Pedrafosca,
principios del mes de Octubre, 2015
...Al día
siguiente no esperé más para averiguar si Paco lo había pensado o se había
olvidado del tema. En las horas del atardecer busqué con la mirada el banco de
piedra, él estaba ahí. Mientras yo subía la pequeña cuesta nuestras miradas se
encontraron. Su rostro denotaba una media sonrisa, señal para mí inequívoca de
que no había perdido la memoria. De todas formas yo andaba algo vacilante y él
lo debió notar.
— Hola Paco…
— Por mis
muertos, siéntate ya.
Lo hice,
me senté a su lado, mientras sacaba de uno de mis bolsillos un cuaderno de
notas y un bolígrafo.
— ¿Sabes a que
vengo?
— A cuchichear
supongo.
— Pues sí…
¿cuento contigo?
— Conmigo has
de contar…veo que vas preparado.
— Bueno… no me
fío de mi memoria, y si de la tuya, si te parece.
— Me
parece…apunta, pero apunta bien.
— solo lo que
tú me digas…
— depende de
lo que me preguntes.
Paco frunció
el ceño mirando fijo al horizonte, mordió su caliqueño ahora encendido y esperó
paciente a que yo arrancara.
— Te llamas
Paco Vallejo Solana… dicen que pasas de los 90
— 92 “tacos”
tengo, cierto.
— Por tus
apellidos, está claro que no eres de aquí… ¿por eso te llaman “el foraster”?
— Y…
— Bueno… hemos
de empezar por el principio.
— Pues
empezamos mal… quedamos que solo hablaríamos de mi relación con el pueblo.
— Está bien…
llegaste al pueblo cuando tenías 15 años.
— 16 tenía.
— y lo hiciste
solo… quiero decir sin familia.
— ¿Qué es para
ti la familia Roberto?
— Bueno… lo
que todo el mundo sabemos, padres, abuelos, hermanos.
— Andas más
que equivocado… mi familia son aquellos que me trataron bien.
— ¿Que quieres
decir?
— ¿Qué me has
preguntado?
— Bueno…
¿quienes fueron esos que te trataron bien?
— La gente de
“El Far”
— Te refieres
a la vieja Masía en los aledaños del pueblo.
— Sabes que
sí… todo el mundo lo sabe.
— Eso lo saben
algunos, solo algunos… Está bien, cuéntame algo de ese sitio.
— ¿Qué quieres
que te cuente?
— ¿Cómo fue
que llegaste ahí?
— Eso no tiene
que ver nada con mi relación con el pueblo…
— Vale,
entiendo… pues dime que hacías ahí.
— Me tuvieron
que enseñar de todo…debería de trabajar a cambio de alojamiento y comida.
— ¿Te dieron
una habitación?… tengo entendido que la masía era grande.
— ¡Quia!… un
rincón en las cuadras…caliente si que estaba, eso sí.
— ¿Cual era tu
trabajo, lo que te enseñaron?
— A manejar la
piedra seca… para por ejemplo reparar los muretes que servían para sostener las
fajas en las pendientes, allí donde
estaba la viña, u otros cultivos… un trabajo duro, si señor.
— ¿Cultivabas
la viña?
— Yo entonces
era un mero mozo de carga… de eso se encargaban manos expertas.
— ¿En esa
época el vino aún aguantaba?
— Sí… me
contaron que a finales del siglo XIX, entró con fuerza la plaga de la filoxera,
dicen que llegó traspasando las fronteras de Francia. Ese insecto prácticamente
acabó con la enorme extensión de viñas de todo este territorio. En el Far, en
la época que yo llegué, aunque en menos cantidad aun quedaban cepas americanas
más resistentes que se replantaron posteriormente a la plaga… claro que la
competencia de sectores más organizados acabó al poco tiempo con todo … ahora
no queda nada de aquello… bueno, solo
las tinas.
— ¿Había tinas
en el Far?
— Claro… como
aquí en el pueblo, prácticamente cada casa tenía una.
Paco parecía
sentirse cómodo recordando todo aquello, era como si se revitalizara, aquellos
años fueron como el final de una época próspera en esos parajes y él tuvo
oportunidad de vivirlo… sin que yo dijera o preguntara nada, él siguió
hablando, dejando el caliqueño ya apagado en un canto del banco.
— Si… duros y
buenos tiempos aquellos… parecía no faltar nada, a pesar de que la época era
altamente conflictiva… por el final de la guerra, entiendes… pero deja que te
explique lo de las viñas… cuando recogíamos el racimo solíamos colocarlo en portadoras
de madera a lomos de mulo, lo llevábamos
a la masía para depositarlo en las tinas donde lo prensábamos para luego dejar
que fermentara… ya solo quedaba pasarlo a las barricas de roble o en pellejos y
de ahí a la venta…buenos tiempos aquellos, a veces había tanto trabajo que ya
no íbamos a la masía…nos quedábamos a dormir en las barracas de viña, en medio
del monte …
— ¿Que más
trabajos hacías entonces?
