sábado, 11 de junio de 2016

Novela: "El foraster" Parte 5

Pedrafosca, principios del mes de Octubre, 2015

   ...Al día siguiente no esperé más para averiguar si Paco lo había pensado o se había olvidado del tema. En las horas del atardecer busqué con la mirada el banco de piedra, él estaba ahí. Mientras yo subía la pequeña cuesta nuestras miradas se encontraron. Su rostro denotaba una media sonrisa, señal para mí inequívoca de que no había perdido la memoria. De todas formas yo andaba algo vacilante y él lo debió notar.

    Hola Paco…
    Por mis muertos, siéntate ya.

      Lo hice, me senté a su lado, mientras sacaba de uno de mis bolsillos un cuaderno de notas y un bolígrafo.

    ¿Sabes a que vengo?
    A cuchichear supongo.
    Pues sí… ¿cuento contigo?
    Conmigo has de contar…veo que vas preparado.
    Bueno… no me fío de mi memoria, y si de la tuya, si te parece.
    Me parece…apunta, pero apunta bien.
    solo lo que tú me digas…
    depende de lo que me preguntes.

   Paco frunció el ceño mirando fijo al horizonte, mordió su caliqueño ahora encendido y esperó paciente a que yo arrancara.

    Te llamas Paco Vallejo Solana… dicen que pasas de los 90
    92 “tacos” tengo, cierto.
    Por tus apellidos, está claro que no eres de aquí… ¿por eso te llaman “el foraster”?
    Y…
    Bueno… hemos de empezar por el principio.
    Pues empezamos mal… quedamos que solo hablaríamos de mi relación con el pueblo.
    Está bien… llegaste al pueblo cuando tenías 15 años.
    16 tenía.
    y lo hiciste solo… quiero decir sin familia.
    ¿Qué es para ti la familia Roberto?
    Bueno… lo que todo el mundo sabemos, padres, abuelos, hermanos.
    Andas más que equivocado… mi familia son aquellos que me trataron bien.
    ¿Que quieres decir?
    ¿Qué me has preguntado?
    Bueno… ¿quienes fueron esos que te trataron bien?
    La gente de “El Far”
    Te refieres a la vieja Masía en los aledaños del pueblo.
    Sabes que sí… todo el mundo lo sabe.
    Eso lo saben algunos, solo algunos… Está bien, cuéntame algo de  ese sitio.
    ¿Qué quieres que te cuente?
    ¿Cómo fue que llegaste ahí?
    Eso no tiene que ver nada con mi relación con el pueblo…
    Vale, entiendo… pues dime que hacías ahí.
    Me tuvieron que enseñar de todo…debería de trabajar a cambio de alojamiento y comida.
    ¿Te dieron una habitación?… tengo entendido que la masía era grande.
    ¡Quia!… un rincón en las cuadras…caliente si que estaba, eso sí.
    ¿Cual era tu trabajo, lo que te enseñaron?
    A manejar la piedra seca… para por ejemplo reparar los muretes que servían para sostener las fajas en las pendientes, allí donde  estaba la viña, u otros cultivos… un trabajo duro, si señor.
    ¿Cultivabas la viña?
    Yo entonces era un mero mozo de carga… de eso se encargaban manos expertas.
    ¿En esa época el vino aún aguantaba?
    Sí… me contaron que a finales del siglo XIX, entró con fuerza la plaga de la filoxera, dicen que llegó traspasando las fronteras de Francia. Ese insecto prácticamente acabó con la enorme extensión de viñas de todo este territorio. En el Far, en la época que yo llegué, aunque en menos cantidad aun quedaban cepas americanas más resistentes que se replantaron posteriormente a la plaga… claro que la competencia de sectores más organizados acabó al poco tiempo con todo … ahora no queda nada de aquello…  bueno, solo las tinas.
    ¿Había tinas en el Far?
    Claro… como aquí en el pueblo, prácticamente cada casa tenía una.

   Paco parecía sentirse cómodo recordando todo aquello, era como si se revitalizara, aquellos años fueron como el final de una época próspera en esos parajes y él tuvo oportunidad de vivirlo… sin que yo dijera o preguntara nada, él siguió hablando, dejando el caliqueño ya apagado en un canto del banco.

