatológicas, miedo e incertidumbre al atravesar ciertas poblaciones. Entraron y salieron de Zaragoza sin ser detectados, andando con mucho tiento y mirando que al recoger verduras de las huertas o  frutos de los árboles durante el trayecto nadie advirtiera el hecho… Desarrapados, cansados y hechos unos pingajos, llegaron por fin a orillas del Segre. Desde allí podían oír con meridiana claridad el estruendo de bombazos, tiros, ráfagas de ametralladora…Consiguieron atravesar las líneas franquistas a través del monte…Una noche, estando ellos escondidos en unos matorrales, se toparon con fuerzas republicanas que huían o se replegaban, era fácil averiguarlo por la forma en que vestían, algunos también tan desarrapados como ellos. Preguntaron donde podían encontrar el Mando y ellos les indicaron que se dirigieran a la retaguardia en Aitona, a escasos seis kilómetros del frente de batalla en Serós… Me contaba Paco la anécdota, que al llegar ambos a Aitona, andaba por ahí un fotógrafo americano y que en un momento determinado les puso a ambos en su objetivo mientras estaban hablando con unos milicianos.

   Una vez hubieron explicado su epopeya a los mandos y tras ser identificados, con placa y cartilla, le dieron un Mauser a cada uno y sendas bayonetas, cuatro bombas de manos y cincuenta balas en cartucheras, para que se incorporaran inmediatamente a un batallón de la 23ª brigada mixta. Así entraron de lleno en la batalla de Serós tratando de defender una cabeza de puente…Lo que me contó Paco de esa batalla fue poco, o mucho según se entienda. Contaba que llegaba un regimiento de zapadores y orientaba las trincheras para que luego ellos mismos las finalizaran a base de trabajo de pico y pala, desde ahí parapetados disparaban, para luego atacar y retroceder, perder posiciones, reconquistarlas y volverlas a perder entre tiros, tableteos de ametralladora y bombazos de la artillería o la aviación. Me dijo también que los hombres de ambos bandos caían a porrillos, bien muertos, bien heridos y que no sabe aún como sobrevivió sin un arañazo… el que no lo consiguió fue Vicenç al que ni tan siquiera pudo consolar, murió justo a su lado, un trozo de metralla le destrozó la cabeza… Fueron dos meses de encarnizada lucha donde las bajas en ambos bandos se contaron por millares, para al final deshacerse el  frente y dejar el paso expedito a los nacionales para que conquistaran Catalunya y llegaran a Barcelona… Muchos republicanos fueron hechos prisioneros y los que pudieron se replegaron o se tiraron al monte… Paco tenía la experiencia sobre el terreno del camino recorrido entre Miranda de Ebro y Aitona y consiguió escapar del cerco… Me indicó que en aquellos momentos, no sabía que hacer, si entregarse o marchar hacia Barcelona donde ya no tenía a nadie de su familia más inmediata…Al final decidió ir hacia Barcelona campo a través, por lo menos allí quizás encontrara a algún conocido…y al llegar a una Sierra a escasos 40 km de Barcelona en línea recta, se encontró con la Masía de El Far...


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