— infinidad…no
parábamos… si no era la viña o los cultivos, había que segar, trillar, ventear
el cereal en la era, hacer cal en los hornos, ayudar a los carboneros, que
venían de fuera para preparar las carboneras… recoger miel de los
panales…cuidar el ganado de cabras,
ovejas, alimentar a los cerdos… fabricar pega desde la resina del pino o
la planta del ginebró, que luego emplearíamos para juntar los pellejos o
incluso para arreglar alguna pata quebrada de oveja…
No le
fallaba la memoria al bueno de Paco… pero todo eso que me contaba, ya formaba
parte de los manuales de Historia del pueblo… no creo que fuera eso lo que Lucía
deseaba para su proyecto, a buen seguro que debía esperar algo más de mi… decidí
desviarlo un tanto de su trayectoria.
— Interesante,
muy interesante… pero porque no me hablas de tu relación con la gente del Far…
te debieron de tratar bien, sino no los hubieras identificado como tu familia.
— Cierto… trabajaba como un burro, apenas me
daban un par de pesetas para que tomara una cerveza el domingo en el pueblo, me
daban comida y alojamiento, aunque en principio fuera en las cuadras, pero allí
no me faltó de nada, pese a la rudeza del entorno, siempre me trataron bien,
muy bien.
— ¿Todos… te
trataban bien?
— Prácticamente
todos, yo era casi un crío pero los tenía bien puestos, nunca me quejaba y
aprendía… me gustaba la vida rural, el campo, el aire libre, los animales,
llegar cansado a la noche y dormir de una pieza, los buenos tragos de vino y
los mordiscos al embutido cuando descansábamos en las barracas… yo nada tenía y
me conformaba con muy poco.
Observé algo
de añoranza en su rostro al abordar su última frase… enseguida intuí que su
pasado debió de ser más duro que los arduos trabajos que realizaba.
— ¿Por qué
dices que nada tenías?
— Porque nada tenía… ¿y eso que tiene que ver
con el pueblo?
Me había
pillado…no había manera de orientarle hacia mi terreno. Paco frunció una vez
más el ceño, me miró con cara de malhumorado para llevarme otra vez a donde él
le interesaba.
— ¿porqué no
me preguntas otras cosas?...
— Vale…
explícame como se hacía el carbón.
— Mira…Había
que encontrar una zona despejada en medio del bosque, allí apilábamos la leña
de encina, que previamente habíamos cortado siguiendo las indicaciones del
patrón. Entonces hacíamos una pila dejando un agujero en el centro, ya solo era
cuestión de tapar la leña con broza verde y tierra para no dejar respirar al
fuego. Una pila no muy grande necesitaba de tres a cuatro días de combustión
que siempre tenía que estar vigilada. Luego extendíamos el carbón y lo
dejábamos enfriar. Cuando estaba listo, una pequeña parte lo dejábamos en las
carboneras para uso de la masía, y el resto se vendía en sacos.
— Muy
interesante… ¿y que pasaba con los hornos de cal?
— Pues te
contaré…en aquella época a pesar de que ya existía el cemento fabricado, de vez
en cuando, aún se empeñaban en sacarlo ellos mismos de los hornos, nada
nuevo... dicen que ya los romanos empleaban el mortero de cal para la
construcción… Si había que levantar una tapia o reparar algo, se recurría a
este método…Las piedras calcáreas se encontraban en los caminos o en el lecho
de las rieras. Para construir el horno hacían un culo de olla, que envolvían
con una pared de buen grueso, levantándola en forma parabólica hasta una altura
de tres o cuatro metros. En el interior se colocaban las piedras junto con
fajas de leña. Luego se que vigilaban el fuego tapando o destapando fajas,
colocando piedras pequeñas arriba… era complicado. Pero se que al cabo de dos o
tres días, si la llama era blanca y las piedras se ponían rojas, el proceso
llegaba a su fin. Se apagaba la cal viva
tirando agua hasta que quedara la piedra blanca, la cal ya estaba muerta.
Se hacía
tarde, dejamos el resto para otro día… bueno — pensé— son datos interesantes, no es lo que quiero pero está bien.
Veré si en la próxima ocasión lo pillo desprevenido, porque las historias que
se cuentan de Paco son muchas, y de momento por parte de él mutis por el forro…
o yo soy mal reportero, cierto que no tengo ninguna experiencia, o él es más
listo de lo que parece. En fin, me quedo con los datos y otro día será...
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