jueves, 9 de junio de 2016

Novela: "El Foraster" Parte 3

Pedrafosca, a finales del mes de Septiembre, 2015
 
 Complicado, complicado… No se si olvidar el tema o abordarlo sutilmente, Paco es Paco y hablar con él no es cualquier cosa, tan pronto es capaz de enviarte a freír espárragos como se enrolla hablando de lo que sólo a él le interesa, o se introduce en el más absoluto mutismo…de acuerdo que es muy mayor, pero sé que está lúcido aunque a veces no lo parezca, el domina su mente, aún lo hace… es más listo que todos nosotros porque ha sabido bailar siempre en terrenos resbaladizos… a veces te mira como escudriñando tus intenciones, otras se hace el despistado o el olvidadizo…es enjuto y mas bien alto, debió de serlo aunque ahora camine encorvado por el peso de los años; sus pasos son lentos pero seguros, apoyados en un rugoso cayado que debe de tener más años que él; casi siempre lleva entre los labios un caliqueño medio consumido o apagado, es su imagen más característica. Aun se muestra activo dentro de sus limitaciones, camina de aquí para allá, a su ritmo, sus glúteos se aposentan buscando las sombras en verano y persigue al sol en invierno, sentado en su banco de piedra en la fachada de su casa mirando al sur. Ni idea de si piensa algo en esos momentos, si medita, o si esta sumido en sus recuerdos. Abordarlo es como coger un tren en marcha, depende de la velocidad que lleve resulta imposible. Es solo cuestión de buscar el momento oportuno, porque acabo de tomar la decisión de cumplir el encargo de Lucía.

   Ya estamos en pleno otoño, apetece estar junto al sol en un atardecer sereno…sutilmente y como haciéndome el despistado decido pasar por los aledaños de la casa de Paco, el vive solo y la verdad no tengo ni idea de cómo se las apaña con su edad. Tan solo recibe ayuda de Lorena, la de la tienda y el “chicot” que trabaja con ella, quien se encarga de llevarle de vez en cuando algunas viandas. También está Mercedes, inmigrante colombiana residente aquí quien una vez a la semana, como mínimo, entra en su casa para hacer labores de limpieza y de paso cuidarlo con la más de las sutilezas para no herir el orgullo de Paco…Paso junto a su portal, y el banco de piedra está vacío. Mi primer intento ha sido infructuoso. 
   El pueblo en verano parece una verbena, lleno de jolgorio y movimiento…pero no es una imagen real porque tan solo dura tres escasos meses, el tiempo en que los veraneantes están aquí. Luego, en los albores del otoño vuelve la calma y el silencio. Es un suspiro, podemos pasar de ser más de mil habitantes a unos escasos cien, los cien de siempre… y que más quisiéramos que  estar unidos. La unidad solo es posible siendo uno, pero no cien y por eso entiendo que acabamos aceptándonos no nos queda más remedio. Las cuitas y desdenes terminan enterrándose y se procura que queden allí, porque aquí todo el mundo se conoce, las paredes ven y los silencios ocultan historias turbulentas y algunos misterios por resolver.
   Ha pasado un par de días… fiel a mi manera de proceder, pues pienso que cuando tomas una decisión se ha de perseguir el objetivo hasta el final, decido buscar el banco de piedra, mirando al sur, bajo la casa de Paco… el está ahí, solo es cuestión de abordarlo, lo que no se es cual es la velocidad del tren.

    ¿Que coño quieres Roberto?, llevas ya un par de días merodeando por aquí.

   Curioso, es él quien me aborda, parece que siguiendo la metáfora, el tren está en el andén.

    Buenas tardes Paco… pues ya que me lo preguntas, si me dejas, me siento a tu lado.
    El banco es libre… puedes hacer lo que quieras.

   Me siento, hago el despistado y como se suele hacer o decir cuando te encuentras en la introducción de un diálogo o simplemente por cortesía, indico…
    Precioso  atardecer… propio de los días del otoño
    Sin retóricas Roberto… te conozco,  ¿que coño quieres?

   No parece que tenga un buen día… miro a su callado, apoyado en el banco y junto a él, como pensando: —a ver si me lo suelta en la cabeza—, observo como frunce el ceño y aprieta con los labios el caliqueño, que por cierto está apagado, no me mira, sus ojos están perdidos en el horizonte de encinas y pinos, guarda silencio, yo observo durante unos instantes su reacción antes de hacerle la propuesta y entonces, él arranca.

    Es por la idea de Lucía, supongo…

   Diablos —pienso—, en este pueblo no hay secretos, todo corre más que tú, basta un desliz en la palabra y ya todo el pueblo sabe lo que está pasando… en este caso no me preocupa, pero en otras ocasiones y por cosas que parecen triviales se puede llegar a la difamación, es decir poner en oídos de otros versiones falsas e interesadas para perjudicar a terceros, que por cierto no se les da la oportunidad de defenderse, así son los pueblos… aunque siempre el tiempo pone a cada uno en su lugar… y aquí no pasa nada. Bien, es cuestión de aprovechar el momento para abordar la cuestión.

    Veo que ya estás al corriente Paco…
    Acaso te extrañas…
    No, ya sabes que no, ambos llevamos mucho tiempo en este pueblo.

   Impertérrito, Paco sigue a lo suyo, sin desviar la mirada en ningún momento del horizonte, he de intentar que su vista se fije en mis ojos, no existe mejor método para denotar que vas con buena intención por la vida. Guardo silencio, espero, y al cabo de unos instantes gira su rostro hacia mí, sonríe levemente, hace una ligera mueca y vuelve a su posición de origen, introduciéndose en su mutismo… Yo le conozco, se lo que debo que hacer, no es cuestión de forzar nada, si él ya conoce la idea no tengo necesidad de explicársela… tras unos breves instantes Paco vuelve a mirarme, noto como sus ojos penetran en los míos y pronuncia severamente:

    No me parece buena idea… pero lo pensaré, aunque tú me das pánico, siempre vas más allá… ¿me entiendes?
    Claro que te entiendo Paco… si lo piensas, piensa que se trata de tu relación con el pueblo, no tenemos porqué ir más allá; además, solo pondremos en la publicación lo que tu apruebes…

   Sin pronunciar palabra alguna, Paco recoge su callado tras incorporarse y con pasos vacilantes se introduce en la penumbra de su casa… No tengo el sí, pero tampoco el no, quien sabe si lo pensará o cuando mañana le vuelva a abordar ni se acordará del tema...


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