Cuando mejor se comprende el alcance
de las metáforas, es si las puedes contrastar con hechos evidentes. He aquí el
ejemplo: Hace un año alguien me dio una sola semilla de tomate, fue como una
especie de apuesta en un momento de jolgorio, me dijeron, “de esto pueden salir
cientos de semillas”. Bien, tomé la única semilla y la guardé en un sobre
pequeño y bien cerrado. A principios de Abril descubrí en un cajón la semilla,
me dije, “Porqué no, la voy a sembrar”, así que la coloqué enterrada a dos
centímetros de un tiesto bien grande.
Pasaron dos semanas sin respuesta alguna, ya casi me olvidaba de ella
cuando descubrí como dos ligeras hojas se abrían paso entre la capa de
tierra. Por la posición, sin duda era la semilla de tomate que había por fin
germinado.
Han pasado más de dos meses de proceso lento y continuo, las hojas se
han multiplicado, el tallo se ha hecho fuerte y resistente y tras crecer la
planta unos treinta centímetros ya se aprecian varias flores del fruto, que a
buen seguro pues las cuido, serán espléndidos tomates de los que podría extraer
montones de semillas.
Esto me ha hecho recordar una anécdota que le ocurrió a un conocido mío.
Es funcionario de Hacienda. Cuando ganó las oposiciones le destinaron a una
determinada delegación. Es una persona plácida, paciente y muy responsable, a
la vez que amable en el trato. Total, que fiel a su carácter se dedicó a
atender a la gente de la mejor forma posible detrás de su mostrador. Los
compañeros, me contaba, empezaron a mirarlo con recelo, hasta que por fin uno
de ellos se le acercó y le dijo: “Chaval,
frena un poco que nos estás poniendo
en evidencia”… Pero cabezón él no se arredró y siguió a lo suyo, hasta el
punto de que se le multiplicaba el trabajo, pues la gente procuraba arrimarse a
la parcela de su mostrador…Pasó una mala época, no solo por el trabajo sino por
la pésima respuesta de sus compañeros que acabaron por marginarlo.
Pero fue al cabo de unos meses, cuando ocurrió algo que cambié el rumbo
de los acontecimientos. Llegó una nueva responsable de área, que no tardó en
observar el panorama, y le faltó tiempo para llamar al orden a quienes
racaneaban en su función. Mi amigo no tuvo que hacer nada más que seguir en su
línea, el provocó el contraste. Al poco tiempo pareció que germinaba su natural
esfuerzo pues le aflojó el trabajo, al tiempo que los demás se
responsabilizaban de su labor. Me acabó contando que gracias a lo que fuera, el
ambiente se relajó hasta el punto de que ya existía un buen “rollo” en esa
delegación de Hacienda.
Bien… para que germine una semilla es
necesario: agua, sol, aire, buena tierra… y sobre todo perseverancia y buen trato
para evitar que las malas hiervas proliferen y ahoguen el crecimiento del fruto.
Una buena semilla siempre provoca su multiplicación, ocurre que su crecimiento suele
ser lento, muy lento.
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