    Si… duros y buenos tiempos aquellos… parecía no faltar nada, a pesar de que la época era altamente conflictiva… por el final de la guerra, entiendes… pero deja que te explique lo de las viñas… cuando recogíamos el racimo solíamos colocarlo en portadoras de madera  a lomos de mulo, lo llevábamos a la masía para depositarlo en las tinas donde lo prensábamos para luego dejar que fermentara… ya solo quedaba pasarlo a las barricas de roble o en pellejos y de ahí a la venta…buenos tiempos aquellos, a veces había tanto trabajo que ya no íbamos a la masía…nos quedábamos a dormir en las barracas de viña, en medio del monte …
    ¿Que más trabajos hacías entonces?
    infinidad…no parábamos… si no era la viña o los cultivos, había que segar, trillar, ventear el cereal en la era, hacer cal en los hornos, ayudar a los carboneros, que venían de fuera para preparar las carboneras… recoger miel de los panales…cuidar el ganado de cabras,   ovejas, alimentar a los cerdos… fabricar pega desde la resina del pino o la planta del ginebró, que luego emplearíamos para juntar los pellejos o incluso para arreglar alguna pata quebrada de oveja…
   No le fallaba la memoria al bueno de Paco… pero todo eso que me contaba, ya formaba parte de los manuales de Historia del pueblo… no creo que fuera eso lo que Lucía deseaba para su proyecto, a buen seguro que debía esperar algo más de mi… decidí desviarlo un tanto de su trayectoria.

    Interesante, muy interesante… pero porque no me hablas de tu relación con la gente del Far… te debieron de tratar bien, sino no los hubieras identificado como tu familia.
     Cierto… trabajaba como un burro, apenas me daban un par de pesetas para que tomara una cerveza el domingo en el pueblo, me daban comida y alojamiento, aunque en principio fuera en las cuadras, pero allí no me faltó de nada, pese a la rudeza del entorno, siempre me trataron bien, muy bien.
    ¿Todos… te trataban bien?
    Prácticamente todos, yo era casi un crío pero los tenía bien puestos, nunca me quejaba y aprendía… me gustaba la vida rural, el campo, el aire libre, los animales, llegar cansado a la noche y dormir de una pieza, los buenos tragos de vino y los mordiscos al embutido cuando descansábamos en las barracas… yo nada tenía y me conformaba con muy poco.

   Observé algo de añoranza en su rostro al abordar su última frase… enseguida intuí que su pasado debió de ser más duro que los arduos trabajos que realizaba.

    ¿Por qué dices que nada tenías?
      Porque nada tenía… ¿y eso que tiene que ver con el pueblo?

   Me había pillado…no había manera de orientarle hacia mi terreno. Paco frunció una vez más el ceño, me miró con cara de malhumorado para llevarme otra vez a donde él le interesaba.

    ¿porqué no me preguntas otras cosas?...
    Vale… explícame como se hacía el carbón.
    Mira…Había que encontrar una zona despejada en medio del bosque, allí apilábamos la leña de encina, que previamente habíamos cortado siguiendo las indicaciones del patrón. Entonces hacíamos una pila dejando un agujero en el centro, ya solo era cuestión de tapar la leña con broza verde y tierra para no dejar respirar al fuego. Una pila no muy grande necesitaba de tres a cuatro días de combustión que siempre tenía que estar vigilada. Luego extendíamos el carbón y lo dejábamos enfriar. Cuando estaba listo, una pequeña parte lo dejábamos en las carboneras para uso de la masía, y el resto se vendía en sacos.
    Muy interesante… ¿y que pasaba con los hornos de cal?
    Pues te contaré…en aquella época a pesar de que ya existía el cemento fabricado, de vez en cuando, aún se empeñaban en sacarlo ellos mismos de los hornos, nada nuevo... dicen que ya los romanos empleaban el mortero de cal para la construcción… Si había que levantar una tapia o reparar algo, se recurría a este método…Las piedras calcáreas se encontraban en los caminos o en el lecho de las rieras. Para construir el horno hacían un culo de olla, que envolvían con una pared de buen grueso, levantándola en forma parabólica hasta una altura de tres o cuatro metros. En el interior se colocaban las piedras junto con fajas de leña. Luego se que vigilaban el fuego tapando o destapando fajas, colocando piedras pequeñas arriba… era complicado. Pero se que al cabo de dos o tres días, si la llama era blanca y las piedras se ponían rojas, el proceso llegaba a su fin.  Se apagaba la cal viva tirando agua hasta que quedara la piedra blanca, la cal ya estaba muerta.


   Se hacía tarde, dejamos el resto para otro día… bueno — pensé— son datos interesantes, no es lo que quiero pero está bien. Veré si en la próxima ocasión lo pillo desprevenido, porque las historias que se cuentan de Paco son muchas, y de momento por parte de él mutis por el forro… o yo soy mal reportero, cierto que no tengo ninguna experiencia, o él es más listo de lo que parece. En fin, me quedo con los datos y otro día será...




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