Toulouse, a
finales del mes de Septiembre 2015
Han pasado
tantos años y queda tanto por resolver…se considera que aún quedan 113.000
desaparecidos de la guerra civil española, muchos de ellos aún están enterrados
en cunetas, bosques, junto a las tapias de los cementerios, en el valle de los
caídos, en agujeros. Enterrados como si fueran animales, tan solo se ha conseguido identificar de estos
a 6.300 personas. Y desgraciadamente, uno de los que aún no están encontrados
es mi abuelo materno José Molina. Su historia es muy similar a la de otras
tantas historias, pero no por ello se debe olvidar y mi madre no lo olvida, y
por si yo lo hiciera, ella se encarga de recordármelo.
El era
enfermero en el hospital provincial de Castellón, afiliado a la Unió Republicana. Tan pronto
estalló la guerra civil y ante el avance de las fuerzas rebeldes, decidió
marchar con la columna Casas Sala hacia el frente de Teruel. Su intención no
era pelear sino ayudar como sanitario a los posibles heridos. Cuando se estabilizó
el frente, decidió volver al hospital pues le llegó la noticia de que allí
necesitaban también ayuda. El drama ocurrió cuando llegaron los rebeldes al
mando del General Aranda ocupando Castellón, fue a mediados de Junio del 1938. Mi abuelo siguió en
el Hospital como si no pasara nada, al fin y al cabo no había pegado un tiro y
en cambio ayudó a salvar muchas vidas.
Pero las
insidias, los celos, la mala fe y la maldad están instauradas en todos los
estamentos de la sociedad. Un hospital no es una excepción. Alguien puso al
corriente a los nuevos mandos de los movimientos de mi abuelo. Lo detuvieron
junto a tres más, nos consta que fueron dos auxiliares y uno de la sección
administrativa, todos ellos afiliados a partidos republicanos y con antecedentes
de haber participado de una u otra forma en el conflicto. En principio debían
ser llevados a la cárcel de Castellón, para posteriormente ser juzgados en un
consejo de guerra, pero nunca llegaron, se perdieron en una lúgubre cuneta, tal
vez. Lo que si se sabe es que fueron ejecutados sin que llegaran a la cárcel.
La razón, se ignora, aunque mi madre teme que ella pudo ser una de las causas,
pero esa es otra historia que contar.
Los posibles testigos no existen ya, si que hay habladurías y una
importante pista que se encontró no hace mucho tras innumerables
investigaciones de gente interesada en saber la verdad. Yo mismo, en tres de mis desplazamientos y
antes de conocer esa pista, junto a miembros de la Asociación para la
recuperación de la memoria Histórica, sin más recursos que un pico y una pala
he ayudado a excavar en más de una cuneta buscando los restos de mi abuelo,
aunque sin éxito… En el año 2006, el Gobierno Socialista Español aprobó ayudas
públicas de hasta 60.000 euros por proyecto, pero había que hilar fino y no
desperdiciar los recursos, es decir, estar muy seguros de donde efectuar el
trabajo. No conseguimos que la posible fosa donde mal descansan los restos de
mi abuelo estuviera en uno de esos proyectos. Nos quedamos en la cola de espera.
Y justo
cuando parecía que llegaba nuestro momento y habíamos atesorado la suficiente
información como para excavar con interesantes medios una zona sospechosa de
alojar los restos, justo cuando nuestro proyecto era aprobado y teníamos a
nuestro alcance el dinero para pagar al arqueólogo, sus viajes, el hotel, la
maquinaria, el laboratorio… el grifo se cerró. Algo que agradecer, que cosas,
al cambio de gobierno en España, ni que decir que ahora de derechas.
Total, a
estas alturas de la vida mi abuelo sigue ahí y mi madre me lo recuerda, no
quiere morirse sin saber que los restos de su padre descansan en un lugar
decente… A todo esto, es fácil adivinar lo que sucedió con la familia de mi
abuelo, tuvieron que salir pitando de Castellón con destino a Barcelona. Allí
ocurrió otra desgracia. Barcelona, en Marzo del mismo año 1938, sufrió un
terrible bombardeo con centenares de víctimas, parecía que no iba a ocurrir más
pues los bombardeos se extendieron a las zonas costeras. A finales de Junio, una
vez mi familia estaba ya refugiada en la ciudad gracias a unos familiares que
les acogieron, apenas unos días de estar instalados, sucedió que mi abuela fue
a buscar pan a una de las colas establecidas, cuando un aislado bombardero
S.M.81 de la
Aviazione Legionaria de Italia, quien sabe si por capricho o
porque le faltaba una bomba por soltar tras un misión en la costa, puso rumbo a
la ciudad y la dejó caer, con la desgracia que mi abuela estaba allí justo
donde explotó… por lo menos sabemos que ella descansa en paz en el cementerio
de Montjuïc. No he hablado para nada en
este relato de mi madre y sus andanzas, solo diré que ella no estaba en
Barcelona...
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